Son pocos los libros que he releído y releído una y otra vez con asombro. Por lo común un texto sólo tiene la fuerza para sorprender una ocasión. Por ejemplo cuando leí La náusea de Sartre tuve mucho ánimo e interés en lo que decía, pero cuando terminé el libro y volví a la primera página supe que el texto por el momento ya no me revelaba nada. Se había consumido en una primera vuelta.
Así me pasa la mayoría de las veces; no obstante, como es de esperarse, tengo excepciones. Una de ellas ha sido Absalom, Absalom! de William Faulkner. Es uno de esos libros circulares que al terminar de leerlo no quiere decir que lo has acabado, sino que simplemente has transcurrido por el primer círculo y que al abrir otra vez la primera página empiezas a ver con mayor claridad lo que a primera vista parecía insignificante. Otro ejemplo de este tipo de textos es la consabida novela de Juan Rulfo Pedro Páramo. Son obras que en lugar de morir, al finalizarlos, recobran más vida. El tercer libro que por lo pronto agregaría a esta lista es Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato (la he leído tres veces en menos de un año). Sin duda está a la altura de las otras dos mencionadas.
Sábato es un autor polémico, muy criticado y hasta cierto punto despreciado. Muchos autores, como Cesar Aira, lo desechan hoy en día. He encontrado comentarios que señalan pestes de él. Desde luego que esto es muy discutible. Sin embargo, lo que sí parece claro es que no recibe la misma admiración y respeto del que gozan los otros dos autores argentinos mayores: Borges y Cortázar.
Lo que sucede con Sábato es que a lo largo de su vida constantemente hizo comentarios muy duros de la obra de otros y también de la sociedad. Cuando uno lo escucha en las entrevistas (https://www.youtube.com/watch?v=tj6r4yjOlK8), da la impresión de ser un resentido, un fracasado, un reaccionario, alguien que quiso escribir la gran obra y que nunca lo hizo. Si uno se guía llanamente por esto, puede llegar a pensar que sus argumentaciones están fuera de proporción, que pide lo que él mismo ni siquiera ha logrado, que él lo que quiere son incendios en las hojas de la literatura. Al escuchar estas frases, estas ideas de boca de un autor que critica a otros, uno tiene la necesidad de exigir ejemplos; uno hasta puede llegar a comentar que Sábato no sabe lo que dice, que es un pobre diablo.
Si solamente se lee su primera novela El túnel se piensa, casi irremediablemente, “es una buena novela, pero aquí yo no veo la potencia de ese Sábato criticón y pesado de las entrevistas.” Estoy casi seguro que la mayoría de los lectores se quedan en esta encrucijada y que por eso Sábato queda relegado como ese autor envidioso de Borges o receloso de la cercanía de Cortázar. Pero la verdad es que cuando uno se sumerge en ese mato grosso que es Sobre héroes y tumbas por fin uno comprende a lo que se refiere este escritor y no queda de otra más que darle la razón. Especialmente cuando se llega al delirio del “Informe sobre ciegos”, sección que por sí misma podría haber sido una de las novelas más importantes de la literatura no solamente latinoamericana, sino universal.
¿Qué podemos argumentar para apoyar las ideas anteriores? Bueno, en primer lugar considero que es necesario recalcar una de las cuestiones más importantes, a mi modo de ver, de la literatura contemporánea. En otros textos he comentado que existen ciertas temáticas que ya no justifican la escritura de un libro. Desde luego que se puede escribir de lo que se venga en gana y yo no voy a rechazar esa literatura. Sin embargo, considero que la verdadera preocupación de la literatura es la reflexión acerca del Mal radical.
