Luis Carlos García

COLUMNA

Por Luis Carlos García

Columna

Fantasías de la clase media

La delimitación de “clase económica” varía conforme a cada país o según variables que les sirven a los estudiosos de la materia. Este hecho descubre que la delimitación no puede llegar a ser plenamente objetiva y que hay rasgos arbitrarios que la determinan.

Aprovecho entonces el sesgo para esta digresión, y que se entienda que por clase económica me refiero aquél sector de la población con cierto ingreso, sin una condición esencial (no hay pretensión de objetividad científica en esta demarcación), pero sí con un universo ideológico-aspiracional que lo define. Hablamos de una visión condicionada que recubre el imaginario colectivo, la cultura. Como lo veo, la clase económica, para su análisis, debe rebasar las barreras de lo material (aunque hallemos siempre contextos materiales posibles para su delimitación).

Voy a tratar de describir la fantasía, para luego tratar de explicarla en su sentido de falsedad.

La clase media entrega tiempo, dinero, sus sueños y las oportunidades para vivir una vida sin molde. Entrega mucho y se le dan dulces baratos.

La clase media sueña con casa propia, negocio propio, carro nuevo, vacaciones en el extranjero, ropa de diseñador, comida gourmet, entretenimiento supuestamente refinado, fetichismo de hobbie, coleccionismo de bajo alcance, acumulación y demás cosas inservibles. Lo más risible del asunto es que lo quiere conseguir por medio de su trabajo.

De todo lo anterior, de todo lo que desea o sueña con tener, la clase media lo puede encontrar en el mall, en un supermercado o en un comercio, y siempre, veladamente engañado, sustituirá aquello que deseaba por aquello que pudo encontrar ofertado. De tanto aceptar lo ofertado ya no sabe lo que realmente deseaba.

El trabajador clasemediero se deja conmover con historias de superación personal para incrementar sus ventas, su rendimiento, su productividad, se apasiona con las historias de éxito, sobre valora y se deja herir por la familia, guarda un recelo culpable por la caridad, no puede renunciar a su estatus adquirido: su peor derrota es perder lo que ha alcanzado, su mayor éxito el demostrar que pudo llegar a ser un poco más de lo que era antes.

Le han dicho que quiera más, que pida más, que regale más, que complazca más, que gane más, que se dé un gusto más, que gastar es el primer objetivo de su vida, que ahorrar es importante pero más invertir, que el dinero trabaja solo pero que hay que trabajar por él, que se puede ser honesto, pero no siempre.

Las casas clasemedieras son un ejemplo de la acumulación de cosas que no sirven. Se pueden ver cosas adquiridas para hacer cosas que sólo se pensó hacer. Se pueden ver cosas para decir que se tienen. Hay adornos horrendos por todas partes.

Se requiere de un mecanismo externo, coercitivo más que convincente, en el que un individuo puede seguir comprando cuando lo que compra pierde valor en cuanto fue comprado. Investigar la causa última de estas motivaciones – un tanto inexplicables – es precisamente saber que el hombre tiene motivaciones, voliciones, deseos, que por su misma naturaleza no son racionales pero que no siguieron nunca, en su camino a la elección, el filtro de la racionalidad.

El clasemediero cree ser más rico cuando tiene más trabajo, más cosas, bendice su trabajo y sus cosas, hace de ellas una devoción y entrega sagrada. Para entregarse a su familia deja de estar con ella, para entregarse en su progreso regala su vida, para cumplir con los mandamientos de Dios se olvida de él.

El de clase media no puede disfrutar lo que tiene precisamente por desear o soñar lo que tendrá. Aquí puede asemejarse al rico, sólo que el primero tiene que conformarse con aquello que compró resignándose a que el nuevo sueño, el nuevo deseo, se tardará en satisfacerse.

El pobre no gana lo suficiente como para hacer planes. No puede ahorrar y por tanto no puede soñar con hacer cosas accesibles para los ricos. Si sueña, sueña con lo imposible. El pobre sobrevive y si en el ínter pudo disfrutar, para él es válido y suficiente.

