Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

La luz que causa una bala

No faltará quien diga que el teatro juvenil –el protagonizado por adolescentes- ya no tiene mucho que ofrecer. A este crítico imaginario debo pedirle que considere la obra de Saúl Enríquez, La luz que causa una bala, como algo diferente a lo que vemos con frecuencia en nuestros escenarios, donde se estila hacer un teatro juvenil demasiado crudo o demasiado cándido.

La obra tiene la virtud de hacer funcionar en términos teatrales la unidimensionalidad de los personajes, el rompimiento de la cuarta pared y la energía de actores adolescentes, mediante una historia melodramática.

Valiéndose de un dinamismo en el trazo escénico que rompe con el primer plano al que nos hemos acostumbrado, se potencian los ángulos de vista y el tono simple, plano, sin matices que un actor amateur usa en su voz cuando inicia en el teatro. Además, se vale de gags estilo norteamericano que hemos visto en comedias románticas en cine o en series de televisión para divertir. Saúl Enríquez crea un equipo de jóvenes al más puro estilo de la serie Friends –o The big bang theory, Two broke girls, entre otros programas.

Los amigos de esta obra, Pepe, Bebé, Chamito (un personaje sordomudo), Pirata (que es un perro), Josefina, y los Jugadores, se quieren, se odian, se reconcilian, se burlan de sí mismos, se acompañan y fortalecen su amistad.

Esta serie de hechos, propios de un adolescente, se desarrollan bajo un velo de violencia, lejana pero inminente, que pudiera acabar con ellos en cualquier momento.

Pepe y Josefina, hermanos y huérfanos de padre y madre, regresan a la ciudad -no dicen cuál es- en la que vivieron los primeros años de infancia, con la intención de encontrar algún rastro de sus padres. Allí conocen a Bebé, una muchachilla traviesa que conduce a todos en las aventuras que se corren. De ella está enamorado Chamito, el personaje sordomudo, quien funciona de una manera excelente para la comedia y para el melodrama. Los Jugadores, comparsas que de vez en cuando hablan, ayudan de una manera eficaz en el dinamismo de la obra. Y Pirata -perro que habla pero que nadie escucha- es el comentarista de algunos hechos que observamos.

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El peligro de morir en cualquier momento se desenvuelve como un hecho extra escena, a intervalos, despegándose por completo de los personajes a tal grado que es olvidado por el espectador. El dramaturgo lo retoma al final cuando en la fiesta de cumpleaños de Bebé, sus amigos malandros son detectados por otro grupo de malandros quienes disparan contra todos los que se encuentran en el salón de fiestas.

Pero funciona, lo reitero. Conmueve, atrae, crea canales de comunicación con los espectadores. Tiene los elementos suficientes para hacernos recordar que los eventos que distinguieron a La Comarca Lagunera como uno de los lugares más peligrosos para vivir, no hace mucho tiempo que pasaron.

Desde hace tiempo traigo en mente la idea de que el público lagunero está listo para que se le hable de la violencia. Ver en términos poéticos las balaceras, los secuestros, los muertitos regados por las calles, la complicidad del gobierno con el crimen organizado, las ejecuciones masivas en bares, los colgados, las represalias por denunciar, que están en la memoria emocional colectiva de los habitantes las tres ciudades hermanas, Gómez Palacio, Lerdo y Torreón.

El mejor medio sería, de momento, el teatro y no la pésima narrativa postnorteña, de la que prefiero no hablar porque me resulta fastidiosa.

Volviendo al tema para cerrar, La luz que causa una bala es un proyecto complejo que involucra muchas voluntades. Se conjuntan en él, un dramaturgo, director y actor de renombre y presencia nacional; el Teatro Nazas, la Secretaría de Cultura de Coahuila y el INBA; y la riqueza de jóvenes que desde su perspectiva nutren el cuerpo de la obra.

En definitiva hay un saldo positivo. En esta era teatral debe extender su temporada, no solamente en el Teatro Nazas, sino en otros espacios. De hecho, debe ser vista principalmente por más jóvenes. Debe contabilizarse, en una mayor proyección cultural, como una obra que se integra a un repertorio temático más lagunero.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.