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La obra de Sábato está estrechamente relacionada con el Mal. Ya desde el asesinato cometido por Juan Pablo Castel, hasta las disertaciones del mismo Sábato en Abaddón, el exterminador, la escritura de este argentino ha estado preocupada por comprender dicha cuestión humana, quizá (como el mismo Revueltas lo dijo) la más humana de las cuestiones. Considero que desde este punto de vista Sábato es quizá el más actual de los escritores del Boom. No sé puede negar que otros autores depuraron la novela como nadie en nuestra lengua o que abrieron el espectro para que la literatura latinoamericana floreciera a un estatus de universalidad, pero también es cierto que muchas de las inquietudes de aquellos libros han quedado poco a poco en desuso. El ejemplo más claro de esto considero que es Gabriel García Márquez, debido a que la sociedad latinoamericana a pesar de la pobreza y la marginación de la que no ha podido escapar con el tiempo ha comenzado a perder esa inocencia que se percibe en los personajes de Macondo. Lo contrario ocurre con Sábato. El problema de las desapariciones forzadas, el problema de la desigual económica, el problema del exterminio, del final de los tiempos, de lo absurdo y de la procuración de la maldad, como esencia natural del sistema, está más presente que nunca y su crítica también. En este sentido Sábato es un escritor que abrió puertas para el futuro y no tanto un escritor que rescatara un pasado mítico (cómo casi todos los latinoamericanos, aunque Sábato en algún punto también los hizo). Su escritura pareciera que fue escrita para aquellos sobrevivientes del apocalipsis, para que comprendieran cómo había sido que se les heredaba un mundo destruido. El culmen de dichas disertaciones, el culmen alucinante de todo lo que he comentado es el ya mencionado “Informe sobre ciegos” redactado por uno de sus personajes más importantes: Fernando Vidal Olmos.
A Sábato casi siempre se le reclama su vena existencialista. Se le quiere denigrar comentado que su primera novela es una copia de lo que escribieron los franceses, como Sartre y Camus. Desde luego que no se puede negar la relación que tiene con dichos escritores. Pero también considero que sería sumamente difícil escribir una novela con la calidad suficiente como para que Camus y Mann quedaran sorprendidos por lo que este autor había hecho. Sábato en este aspecto también es un rompedor de paradigmas. ¿Cómo un latinoamericano puede escribir con la profundidad psicológica y filosófica de los novelistas europeos? Casi siempre lo que se busca en la literatura de nuestra área geográfica es mero folklorismo (como en la novelas de Fuentes). Sábato es uno de los primeros escritores latinoamericanos que supera esta cuestión y se mete de lleno a los problemas de la modernidad y sus contradicciones, pero con la ventaja de que lo hace desde la periferia, desde un país de tercer mundo, en una lengua que (en su tiempo) no estaba autorizada para hablar de ello. Por eso cuando se le hace dicha crítica considero que se está siendo injusto con este escritor argentino y no únicamente eso, sino que también se intenta limitar el desarrollo de una de las literaturas más vivas del mundo, con más posibilidad de crecimiento en importancia y en profundidad de todas las que existen ahora.
Y sin embargo, pensar a Sábato como un escritor existencialista es reducirlo enormemente. Porque en Sobre héroes y tumbas no nada más se encuentra esta posibilidad del mundo. En este sentido casi nadie habla de la vertiente surrealista que tiene este libro. El “Informe…” más que existencialista tiende a ser surrealista. Quizá nadie habla de este parentesco porque es probable que el surrelismo tenga un estatus positivo dentro del arte, y nombrar a Sábato dentro de este grupo (en donde según Breton se encuentra Rimbaud, Nerval, Mallarme, Novalis y Poe) es también legitimarlo, alzarlo por sobre todos aquellos que no han tenido la posibilidad de adentrarse en la psique humana como lo han hecho los endemoniados.
Fernando Vidal Olmos es un poseído, es una especie de profeta y a través de su locura podemos (he aquí otro rasgo a resaltar, lo Quijotesco de esta novela) ver la realidad con ojos mejor dispuestos. Es un personaje que conecta, por otro lado, ese pasado mítico de los libertadores de América, de las nuevas naciones, de la hermandad latinoamericana, con el apocalispsis de las ciudades modernas de esta parte del mundo, como lo son la Ciudad de México y Buenos Aires (no son las únicas), esas ciudades sobrepobladas, en las que lo que menos podemos encontrar es una identidad nacional o un proyecto de modernidad, esas ciudades que aparecen en las literaturas anglosajonas o europeas como ciudades dignas de novelas de ciencia ficción, pero que en nuestros países son realidades muy concretas y presentes. Sábato lo abarca casi todo esto en su segundo libro, lo cual lo hace uno de los autores de lengua española más importantes y al mismo tiempo pone a esta literatura por encima de sus influencias fundadoras, como lo fueron los francés de principios del siglo XX.
Esto sin olvidar la maestría del lenguaje, los saltos de tiempo, las voces entre cruzadas, lo cual me hace recordar a Faulkner, pero con la ventaja y la admiración de que este libro está escrito en la segunda lengua materna más hablada del mundo.