El rico no hace planes, hace cosas o se las compra, no hay tanta vacilación, premeditación o intención sino que es inmediato, pues tiene el recurso a disposición. También por esto mismo rara vez disfruta lo que ha conseguido, pues no hubo ni planeación, ni meditación ni esfuerzo en conseguir lo conseguido. Por eso el gozo, la fruición que significa la posesión del objeto no llega de manera natural sino de manera desechable.
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Si el rico desea algo es por una ambición que supera lo material. Generalmente el rico no sabe lo que quiere y debido a su ceguera, le imprime forma material a un valor espiritual. Pasa así con la seguridad, la aprobación y el amor.

La caridad no le molesta al rico, tanto si la tiene como si no. Para el clasemediero es una comezón a veces molesta a veces placentera. Para el pobre es un dolor.

La más grande lucha para el clasemediero actual es consigo mismo, por la prudencia. Decirse “No” es una victoria que casi nunca gana.

El rico no tiene luchas, sólo aventuras. El pobre no conoce otro estado sino la lucha por la satisfacción de las necesidades primarias. Esto le imprime una angustia que se suma a la existencial, en la que pocas veces hay medios de externalización y se vuelve un nudo interior, una violencia.

Para el rico el pobre es como otro material de intercambio, una materia prima, un instrumento. Pero el pobre ya empieza a ser engañado sutilmente como el de clase media. Dado que ha resultado efectivo con la clase media, resulta factible que el pobre se deshaga de su poco dinero por su propia voluntad y no por medio de la coerción sistemática que encierra a la pobreza y no le da caminos hacia afuera de la pobreza misma.

El middle-class man ve hacia arriba y hacia abajo con desprecio. A veces voltea hacia abajo con ternura y un poco de fraternidad, pero le tiene tanto terror al descenso que puede hacer lo que sea por no llegar a la pobreza. Puede ver temblar la tierra y fingirse estatua, pero tiembla por dentro. Ningún abismo es tan profundo y oscuro como la pobreza.

Voltea hacia arriba con rencor, pero en el enfrentamiento con el rico no presenta sino el servilismo, la sonrisa fingida y el agradecimiento por el azote. Es un masoquista, un mercenario, un ama de llaves de los grandes intereses, el más puro de los santos cuando se trata de sacrificios, un derrochador insaciable cuando se trata de simular al rico.

El peor verdugo de un clase media es otro clase media. Alguien debe pagar por el dolor, la insatisfacción perene y la frustración disimulada. Él mismo es su verdugo pero el pobre es tan culpable de los males que le aquejan como lo es el rico.

La vida vivida de esta manera es una fantasía y una fantasía sin imaginación, por lo tanto una mentira soez. Nunca es suficiente, nunca hay un límite para ese deseo que se consume y se renueva como medusa. He aquí una afrenta para la poiesis que por su naturaleza el hombre debiera comprometerse a vivir.

La fantasía que vive es construida y por lo tanto artificial. No lo llena pues, le falta nutrimento espiritual, profundo. La fantasía nos gobierna y por ella damos todo, no siendo producto de una sociedad ordenada, no puede sino llevarnos al caos maquillado de colores pastel. Lo peor de todo, es que fuera de la fantasía no sabemos vivir, y en esto, ninguna clase tiene salvación.

En su fantasía se confunde entre lo bueno y lo malo, en todo caso, ha de ser bueno porque lo gobierna la buena intención. En este tenor el ataque del materialismo histórico o dialéctico a la moral burguesa o pequeño burguesa encuentra cierta resonancia que tiene algo de verdad, pues nadie, sea de la condición que sea, puede traspasar los límites de su vida más allá de la vida buena que la ética busca como ciencia práctico-teórica.

Anti-Bibliografía (Lo que no leí para escribir esta columna)
1. Careaga, Gabriel. Mitos y fantasías de la clase media en México. Joaquín Mortiz.
2. Enrigue, Alvaro. VALIENTE CLASE MEDIA. DINERO, LETRAS Y CURSILERIA. Anagrama. 2013
3. “War on the Middle Class: How the Government, Big Business, and Special Interest Groups Are Waging War on the American Dream and How to Fight Back”. Viking Penguin, 2006. (Éste último tal vez sí lo deba leer…¿alguién me presta dinero para comprarlo?)

Luis Carlos García

Luis Carlos García

Nacido en 1986 en Torreón, Coahuila. Estudió ingeniería en alimentos y licenciatura en filosofía. Hizo el diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna de 2006 a 2008, en la que después se desempeñó como maestro de filosofía. Actualmente divide su tiempo entre las obligaciones profesionales y su vocación por la filosofía y la literatura.