Hace poco me encontraba en Gandhi, esta librería reconocida por sus originales campañas publicitarias, cuando de pronto encuentro un libro de Zizek, sorprendentemente con un precio de $25 pesos y de inmediato lo tomé.
¿Estoy en el libro usado? – pensé – pues no es costumbre encontrar libros a ese precio. Sí, tenía esa etiqueta roja que a veces es pura broma para los inocentes lectores, pero esta ocasión era verdad, real y tangible: sólo $25 pesos mexicanos, sin truco.
http://www.gandhi.com.mx/en-defensa-de-la-intolerancia-9404280300163
¿El filósofo de moda para los iniciados a un precio tan barato? Algo raro debe estar sucediendo. La editorial se llama Diario Público en una colección llamada Pensamiento Crítico y el libro de Zizek se llama En defensa de la Intolerancia. No es de su obra esencial, pero me pareció una buena oportunidad para leer a este pensador heredero del lacanismo más marxista posible.
Mi sorpresa continuó cuando me topé con otro título al mismo irreverente precio y de la misma editorial. En esta ocasión era Gramsci en La política y el Estado Moderno. Dije, claro, se quieren deshacer de los afanosos de izquierda. En fin, no conocía nada de esta editorial y de Gramsci sólo había leído fragmentos de su obra y, pensándolo bien, no hay mucho de él en los anaqueles.
Resultó que todos los de la editorial, todos estaban a $25 pesos. Me pareció por demás curioso, incluso sospechoso. ¿Me llevaré un libro por el simple hecho de tener ese precio? ¡Claro! Un libro nunca está demás, más cuando ahora hasta un café te sale más caro, ¿por qué no gastar menos en un libro?
Los libros de filosofía por lo general son caros, no sé por qué, si no le interesan a nadie y se venden tan poco, obedeciendo a la más que cansada ley del mercado, deberían estar siempre ofertados. Por ejemplo, las obras completas de Nietzche a $900, y son 4 volúmenes más o menos del mismo precio, ¡por favor! Cuando sus obras ya son de dominio público y te las topas en todos tamaños y ediciones. O como los seminarios de Lacan a $400 ¡cada uno! ¡Y son 19! Pero si no puedes leer a los maestros, consigue al alumno, me dije, pensando en Zizek.
Claro que Zizek en algunas ediciones también está carísimo, pero creo que el lector debe saber que se puede ahorrar esa buena cantidad y ver los muchísimos videos en Youtube y ya podría tener una buena idea de su pensamiento. El estilo de escritura de Zizek, y él mismo lo dice, nos deja claro que sus ideas se repiten una y otra vez. Esto mismo pasa con Lipovetsky o Bauman, con varios libros sobre el mismo tema que los ha hecho famosos intelectuales, el hiperconsumo y lo «líquido» respectivamente.
Los absurdos editoriales ya no lo son tanto como cuando uno entiende el mercado y la malformación cultural. Por ejemplo, Gandhi y su editorial propia con la que se supone tienen el objetivo de acercar títulos de calidad a bajo precio, y no tengan tan bajo precio. Umberto Eco, que apenas se acaba de morir y ya sus libros los subieron de precio, pues lo mejor que le puede suceder a un escritor es morirse, como si esto fuera otro gesto irónico de la muerte frente a los creadores.
Que Gandhi tenga su “marca blanca” en un trabajo editorial económico, pasta sencilla muy fea y papel de mediana calidad sacándole provecho a los bien conocidos éxitos que ellos mismos venden en otras editoriales, y que a veces resultan ser igual o más caros que en otras editoriales, hace que uno se ría por la maña aprendida de los supermercados.
Así podemos encontrar otros absurdos editoriales, como que las obras de Bernard Shaw, Virginia Woolf, Orwell o Sinlcair Lewis, todavía tengan derechos de autor porque en Estados Unidos ampliaron la ley de propiedad intelectual, que pasó de 75 a 95 años tan sólo porque el lobby de abogados de Disney no quería perder los derechos de los primeros dibujos animados de su figurín de oro Mickey.
Esto lo supe porque en otro libro de Pensamiento Crítico, Cambiar el mundo de Daniel Bensaïd, donde dice que la propiedad intelectual se está convirtiendo en la herramienta básica para que los nuevos capitales se empiecen a adueñar de lo que antes nadie era dueño, bajo el argumento de proteger la creatividad y el trabajo de los investigadores y demás intereses humanitarios.
