El espacio público es el lugar donde la sociedad puede mezclarse e integrarse en su complejidad. El espacio público es el lugar donde se manifiesta el poder de la misma, donde se asume como fuerza política y cultural. Sin el espacio público la sociedad se disipa, no logra constituirse, permanece en el individuo aislado. El individuo por sí solo queda a expensas de las contradicciones de la vida moderna: la soledad, la violencia, la no-identidad, la fragmentación, la falta de sentido vital. El individuo aislado por lo tanto se hace hostil, temeroso, intransigente: se enajena.
Sin el espacio público los problemas de la modernidad caen en un círculo vicioso. La sociedad sin espacio público entra en el espiral de la desintegración, el rechazo, la discriminación, la marginalidad. Sin el espacio público la sociedad no puede reconocerse, descubrir su pasado y su presente, para ocupar su futuro.
Por desgracia, la escalada de violencia que aqueja a nuestra región desde hace unos años, principalmente, ha reducido los espacios públicos.
Asimismo, en nuestra región, el individuo en el aislamiento, desesperado, anhela la reducción de la criminalidad, de los asesinatos, los robos, con la intención de encontrar la calma. Sin embargo, sin el espacio público el tejido social difícilmente puede regenerarse. Por otra parte, pareciera que la manera en que nos organizamos propicia cada vez más la reclusión (nos da miedo mezclarnos). El cierre de las calles de algunas colonias lo confirma, la construcción de zonas residenciales apartadas y amuralladas también. Dichas políticas lo único que hacen es fortalecer el círculo vicioso, hacer que nuestra ciudad sea cada vez más extraña (el vecino es un desconocido).
Somos forasteros en nuestra región. Nos hemos desapropiado de nuestro territorio, lo dejamos abandonado por el temor que nos genera su mismo rechazo.
No obstante, siempre hay una contracorriente. En este sentido, la agrupación “Ruedas del desierto” poco a poco ha ido reconstruyendo la noción del espacio público en la región lagunera.
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Lo especial de dicha organización es su espontaneidad. Su ideología inclinada al diálogo, al urbanismo, le permite ser heterogénea. Busca el placer del paseo (nada puede ser mejor para la convivencia). Además, para andar en bicicleta no importa la clase social o la ocupación. La única limitante es la posesión de una bicicleta; no obstante, he sabido que en algunos casos el mismo grupo proporciona los vehículos. La agrupación heterogénea asimila a todos los individuos que deseen participar y los integra, y al mismo tiempo los reinicia en la vida urbana. No creo que haya un medio de transporte mejor urbanizado que la bicicleta. Entiéndase aquí urbanizado, como la capacidad de respetar los espacios de los diferentes sujetos que conforman una comunidad.
Recorren tramos de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo, casi siempre por la noche, lo cual no deja de ser simbólico, debido a que es precisamente a estas horas cuando la paranoia de la vida moderna puede llegar a asaltar a los individuos aislados. La sociedad en conjunto permite afrontar y disolver dichos conflictos de un modo inadvertido y silencioso.
El silencio puede llegar a ser la mejor manera de entablar relaciones. Algunas personas que han participado en las rodadas me han comentado que no necesariamente los ciclistas que participan van conversando. Sí lo hacen en momentos, y esto es de esperarse, pero me comentan que a veces prefieren “pedalear”. Y van pedaleando en grupo, como una fuerza cohesiva. La acción en conjunto es la que les da la libertad de transitar por calles que, como sabemos, en nuestra pequeña idiosincrasia, están hechas exclusivamente para los automóviles. El ciclista por sí solo aún no ha recuperado los caminos de nuestras ciudades, los cuales en otras épocas le pertenecían, pero despacio lo ha ido haciendo en conjunto.
Para quienes participan en “Ruedas del desierto” la noche vuelve a ser pública, vuelve a ser parte de la sociedad y la ciudad.
Es necesario reflexionar respecto a la pérdida del espacio público y cómo nos afecta en lo cotidiano. A veces las mejores luchas son las menos estruendosas. Por otra parte, cuando la gente se pregunta por la manera de ayudar a que la situación de marginalidad y discriminación y enajenamiento se mejore, quizá la mejor respuesta es la que pugne por la recuperación del espacio público, por la libertad de transitar.
“Ruedas del desierto” es una organización que permite hacer este tipo de reflexiones. Es además una cofradía horizontal; existen coordinadores, organizadores, pero al final cuando todos van “pedaleando” no hay distinción entre sus miembros. Es una agrupación que tiene su fuerza en lo anónimo, pero a la vez en lo comunitario.
Es un esfuerzo de nuestra sociedad por reconocerse y volver a ocupar su territorio. Es deber de nosotros apoyar este tipo de movimientos. Salgamos a las calles.