Hace unos días leía el encabezado de un periódico de circulación nacional que lanzaba la pregunta acerca de para quien se escribía la poesía en el país; argumentaba ya la introducción que en el país hay poetas, premios, pero no hay difusión ni un programa de fomento a la lectura efectivo. Que todos: académicos, editores y escritores concordaban en que la escaza distribución era el principal de los males. En ese punto abandoné la lectura (mi licencia lectora me lo permite y yo aplico ese privilegio cuando vislumbro que lo que estoy leyendo continuará de manera insustancial); según un comentario de un conocido el texto efectivamente arrojaba cifras de dinero (cosa que no se debe hacer cuando se habla de poesía pues se lee barato, sin clase) otorgados a los creadores y de la falta de editoriales y la mala leche de las librerías.
Ese texto por irrelevante que fuera tuvo una muy buena pregunta ¿Para quién, o qué, se escribe poesía? Y creo que eso es lo importante, lo de exhibir al gobierno y a las editoriales no resolverá nada. Lo importante es preguntarse por qué razón o en qué tipo de lector se piensa cuando se escribe poesía, cuando la escriben los poetas mexicanos contemporáneos.
Uno lee sus poemas y queda igual después. Eso ya debería de ser mal signo. Luego, en una relectura, tratando de buscar con la mejor fe del mundo algún verso, algún pasaje que logre conectar con la humanidad propia, se encuentra por algún lugar, al fin, un chispazo que a lo mucho provoca reflexión o divertimento (sobra decir que ningún verso memorable). Y es ahí que a uno le queda la idea de que ese libro no estaba hecho para un lector común, es más para ningún lector en algunos casos. Queda la impresión de que se realizó con otro fin más no para ser leído y mucho menos dicho de memoria.
La anterior oración referente a la repetición oral del poema parecerá ridícula para algunos, pero ahí cabría recordar que así nace como tal la poesía, y que los primeros textos escritos tienen la forma de versos, además que la transmisión de leyendas, mitos y demás narraciones formadoras de cultura se realizaba de manera oral. Incluso se contempla que ya dentro de la métrica griega se procuraba la repetición de la “palabra del tema “de un poema dentro del cuerpo del texto. Yo digo que si tal elemento se le olvida al poeta empezamos ya por mal camino. Creo que si se prioriza el orden visual, o la belleza del concepto que encierra una palabra, el poema empieza a irse al garete y si se continua por ese camino se termina con una hoja en blanco con pocas palabras (muy bellas en cuanto lo que significan de manera aislada) pero sin ninguna relación con uno mismo (a menos que uno sea el autor, o uno escuche al autor explicar qué quería decir) o se termina con un tipo de pintura hecha con un elemento que no le viene para nada: los caracteres tipográficos.
Me disculparán algunos autores pero mi licencia lectora me autoriza para opinar sobre su obra. En caso de que algún autor se enfade y me tache de papanatas, quedaría explícito que definitivamente no escribe para mí, escribe para quien sabe quién y no para el lector final; por tal se puede comprender que lectores como yo veamos sus libros en los estantes y simplemente pasemos de largo por ser algo que no nos genera ningún interés, que para leer algo así leo la lista del súper o las cartas amorosas que recibía en secundaria.
Leer poesía, según lo entiendo, es un tipo de lectura bastante especial para cualquiera. Debido a que tiene, desde mi punto de vista, varios componentes que se amalgaman: musicalidad, pensamiento y emoción. Sí, emoción, aunque al parecer pareciera que le va siendo prohibido cada vez más al poeta, al serio, al erudito oficial, dejarse sentir algo; como si en algún momento se equiparara emoción con cursilería.
Ya no escriben odas, ni elegías, mucho menos bucólicas. El poeta ya es un escritor de fragmentos, de telegramas, pues su aliento a fuerza de ser minimalista termina entregando ráfagas, flashazos de algún pensamiento sin emoción y casi silencioso. Y es que la cuestión no es no sentir, es hallar una expresión a lo sentido. No me imagino cómo sería “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines” si un poeta contemporáneo lo hubiera escrito, las repeticiones se hubieran eliminado, la mayoría de los adjetivos, pienso que pasajes enteros en pos de esa limpieza, de esa pureza estéril que al parecer se busca habrían sido eliminados. Terminaría y no exagero, después del título con algo así como:
Algo sobre la muerte del Mayor Sabines
(si la hubieran escrito en 2014)
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Lo
E
N
T
E
R
R
A
M
O
S
¿Podrás oírnos?
Amanece
El polvo de oro de la vida.
Bastante diferente ¿no?
Tomo por ejemplo ese poema por varias razones. La primera es que demuestra que puede estar muy bien sentir, realmente sentir hasta el hartazgo y sin dejar de ser honesto, no para aparentar sensibilidad, frente a una situación y amoldar a ello el cuerpo del poema. En cuanto al pensamiento los campos semánticos de las dos diferentes partes se amoldan al momento del dolor del autor y por último la musicalidad. Por experiencia personal he escuchado cuando lo leen, lo he leído en voz alta para otros y su lectura no es incomoda y es comprensible para el escucha.
Supongo que eso se debe a que por aquellos años todavía la gente hablaba entre sí, todavía se contaban historias, y se pensaba que al escribir habría la posibilidad de que alguien lo leyera para otros. Todavía no se imponía la primacía visual de la actualidad.
Y es que hablando acerca de la poesía, acerca de lo cerebral, y sobre todo de olvidar que cada poema es un todo que debe armonizarse, no puedo dejar de pensar en una anécdota que se cuenta acerca de Ezra Pound. Él dijo en algún momento de su juventud que sería el hombre que más supiera de poesía. A lo largo de su vida logró ese cometido. Eligió un tema, uno muy cerebral según lo veo: la usura, como tema sobre el cual volcar todo su talento y conocimiento. Pero al final de su vida, se anota en su biografía, él mencionó “… la usura, estaba fuera de foco tomando un síntoma por causa, la causa es: avaricia”. La usura es el efecto, es algo que puede ser realizado de manera impersonal, inhumana, como actualmente se vive el sistema económico. La avaricia no es impersonal, la avaricia se genera emocionalmente y despierta reacciones emocionales a quienes la sufren, y (muy importante) tiene su propio ritmo.
Si algo no se debe de olvidar en cuanto a la poesía es la emoción, pues ni siquiera la cultura podría haberse transmitido de no haber emocionado a los antiguos hombres escuchar acerca de Gilgamesh entristecido tras la muerte de Enkidu, o escuchar cómo se agrupaban embarcación tras embarcación después de mencionar la furia de aquel del de los pies ligeros.
La pregunta que se plantea de manera genérica en el periódico que mencioné tendrá que hacérsela cada poeta, cada escritor, cada creador. Y deberá, al menos eso creo, llegar a una respuesta que vaya en dirección de otro ser humano. El ser humano es, pienso, el por qué y el para qué de la actividad artística. Ahora contextualizo la pregunta:
Poetas… ¿Poesía para quién? ¿Para qué su poesía?