Así, ese día, parecía que Gandhi quería liberar su inventario de la editorial, yo no sé si por deshacerse de un resto inservible, como cuando pusieron varios títulos de la editorial EUNSA – que no eran muchos – con un 80% de descuento, y esa fue la primera vez que compre en Gandhi un libro a menos de $50 pesos.
En fin, entre otros títulos que me llevé ese mágico e inusual día, fue un libro doble de Swift y Condorcet sobre la mentira política, sobre si es válido engañar al pueblo con un fin saludable. Tema tan vigente ahora, cuando se habla de que la mentira se institucionalizó con los medios de comunicación. La edición muestra dos fotos maravillosas al inicio y final del libro, Aznar tomado de la mano con Bush, y el primer tele-presidente del mundo: Berlusconi (No fue Peña Nieto el primero, ni siquiera en eso se lleva un mérito).
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Otro título más fue de Voltaire en su clásico Tratado sobre la tolerancia, biblia de los librepensadores que ahora parecen más libres-de-todo-pensamiento, y para los que encuentran en Voltaire el germen de los apóstatas de la religión porque hay que ser “racionales” desclasificando todo conocimiento metafísico y/o sobrenatural, con su consecuente posibilidad de convertirse en un anti-religioso que llega hasta nuestros días con el ejemplo de Charlie Hebdo, pero de esto, Voltaire está libre de toda culpa.
También me llevé a Mark Twain y el casi desconocido texto Antiimperialismo, patriotas y traidores. Un buen calado contra el “nacionalismo” exacerbado de los americanos, nacionalismo que los lleva a “liberar” a las Filipinas, aprovechando para procurar sus propios intereses, y que ahora resulta tan claro cuando el imperialismo sigue con esa hipócrita etiqueta de “llevar la democracia a todas las naciones”. Mark nunca fue menos aburrido y tan más vigente.
Seguida esta línea editorial no me sorprendió tener en mis manos al anarquista por excelencia: Bakunin, en su libro de culto: Dios o el Estado moderno. Después consulté más de esta biblioteca y supe que tiene en su catálogo tenían a otros de la misma calaña, obviamente a Marx y Engels, siguiendo la línea de izquierda, pero también a Beauvoir, Gandhi, Martin Luther King, Tomás Moro o Russell.
Así, con menos de lo que te sale un libro del ultra afamado de la literatura latinoamericana García Márquez (¿estarán ansiosos de la muerte de Vargas Llosa?), por sólo $250 yo compré 10 títulos interesantes de esta editorial que por lo menos he de calificar como atrevida.
En fin, dado que a los lectores también nos preocupa la economía a la hora de adquirir cultura, siempre resulta motivo de sorpresa y júbilo el encontrar este tipo de ofertas, haciendo que uno quiera compartirlo y jamás olvidarlo, considerando la poca oferta editorial accesible o, ni se diga, lo poco disponible que hay gratuitamente en bibliotecas públicas.
Usualmente hago una lista de libros/autores de búsqueda, empiezo por las librerías de la región, pero por lo general es una búsqueda inútil o termina en una lista de deseos inalcanzables económicamente. El precio de los libros impide que uno pueda tener una biblioteca nutrida.
Por ejemplo, los libros de CONACULTA/INBA/EDUCAL/Tierra Adentro que están afuera de cualquier museo, algunos son de precios poco accesibles, aunque puedes encontrar algunos de menos de $100, pero en cualquier caso uno se expone a sufrir verdaderas decepciones por la calidad de los textos, sobre todo en poesía, con los que me aventuro a creer que si no está bien muerta la poesía en México, merece morir de un tiro en la cabeza, para que ya no sufra.
Por lo anterior, a veces recurro a cualquier persona que va al DF o al extranjero para que me haga favor de traerme los títulos buscados. Resulta curioso que a veces los libros, aún con el tipo de cambio de la moneda, resulten más baratos que las ofertas nacionales. De Barcelona me trajeron a Hilary Putnam y a Simon Weil baratísimos; o de Argentina y sus copiosas librerías de usado, de donde me trajeron a Primo Levi y Gogol, no tan baratos pero accesibles, o también del DF, por ejemplo, la librería Nueva Parroquial tiene una buena selección de filosofía (la filosofía que no está de moda y que abarrota otras librerías).
