Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Materia de distintos días

Por Ignacio Garibaldy

Columna

Las costumbres de nuestro teatro

Nosotros como personajes

El que cree que el actor de musicales es más completo porque canta, baila y actúa a la vez; el actor que sólo lee lo que van a representar; el director que ve en cada uno de sus montajes el acontecimiento histórico; el dramaturgo que de un jalón escribe un drama cómico-sarcástico-satírico-trágico-poético; el que hace teatro por primera vez; el que se prepara; el director que trabaja en una escuela y tiene un sueldo medianamente asegurado; el romántico que publica en las redes sociales “memes” ridículamente cursis.

El que hace escuela y el que genera súbditos, adeptos, fanáticos. El público que sobrevalora las obras que vienen de fuera y paga mucho por su entrada; el que asiste a nuestras presentaciones sólo si le regalamos el boleto. El familiar encantado; el que siempre felicita aunque no nos haya comprendido. El público que todo lo disculpa y cuando no, solamente deja de vernos. Todos estos y otros más son los caracteres que manipulan el objeto llamado teatro.

Son inherentes a este arte. En ocasiones, inclusive, lo hacen funcionar por accidente o por fortuna. En un movimiento dialéctico, dan forma y son formados por el teatro; lo hacen evolucionar, lo detienen, lo pervierten, lo purifican. Lo mismo hace el teatro con ellos. Son su sujeto-objeto, su principio material.

Teoría y praxis

Una teoría estética que dé fundamento a un quehacer teatral colectivo como tal no existe. Más bien hay ideas particulares, filosofías equivocas dispersas en cada ente teatral, que se manifiestan de inmediato en la praxis.

Este activismo deviene euforia. Encontramos que un actor, de menos de treinta años, ya hizo al menos diez obras, está en dos o más grupos de teatro, ensaya rápidamente, delinea su personaje desde la improvisación. Por otro lado, por ejemplo, el director que trabaja en una escuela, tiene que montar obras con valores, una pastorela, un sketch, algo para el día de muertos e invertir lo que le queda de creatividad en el próximo festival estudiantil.

La consecuencia es el apresuramiento en el lenguaje escénico que se hace en primer plano, con poca o nula escenografía, voces en murmullo, uso de luz básico. El dramaturgo tiene mínimo campo de participación a menos que sea en estos términos. Hacemos teatro pero no lo pensamos.

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Sin embargo, la dialéctica nos obliga a buscar la respuesta a la euforia, en la aceptación de elementos extraños a nuestra costumbre, para darnos la pausa que genera creatividad, que se encuentra en la mayor oferta de cursos de preparación y el aumento en el número de asistentes.

Generadores de sentido artístico

Hay que ver a los teatros no como meros escenarios, sino como entes generadores de cultura. Muchos de ellos elaborar una propuesta que va más allá de la cesión de un espacio.

El Alfonso Garibay queda fuera de esta óptica porque ha estado cerrado por remodelación. El Dolores del Río en la Casa de la Cultura de Gómez Palacio y el Salvador Novo del CINART tienen actividad ocasional. El Isauro Martínez y el Alberto M. Alvarado mantienen, respectivamente, al Festival Estudiantil de Teatro, y al Festival de Teatro Homenaje a los Muertos. Hablamos ya de una acción cultural de importancia porque atraen compañías y la atención de un público fiel aunque sean anuales.

El Teatro de Cámara Jorge Méndez en el Centro Cultural José R. Mijares, y el Teatro Nazas merecen mención especial. El primero, el más joven, de entrada propone la creación de espectáculos íntimos, con una frecuencia sorprendente. Va creando un público, se hacen temporadas de más de cuatro presentaciones.

Me gusta decir que el Nazas antes fue cine porno para manifestar su cambio a una verdadera entidad generadora de cultura. Allí han surgido los cursos importantes de dramaturgia, actuación, dirección, producción, crítica y fotografía teatral; el festival de monólogos y el de sordos; la creación de tres compañías a partir de cursos de actuación (La Reliquia, Hoja en Blanco y Desierto Teatro, ésta última con mayor actividad en la formación de nuevos actores).

El Nazas muestra cómo hacer un buen marketing, enseña a las compañías y al público que se puede pagar una digna cantidad para presenciar las obras laguneras. Sobre todo, ha demostrado ser la primera entidad teatral que puede generar unidad y cierta cohesión entre directores, con el famoso proyecto 7 pecados, cuya idea pudiera lograr la uniformidad para nuestro teatro que, como se ve, no está infartado y le queda mucha vida.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.