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La puesta de la obra Luz de gas del dramaturgo inglés Patrick Hamilton, poco conocida en México y, por ende, en La Laguna, inicia el camino que tiene por recorrer para llegar a significarle algo al público lagunero.

Va de la mano de Enrique Esquivel, quien hacía ya bastante tiempo que no ejercía el oficio de director para los laguneros; además, se les unen Karina Carrasco, Alam Sarmiento y Jesús Aviña, figuras altamente reconocibles en nuestra escena por su presencia constante, pero que no habían actuado juntos.

Ellos, actores maduros pertenecientes a escuelas de formación teatral disímiles, en conjunto con un director cuya visión creativa rebasa ciertos estándares, logran una obra que privilegia el diálogo, la acción dramática, la ambientación, y una sólida construcción de los personajes.

La dirección –que da equilibrio a todos los esfuerzos-, se apoya en dos pilares muy firmes. El primero es el desempeño histriónico de Alam Sarmiento (Sr. Manningham) y de Jesús Aviña (Inspector Rough). Son actuaciones sobrias, cargadas de emoción, que respetan el campo emocional de sus personajes. La actuación de Karina Carrasco (Sra. Manningham) tiene dos sentidos a causa del todo de la obra. Es que su tema no es fácil de asir. ¿Es un thriller o es el trayecto de la heroína hacia su redención?
La historia se centra en que el Sr. Manningham quiere volver loca a su nueva esposa, Sra. Manningham, para buscar tranquilamente las joyas de la esposa anterior, a la que asesinó tiempo atrás. El inspector Rough le sigue la pista, y pone en alerta a la actual consorte. Su esfuerzo se centra no tanto en demostrar la culpabilidad del esposo, sino en convencer a la Sra. Manningham del engaño del que ha sido víctima.

En contraste, el director nos dice en el programa de mano que:

Luz de gas (1938) refleja, en el marco de la moral victoriana, la pérdida de individualidad en las relaciones amorosas. En el 2015 la individualidad sigue negada a los hombres y mujeres en nuevas formas de esclavitud que emplean el mismo método: tratar al otro como una “propiedad” y no como una conciencia. De esa manera, se anula efectivamente la voluntad. Hoy ¿quién es libre?

Y lo demuestra con la escena en la que la Sra. Manningham confronta a su esposo: ella transita de la sorpresa hacia la decepción, y luego, en un diálogo intenso, se libera del yugo de su supuesto amor hacia el Sr. Manningham.
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A esta intención creativa, se impone la atmósfera de misterio por resolver con la misma fuerza. Estamos, pues, ante dos propuestas significativas que se pueden leer en la puesta. Si es tal o cual, o las dos al mismo tiempo, es cosa que no demerita el producto final, que resulta firme, fino y cuidadoso de cada detalle.

Tal firmeza, tal finura y tal cuidado son efectos de la dirección de Enrique Esquivel, pero también, y en gran medida, son efectos determinados por el lugar, Plan B Estudio Teatro, y es el segundo pilar donde se apoya la dirección.

En buen plan

Si vienes de Torreón, vas a ver el Isauro Martínez, el Nazas, el Salvador Novo; los de cámara de la U.A. de C. y el Jorge Méndez, y el Alfonso Garibay (antes Mayrán); acá en Gómez topas con el Alberto M. Alvarado y el Dolores del Río; te sigues derecho a Lerdo y allí encuentras el Centauro.

Todos estos teatros comparten su agenda a los creadores escénicos, bajo convenios diversos; han creado y sostenido festivales, cursos de capacitación y compañías teatrales, con una efectividad y éxito directamente proporcional al interés y cualidades de gestoría de cada uno de sus directores.

“¡Aquí está el espacio!” se dice. Supongamos que los creadores escénicos solamente buscan espacio. Pero, ¿cuáles son las circunstancias en las que se buscan y en las que se acceden a los espacios?

La circunstancia económica es una. En ella podemos observar que cada teatro tiene una dinámica propia de producción que determina el espacio cedido a cada compañía. Es un tema de importancia y tan amplio, como aquél en el que podríamos analizar si el teatro (elemento físico) pertenece o no al teatro (fenómeno cultural de creación). Por el momento, debemos enunciar esta circunstancia, dejando para otra ocasión su análisis ya que precisa un mayor espacio y un gran derramamiento de tinta.

Digamos que la circunstancia que envuelve esta búsqueda de espacios es la necesidad poética de hacer teatro con todo lo que ello implica: elegir y estudiar una obra, seleccionar actores, experimentar mediante la elaboración de una propuesta escénica, ajustar constantemente los trazos, la modulación de la voz y la proyección de los actores hasta integrar, en un todo poético, el espacio con la propuesta en sí.

La tendencia de nuestros creadores escénicos es la de hacer un teatro que concentra la atención del público sobre un momento y un lugar adecuados para el desarrollo de la acción dramática. Se producen obras en un acto, con pocos personajes, austeras en escenografías, con una duración máxima de una hora, porque así se puede ver con claridad las facultades técnicas con las que se cuentan. Para cumplir con tal tendencia, los creadores han elegido al teatro de cámara Jorge Méndez, por sus características estructurales.

En comparación, Plan B Estudio Teatro, en su condición de espacio escénico, por su estructura -que mantiene aún más cercano al público, lo hace observar desde tres perspectivas y lo hace escuchar de manera más atenta-, conforma un microcosmos que determina en su totalidad la forma hacer teatro: íntimo, cuidado, esencial; resonancias estéticas que registra Luz de gas.