También he recurrido a las interesantes librerías de Estados Unidos, las Half Price Books que si bien no suelen tener un gran catálogo de filosofía, sorprende la calidad y cantidad de novela y poesía. Además de que la oferta editorial en inglés siempre es mucho más amplia.
Ni siquiera la editorial del Fondo de Cultura Económica resulta a veces tan económica. Tiene la colección Breviarios, con amplio e interesante catálogo, sin embargo, los breviarios a veces no sirven más que de consulta mínima o se limitan a dar generalidades, como una Historia de la Pintura del S. XX en una edición con poquísimas fotografías, y a blanco y negro.
Los libros de FCE que no son de la colección Breviarios son bastante onerosos. No sé si fue eso lo que ocasionó que la librería que había en Torreón haya cerrado. Recuerdo que tuve la intención de comprar algo de Hegel o Husserl, el Círculo de Viena o la Escuela de Frankfurt (de $400 a $800 cada uno); pero la verdad es que de haberlo hecho hubiera tenido que invertir varios miles de pesos.
Pero entonces, si los libros son caros, y las librerías por lo general están preocupadas más por el mercado que por los lectores y los bienes de la cultura, lo que es completamente comprensible, porque son un negocio como cualquier otro, pero cuando uno pregunta por la función subsidiaria del Estado y esa educación que forma parte de la justicia social, resulta que las bibliotecas públicas están descuidadas, incompletas, o en la supuesta idea de renovación y del mito del fin del libro de papel, se deshacen de verdaderos tesoros.
La opción de hacer tu biblioteca privada requiere mucha inversión, lo que la hace casi inviable. No recomendaría al lector ambicioso que procurara las librerías de nuevo, a menos que estuviera dispuesto a sobrellevar otras necesidades. Tampoco recomendaría al lector dejar de leer por este motivo. Hay muchos libros online gratuitos, o los mismos ebooks por lo general son más baratos. O bien, las librerías de viejo, el Libro Usado ubicado en la Galeana frente a Plaza Mayor o a la Librería Otelo sobre la Juárez y Treviño.
Entiendo que las Bibliotecas Públicas en la Laguna no sean un completo desperdicio, hay buenos títulos, pero también me pregunto por la calidad y la riqueza del catálogo, pues sólo como pregunta orientadora podríamos cuestionarnos ¿en cuál biblioteca pública de México podrás encontrar colecciones de buenas editoriales, algunas totalmente inaccesibles para un lector de sueldo promedio, como Tecnos, Gredos, Sígueme, Alianza, Acantilado, Hyperion, Anagrama, Siruela o Cátedra? Si piensan que estoy tejiendo sueños imposibles, es precisamente a eso a lo que me refiero, ¿deberíamos considerarla como una imposibilidad absoluta?
Muchos problemas de cultura son problemas de pobreza, pero no todos. Muchos mexicanos ni siquiera han pisado una librería, y con todo derecho, pues para la mayoría es un lujo comprar un libro. El precio de los libros es un problema de políticas públicas, el no saber para qué sirven los libros y nunca acercarlos un público mayor es un problema de educación, fomento a la lectura y bibliotecas públicas.
Cuando pienso en qué sentido tiene escribir en un país de no lectores (perder la esperanza sería dejar de escribir), o en qué sentido tiene hablar de cultura en un país limitado y con otras necesidades urgentes, me respondo que la cultura nunca deberá ser ni un privilegio ni una exclusividad elitista, reniego de los que lo creen así, como reniego de que sea la exclusividad económica la que decida si la poesía o la filosofía sea para todos o no.
Además del infierno que causa el vivir en un país que no considera a la cultura como parte del bien común, todavía nos queda el infierno que origina la mala cultura, los infiernos de la moda y el mercado, ¿cómo superarlos?
Con mucho cuidado, esto lleva tiempo y aprendizaje, esfuerzo y dinero, por eso es nuestra responsabilidad guiar y enseñar, y ayudar a saber discriminar (tantos libros que habría que descartar), así como desarrollar el criterio de todos, y en esto los clásicos tienen su principal función, y entonces, después de mucho camino, vislumbrar la buena cultura.