Nuestra ciudad por primera vez parece estar construyendo una tradición literaria. Con esto no quiero decir que no la haya habido desde mucho tiempo atrás; sin embargo, en años recientes se ha comenzado a pensar a sí misma. Los escritores o literatos de la región han intentado sacar nombres que podrían insertarse en una especie de canon lagunero o coahuilense si ustedes gustan. Eso no tiene nada de malo y hasta es natural. El único inconveniente es que por lo común aquellos que llevan la voz cantante, es decir aquellos que tienen mayor “renombre”, se han preocupado solamente por mencionarse a sí mismos como los mejores exponentes de nuestro mundillo literario.
En últimas fechas se ha hablado mucho acerca de un boom regional. El peligro se encuentra en el tono ya que en muchas ocasiones se implica que los escritores regionales actuales son lo mejor que han dado estas tierras. Eso a mí no me incomoda en lo particular, uno puede decir lo que le venga en gana de su obra, pero en lo general creo que no es del todo pertinente, porque con este tipo de declaraciones se oculta, se elimina grotescamente a todos los escritores previos que abrieron camino y que generaron confianza en el resto del país respecto a lo que se escribe aquí.
Se habla mucho de escritores premiados y no premiados, se cacarea toda la posibilidad de estos, que aún pueden considerarse jóvenes. Yo me he dado a la tarea de leerlos a casi todos y quisiera comentar que por lo pronto no hay un cuentista que alcance lo que una generación previa ya habían hecho con Francisco José Amparán y Sergio Ríos Zapata.
Desgraciadamente lo que ocurre, considero, es que no hay memoria. Es decir, los escritores jóvenes y no tan jóvenes actuales piensan que son los únicos que han escrito por aquí en Torreón. Sale un librito en una editorial comercial o independiente, dos o tres, y ya son incomparables. Son incomparables porque de esa manera se mantienen intactos. No hay nada peor que un escritor que no se despeina con los que vinieron antes que él. No hay nada peor que un escritor que no sabe pelear en el campo de la literatura. Por supuesto la pelea se da consigo mismo, pero a través del otro. El otro incomoda, el otro resplandece y eclipsa lo que se pueda llegar a ser. Lo más triste es que los escritores jóvenes, y conste que yo soy uno de ellos, nunca entendieron lo que es escribir un bueno cuento. Aquí les dejo dos, de estos maestrazos laguneros. A ver, ¿díganme quien recientemente ha escrito algo mejor en el género del cuento?
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