En un año de centenarios como lo es el 2014, no podríamos dejar pasar algún comentario acerca de la Primera Guerra Mundial. Para tales efectos me parece pertinente abordar la novela titulada El teniente Sturm de Ernst Jünger. El método es algo tramposo porque la editorial Tusquest la reeditó este mismo año para aprovechar la coyuntura mencionada y quizá de esta manera tener mayores ventas. Yo caí en el embeleco y hace unas semanas mientras deambulaba por una librería sin saber qué comprar (me parecía que no había ninguna propuesta válida entre todos esos libros), decidí llevarme el volumen.
La obra es corta, mas no por ello sin sustancia. De hecho, por lo general desconfío de los mamotretos; creo que después de 1924 (mi punto de referencia no sería el Ulises de Joyce, sino La montaña mágica de Mann) casi nadie tiene la posibilidad de escribir una buena novela que sobrepase las 300 páginas. Por ello cuando vi el pequeño libro de Jünger, rápidamente tuve cierto interés.
A Jünger lo había oído mencionar muchas veces. Desde luego que este comentario sólo demuestra mi ignorancia. Digamos que era o sigue siendo una de mis lagunas de lectura. La verdad desconfiaba un poco de este escritor porque las personas cercanas a mí que lo mencionaban por otra parte desdeñaban a mis autores favoritos, como Dostoievski, el mismo Mann, o a Revueltas (todos ellos escritores no experimentales, pero sí muy sesudos, por no decir filosóficos), y se inclinaban demasiado por una especie de renovación de la novela, que la verdad para mí resultaba más bien como una abstracción sin pruebas concretas. En este sentido, es curioso cómo los lectores al hablar de cierto escritor lo difaman y lo utilizan de pretexto para validar cierta postura, que incluso contradice las motivaciones literarias de los autores mencionados. Después de leer este librito de Jünger, que es una de sus primeras obras, para nada encuentro en él una distancia de la novela dostoiesvkiana, incluso creo que es heredero directo de la misma. Pero basta de esto.
De lo que quiero hablar es de algo mucho más interesante. La novela de Jünger fue publicada en 1923 y es una obra que aborda directamente la Gran Guerra. Uno podría llegar a pensar que es una novela decimonónica, un tanto anquilosada, pero no es así. El lenguaje de Jünger a mi parecer es uno de los más actuales, incluso creo que más actual que toda la novela del narco que tanto se festeja en últimas fechas. Quizá hace algunos años Jünger habría sido un escritor un tanto lejano para el público de México. Es decir, casi la totalidad de su obra habla acerca de los crímenes de guerra, del asesinato, del exterminio. El lector mexicano y quizá también el escritor, hasta hace poco, no salía de una escritura que no hablara del folklorismo de nuestro país (mala asimilación de Fuentes y de Rulfo). Todavía se festeja mucho cuando un escritor escribe para buscar la identidad mexicana. Lo mismo pasa cuando se abordan novelas latinoamericanistas, es decir que intentan continuar la vertiente del realismo mágico a la manera de García Márquez. Todo eso estuvo muy bien, pero considero que nuestro contexto histórico necesita de otro tipo de literatura, una literatura que esté mucho más interesada por la lucidez, por develar las causas del caos en el que estamos inmersos sin caer en mitologías prehispánicas. En México no nos descabezamos los unos a los otros por un hechizo de Huitzilopostli, así como en Medio Oriente, por más contradictorio que esto pueda sonar, no lo hacen por un mandato de Alá (habría que buscar relaciones más inmediatas). Sin duda debe haber algún otro motivo mucho más convincente y terrorífico.
