Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

JAMLET MACHÍN O DE ¿POR QUÉ LOS ACTORES NO ESTUDIAN FILOSOFÍA?

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El día 18 de Marzo del presente dio inicio el Primer Foro Escénico de la Laguna con el unipersonal de Sergio Ortiz Jamlet Machín o de la vida, el amor, la muerte y de todo lo contrario, en Plan B Estudio Teatro. Tal puesta me provocó la inquietud por tratar dos temas de importancia dentro del fenómeno social llamado teatro, y que a continuación desarrollaré, tratando de ser breve.

De los conceptos.

En recientes fechas se ha visto la palabra ‹‹unipersonal›› tratando de sustituir a la palabra ‹‹monólogo››. Por más que le he leído y visto obras de tal índole, no encuentro una diferencia estética. Creo que el ‹‹unipersonal›› es una variación del ‹‹monólogo›› con mayores licencias escénicas.

En lo que respecta a Jamlet Machín… es tan licenciosa que sobrepasa los parámetros acostumbrados del lenguaje (más de la prosa o del ensayo), de la dirección (el actor parece dirigirse solo e improvisar sobre la marcha), y en su esfuerzo frenético por darle un nuevo sentido simbólico a tres elementos: el juego de la rayuela, un corazón de res, y el cráneo con el que Hamlet medita sobre el ‹‹ser o no ser››.

Todo esto se puede hacer dentro de un ‹‹unipersonal›› como dentro de un ‹‹monólogo›› y viceversa. Entiendo entonces que la única diferencia es un cambio nominal tan característico de la época, como el de decir ‹‹narraturgia››, ‹‹teatro postdramático››, ‹‹experimentación››.

Siguiendo con el tema nominalista, Jamlet Machín… es un juego de palabras, mera chilanguería o pochismo al estilo de Tin Tan o al de la popular acción poética Tepito, sin ninguna diferencia de grado estético, ni originalidad, pero que puede funcionar para el divertimento, el cotorreo, o para hacer un arte acá, un teatro acá.

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En la sinopsis de la obra se nos dice lo siguiente: “tiene un corte filosófico que busca, a partir de la figura de Hamlet de la versión de William Shakespeare, exponer un compendio de las emociones que se presentan a lo largo de la vida de cada persona, desde su nacimiento hasta su muerte, haciendo hincapié en una característica trascendental y fundamental del ser humano: el amor”.

En efecto, Jamlet Machín… ‹‹unipersonal›› de Sergio Ortiz, basado en Hamletmachine Heiner Müller, aborda todo eso. Habla y habla sobre la frustración, el amor, el estar muerto en vida, la indecisión… digamos que es un compendio muy básico del existencialismo, doctrina filosófica de la que Jean-Paul Sartre y Albert Camus son representantes.

Estos dos filósofos franceses también fueron dramaturgos. En su escritura, siguieron el imperativo categórico teatral show don’t tell. Ellos crearon historias que mostraban su punto –como La puta respetuosa y El malentendido, respectivamente-, sin argumentar, sin diatribas, sin decir. Porque ellos entendieron que para ello había otro género literario, el ensayo filosófico.

Volviendo al Jamlet Machín…, encuentro que hace lo contrario, dice pero no muestra. La obra se vuelve una enumeración de frases, arengas y aforismos cuasi filosóficos, con una tendencia moralina, y jamás muestra un drama claro y concreto, que sería algo más inteligible para el espectador.

Si esta es la tendencia del teatro actual, que sea bienvenida. Ya antes habíamos visto en nuestros escenarios una obra similar en estructura, Gravedad horizontal -en el 2015, presentada también en Plan B Estudio Teatro-, que me dejó los mismos cuestionamientos que menciono.

Le agrego uno más. Al parecer, esta clase de teatro no comprende la filosofía. Usa los postulados postmodernos tan a la ligera, como si más bien nuestra época no necesitara un pensamiento riguroso ni ideología firme que nos ofrezca una antropología de la cual partir para crear.

El tiempo que todo lo resuelve para bien o para mal, dará la razón a esta clase de teatro. Mientras tanto, en lo que tardamos en comprenderlo, lo único que podemos exigirle es que explote todo el rango de talento con el que cuente el actor.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.