A un año de Registros de Voz
¿Por qué demonios hacer una revista? ¿por qué de literatura, y en un medio electrónico, además? Y sobre todo ¿en un lugar y un tiempo en el que la gente lee poco y tiene mil maneras más atractivas de entretenimiento y ocio? ¿A quién realmente le importa?
Esas fueron las primeras preguntas me hice internamente cuando iniciamos este proyecto llamado Registros de Voz. Todo aquél que tiene un poco de cercanía a algunos círculos literarios y se rodea del ambiente literario-artístico-cultural, al menos en La Laguna, inmediatamente se da cuenta de que es un ambiente pobre, desértico y seco como el mismo ambiente natural.
Ese ambiente cultural repleto de espectadores más que creadores, mediocres en todo caso, con excepción de pocos artistas genuinos arrastrados al ostracismo, un ambiente que atrapa mágicamente los prejuicios que se tienen de la provincia, atrasada y persecutoria de modas, repleto de “aficionados” que admiran el arte sacralizándolo o envileciéndolo, o de los que tratan las pasiones literarias o filosóficas como un “hobbie”.
Sabiendo de este ambiente cultural, habría que forzadamente hacer la pregunta y responderla ¿quién está esperando ansiosamente otra revista de literatura? La respuesta es que el público, el consumidor o lo que sea, no espera nada, solo quedaría tal vez darle la oportunidad más de una vez al lector y demostrar que la revista tiene su capacidad para mantener el interés.
Con todo eso la revista me hacía desgarradoramente feliz precisamente por cierto fracaso de antemano previsto, y esa manera de emprender dichosamente un proyecto sabiendo que estaba destinado al olvido, sin embargo, que precisamente eso que pasa totalmente desapercibido para un gran público, eso que a muy pocos interesa, que fuera para mí un gran logro, un alivio, una respuesta.
En estos y otros ambientes, cualquier artista, actor, escritor o lo que sea, debe estar muy consciente de su público. Consciente no del público en general porque es vago y en todo caso se compone de muchas cosas que en realidad no son lectores. Pero tampoco de su crítico académico de acervo gigantesco, si es que los hay que pongan atención a las revistas electrónicas de producción independiente. Más bien debe estar muy consciente del público culto, el público atento y constante, abierto a propuestas diferentes, que es muy poco.
No digo que el artista deba fijar su visión en un público o lector ideal, porque no existe ni puede existir, a diferencia del otro que describí antes. Hablo de ese público que en estos tiempos y lugares es muy extraño encontrar, pero que seguramente existe en algún escondrijo de la red. Escribo entonces para todo público, pero con esfuerzo de hacerlo para un excelente lector.
La pregunta renovada, otra vez hecha ¿para qué otra revista? Si la nuestra fuera una empresa con fines de lucro esas preguntas hubieran detenido desde raíz el proyecto. Las preguntas entonces siguen siendo válidas y necesarias. ¿Para qué una revista de literatura por internet? En todo caso es una pregunta que en realidad se extiende hasta preguntarse por el sentido de la literatura y el arte en una sociedad apática y barbárica en su mayoría: ¿para qué literatura en esta sociedad?
Pero fui muy lejos, y tal vez sea innecesario si lo que hay que responder es a: ¿para qué sirve, al público, una revista de literatura donde unos desconocidos escriben, y por puro gusto? Dicen que el que ha perdido toda esperanza en realidad se queda mudo y que siendo una posible pérdida total de tiempo, el arte y la escritura es supervivencia anímica.
Esta infantil alegría en realidad encierra un gran compromiso, tal vez mi más grande compromiso, y la esperanza de que las personas no están sumidas en estructuras sociales que determinan la permanencia de su ignorancia o su cultura. Es decir, cierta esperanza en que las personas pueden educarse y educar a otras, con mucha libertad y esfuerzo por asumir la responsabilidad de compartir con el otro, de ayudarlo a que viva su vida de manera distinta al hombre-masa conducido por los medios de comunicación.
Esperanza como tal, y por eso es muy probable que sea estúpida, de que es posible una comunicación auténtica de persona a persona y compartir placeres intelectuales e ideas, convencido de que la buena literatura puede y debe ser un placer, un recreo más que una ociosidad, una apertura más que un enajenamiento egoísta y solitario, una manera de identificarse más propia y profunda consigo mismo y el otro, más que una simple tendencia de gusto y falsa presunción, eliminando todo ambiente donde se idolatra a la personalidad y no a las obras.
En un país de mucha barbaridad, donde poca gente tiene acceso a la cultura, donde la gente con cierta educación no escapa del todo a las modas y a las malas producciones culturales, donde también la educación y los programas culturales están sujetos al favoritismo y a la corrupción, finalmente en una sociedad apática. Frente a todo eso me dije: hagamos una revista.
La buena literatura se escribe desde cualquier lugar, es íntima y geográficamente localizable en su contexto, pero en su contenido no tiene tiempo ni lugar, por lo tanto es universal. Esa literatura universal, de la que algunas nuevas librerías le ponen una sección aparte, no debería diferenciarse del resto de las materias ni del conocimiento general. Debería ser un espacio en el que todos participan. Hacia allá debería ir la revista, pensé.
No digo con esto que yo escribo efectivamente solamente buena literatura ni que mi literatura supera la barrera del regionalismo para volverse universal. Digo que hago el esfuerzo de hacerlo, y con una esperanza puramente estúpida, estúpida y feliz, pero no ignorante. Hago el esfuerzo de escribir bien aunque la mayoría de las veces no lo logre. Estoy aprendiendo. Mis lectores me disculparán.
Con esa idea fija me propuse participar activamente en la revista Registros de Voz y para no traicionarme en mis propósitos me hice las siguientes promesas personales para con la revista y con la calidad de los textos publicados:
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Hasta este momento creo que sólo he inclumplido este último punto dado que sería difícil, económica y materialmente, disponer de todas las películas de las que quisiera escribir, y sobre todo, es difícil contenerse de reseñar algo que me ha apasionado. En fin, no caben excusas.
Así, en este mes en que la revista cumple un año de vida, aún con sus inconstancias y fallas como todas las obras humanas, se mantiene y lo festejo felizmente, agradecido con mis compañeros que también han hecho posible su existencia y su logro.
Convencido estoy que cada año debemos plantearnos las mismas preguntas y tratar de llegar a otras respuestas, unas respuestas distintas, porque la reflexión en muchas ocasiones es inagotable porque los contextos se transforman. Espero el próximo año estar hablando de ediciones impresas, de colecciones publicadas en formatos descargables o incluso de formatos impresos.
Sin querer emocionar inútilmente a nuestros lectores con deseos de año nuevo, espero solamente estar escribiendo unas palabras para un segundo año de revista, esperando la continua compañía de nuestros lectores.