La novela de Jünger tiene esta capacidad de consciencia. El asesinato, él lo sabe, como Dostoievski, es una posibilidad que encierran todos nuestros actos. Este comentario, lo sé, suena un tanto exagerado y sobado, pero cada vez que una sociedad se confía de ello, termina en posiciones contradictorias, en las que se descubre envuelta por la muerte. Jünger lo descubre en su juventud (esta novela fue escrita por un veinteañero) y lo escribió en esta obra y, más tarde, fue la motivación de su pensamiento y literatura. No se puede negar que dicha generación europea (la que vivió el verdadero siglo XX , que va del 14 al 88) fue la que comprobó por experiencia propia que no hace falta un gran poder, ni una gran maldad para generar el mal. Un hombre promedio, una simple persona, no necesita pensarlo demasiado para cometer un acto radical en contra de los derechos de otro ser humano (véase cualquier video de decapitación). Esta sociedad europea descubrió que el hombre simplemente era una idea y no necesariamente una realidad ontológica (ahí tenemos a Foucault). Desde que el hombre tuvo dicha consciencia, el ser humano ha tenido que hacer un gran esfuerzo para no caer en el exterminio industrializado. Hoy en día cientos de ideologías y religiones precisamente lo que afirman es que el hombre por sí mismo no tiene ningún valor; es decir, no se es hombre por haber nacido, sino que se logra ser hombre sólo cuando se es miembro de algún partido, grupo o iglesia. Pensar de esta manera nos permite a todos el asesinato y el abuso despiadado. No es una generalización, porque mientras no nos demos cuenta de esta circunstancia particular en cada uno de nosotros, no podremos como sociedad salir de esta especie de oscurantismo en el cual llevamos sumergidos ya todo un siglo, o más. Jünger sabe que la capacidad de matar no está negada a nadie que esté en sus facultades y la locura es una puerta abierta para todo aquél que esté dispuesto a traspasarla. Retomemos un poco la trama para poder ser más claros.
Jünger en esta novela habla de un joven, de Sturm, quien no es otra cosa que su alter ego. Permítaseme hacer una pequeña digresión más: con el tiempo he llegado a pensar que los escritores que verdaderamente vale la pena leer son aquellos que tienen alter egos. Hagamos una lista rápida. Tolstoi, en Ana Karenina, Levin; Thomas Mann, La montaña mágica, Settembrini y Naphta; todo los hermanos Karamazov, Dostoievski; Brausen de La vida breve, Onetti; Stephen Dedalus, Joyce; Geoffrey Firmin, Malcolm Lowry; Joseph K., Kafka. La lista es muy larga, desde luego, pero a veces he pensado que cuando necesitas un alter ego para contar algo es porque realmente tienes algo que contar; de otra manera solamente se entra en ensoñaciones completamente anecdóticas, que no tienen la fuerza para ser dichas. Desde luego estos es debatible, pero considero que habría que ir pensado un poco en este tipo de fenómenos. Yo hablo de ponerse a escribir y decir cosas, no para ganar becas, ni premios, sino para decir cosas incómodas, cosas que podrían costarle el puesto al editor o al mismo escritor; si las vas escribir no tiene caso ocultar los actos. Otros por supuesto ha mantenido los nombres, pero eso quizá sea la mejor manera de construir alter egos. Por ejemplo, los dos Jorges, Borges y Semprún. De esta manera Jünger construye un alter ego, Sturm. Habla de su pasado y de su presente y deja entrever su futuro. ¿Cuál es el futuro de un joven que apenas hacía dos años se encontraba estudiando zoología (como Jünger) y que ahora apunta a través de la mira de un fusil la cabeza de otro hombre (como Jünger lo hizo)? ¿Cuál es el futuro de este hombre que apenas dos años atrás había visto la vida como algo lento, alejado de la muerte, cuando ahora la muerte incluso es el bien mayor? ¿Cómo será el futuro de esta sociedad, ahora que la muerte se ha industrializado, ahora que ya no se trata de ser el más valiente ante la lucha, sino de ser simplemente una estadística menos dentro del reporte de bajas del ejército? Sé que estas preguntas pueden sonar muy cursis, especialmente para nosotros, quienes estamos envueltos en ese futuro que Jünger quiso imaginar. Las decapitaciones para nosotros están a un clic de distancia, pero más aún, a unos quince minutos de distancia. ¿Quién de nosotros no ha visto algo parecido? Digan la verdad, lo que antes era el horror, para nosotros se ha convertido en la cotidianidad. Sé que decir estas palabras aún nos atemoriza a algunos de nosotros, pero de ahí llego a la conclusión de que el discurso de Jünger a pesar de tener casi un siglo de antigüedad todavía es vigente. Al menos lo es más que toda la crónica y la novela del narco.
