Antes que nada, quiero avisarles que de ahora en adelante usaré las siglas FEL para referirme al Primer Foro Escénico de la Laguna, no por imponer una moda, sino por ahorrar tiempo en la lectura.
Entonces, el 20 de abril del presente, en el FEL, tocó la visita de la compañía Tepalcate Producciones, con la obra Jacinto y Nicolasa de Camila Villegas, dirigida por Alberto Lomnitz, protagonizada por Olivia Lagunas y Bernardo Velasco.
Sea cual sea la ocasión, las visitas de compañías del DF o de cualquier otro estado de la república parecen, a primera vista, prescindibles. Es que no siempre muestran nada nuevo, mejor, sorprendente. Ahí es cuando decimos “aquí lo hacemos igual”, “¿pos no qué está estidiáo el hombre?”, ¡Mh! ¿Pá esto vine?”, y frases por estilo.
¡Ah! Pero con Jacinto y Nicolasa no sucede lo mismo. De hecho, la obra es de gran calidad. La actuación y la dirección son excelentes, lo mismo que la música y la iluminación. El texto realmente es dramático, o sea poético, intenso, conmovedor.
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Vemos cómo estos personajes –tridimensionales y ricos en matices- se aferran a un rastro de esperanza basada en su carácter indígena, tradicional, sincero, muy cercano a la tierra, a los sueños, a la vida. Pero al final se rompen a causa de la trágica burocracia o más bien a causa de la intervención del hombre civilizado en su entorno social. Jacinto es procesado de la manera más humillante y Nicolasa descubre que su hijo se ha convertido en un sicario.
La obra tiene una resonancia social. Claramente está hecha para concientizar –sin ser panfletaria- a la sociedad sobre el problema indígena. Actitud que es muy del centro y del sur del país.
Acá en el norte es diferente. Vemos a los indígenas como algo ajeno a nuestra sociedad. En redes sociales hay más gente indignada por la muerte de un perrito, el maltrato a los burros, las corridas de toros, que por darle de comer a los indígenas que viven en la Laguna. (Esto lo escribí porque el activismo virtual animalista me parece ridículo).
Volviendo a la seriedad, veo que realmente somos un tanto ajenos a los indígenas de nuestra ciudad, a muchos otros problemas, de hecho. Sin embargo, para contravenir el entumecimiento social y las confusiones activistas, está el arte y mucho más el teatro.
No digo que con Jacinto y Nicolasa es la obra que transformará la cosmovisión del hombre norteño (no soy ingenuo). Lo que sí me atrevo a afirmar es que dos obras, tres, cuatro, cinco, seis obras o más al año, precisas en su análisis social, puestas en nuestra cartelera local, pudieran en un futuro cercano hacernos más sensibles a la gente que nos rodea, tanto a nuestros visitantes como a nuestros vecinos.