El problema con la literatura del narco es que los autores que escriben acerca de eso no tienen la intuición para hablar de dichos temas, no la tienen básicamente porque no han vivido lo que cuentan, ni remotamente; sus vivencias parten de notas de periódico, son vivencias de escritorio o de simple borrachera. No porque entres a un bar peligroso para date baños de pueblo ya conoces lo que pasa. Eso se nota cuando quieren sorprendernos, porque saben que escriben para el mismo tipo de gente que son ellos, escriben para escritores, pero no escriben para iguales, no escriben para esta sociedad que lo ha vivido realmente. Son demasiado explícitos y desean sorprender por medio de este método, porque no conocen las claves. La mejor literatura es la que calla, le oí decir a una compañera alguna vez, y eso es verdad, la mejor literatura es la que no es explicita, porque nombra las cosas desde la experiencia (a otros que vivieron esa experiencia); entre estos individuos no es necesario explicar y desde cierta manera se habla en clave, siendo completamente claros, sin censura. Jünger no se preocupa por explicar porque le habla los alemanes que lucharon, a los que vieron los cadáveres, a los que conocen a quienes se fueron, a los desaparecidos; les habla sin lástima y sin compasión y sin cursilería, porque es uno de ellos. Lo que pasa con la literatura del narco es que no le habla a nadie. Le hablan a gente de escritorio, a gente que realmente no vive lo que pasa en nuestro espacio.
Como quiera que fuere, la vida de los sentidos era hoy más intensa. Eso lo expresaba ya el ritmo de la respiración cuando se estaba al acecho frente al enemigo. No se era entonces sino músculos y tensión, ojos y oídos. ¿Quién habría soñado con esas sensaciones dos años atrás? ¿Cuál era la causa de todo eso? ¿Era la patria? Cierto, Sturm tampoco había podido sustraerse al delirio de 1914; sin embargo sólo cuando su espíritu hizo abstracción de la idea de patria vislumbró la fuerza que le daba impulso con enorme ímpetu. Ahora, los hombres de todos aquellos pueblos hacía tiempo que le parecían como esos enamorados, cada uno de los cuales se desvive por una sola mujer, sin saber que todos ellos están obsesionados por un amor.
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Mi pregunta sería, cuántos de nosotros no vivimos esto, cuántos de nosotros al tomar un fusil, una máquina ametralladora no nos preguntamos lo mismo ¿qué fue lo que en aquel entonces le ocurrió a él, al hombre de libros y de cafés literarios, al intelectual de rostro nervioso? ¿Qué le había hecho alistarse en el Ejército, enfrascado como estaba en la tesis doctoral? Por supuesto que lo particular de la pregunta cambiaría, pero no lo esencia. ¿Qué fue lo que en aquel entonces ocurrió a él, al hombre de oficina y de desayunos en hoteles, aquel de rostro nervioso? ¿Qué le había decidido adentrarse en esta guerra? ¿Qué le había convencido que no importaba haber tenido un título universitario para adentrase en este mundo de la muerte? Desearía saber a cuántos de nosotros no nos ha pasado por la cabeza intentar algo parecido, cuántos no están metidos ahora, preguntándose estas cuestiones. Desde luego que lo negaremos y desde luego que es algo que a muchos de nosotros nos incomoda, pero a cuántos de nosotros realmente nos sucedió lo que Jünger cuenta en su novela. La literatura del narco aún está muy lejos de tener esta profundidad psicológica y está muy lejos de tener una obra tan lúcida y tan verdadera como la de Jünger. Eso es razonable, porque casi todos los novelistas que ahora escriben sobre dicho tópico son nacidos de los setentas para atrás (herederos de un México pasivo y cobarde, espantados por lo que le pasó a la generación del 68); como el veinteañero Jünger, la novela del narco, la verdadera novela del narco nos corresponde a nosotros, a los nacidos en los 80’s, pero sobre todo a los nacidos en los 90’s.
Datos bibliográficos
Jünger, E. El teniente Sturm. Editorial Tusquets. México:2014.