Alfredo Loera

COLUMNA

Por Alfredo Loera

Columna

Fitness Club, desde los vestidores

Como algunos de ustedes saben los días 15 y 23 del mes pasado se llevó a cabo una lectura en atril de una pieza teatral de mi autoría Fitness Club, éstas son algunas reflexiones al respecto.

La obra la escribí hace tres años, principalmente con la intención de que las actrices Teresa Muñoz, Cony Múzquiz y Elena Reyes tuvieran una pieza pensada para ellas, sin las restricciones de derechos de autor. En ese tiempo aún el auge teatral del momento estaba apenas en ciernes, digamos que muchas de las alianzas ahora conocidas, apenas en ese tiempo se estaban concretando, algunos todavía ni siquiera aparecían en el medio. Cony Múzquiz había trabajado con Teresa Muñoz en la obra El Gesticulador, dirigida por la misma Múzquiz. Quedaba la intención o el deseo de volver a trabajar en otro proyecto. Elena Reyes para ese entonces entró en contacto con nosotros, junto con otros compañeros del ambiente local, como Ana Lucía Matuk, Ignacio Garibaldy, Rocío Lujan, Eloy Delgadillo, Karina Carrasco, Ana Carmen Macías, Judith Abadié, etcétera. Había en el caldo de cultivo actrices maduras en el sentido técnico y personal y por lo tanto requerían una pieza que les permitiera exponer sus cualidades de la mejor manera posible.

La obra no la tuve lista sino varios meses después. Por la urgencia y el deseo de trabajar o revivir el teatro regional (hecho completamente necesario y por lo mismo válido), las actrices mencionadas hicieron proyectos alternos. Por ejemplo Teresa Muñoz, Elena Reyes, Cony Múzquiz, Rocío Lujan, Ana Lucía Matuk y Judith Abadié montaron en conjunto El juego de la verdad a finales de 2014, con la dirección de Elena Reyes y la asistencia de Eloy Delgadillo, la cual a mi parecer fue un excelente inicio como una posibilidad de grupo, a pesar de las dificultades técnicas y humanas del caso. Tiempo después y bajo el contexto de El juego de la verdad, una tarde convoqué a las tres actrices mencionadas al principio (Muñoz, Múzquiz y Reyes) para hacer una lectura de Fitness Club en mi casa. Los comentarios de mis compañeras fueron positivos. El único problema técnico que sufría la obra eran los monólogos excesivamente largos para los tiempos y la concepción del teatro contemporáneo. A decir verdad, ese es el principal defecto de la obra.

Se sabe que en La Laguna los proyectos artísticos requieren de un largo tiempo de gestación. Esto ocurre así principalmente por la imposibilidad que tienen los individuos de dedicar todo el día a la labor artística. Los artistas laguneros tienen que mantenerse por medio de otras actividades, principalmente la docencia en el sector privado, sector que por desgracia no remunera lo suficiente (esto no es una justificación en cuanto a la calidad del trabajo, simplemente es una circunstancia, que de igual manera ocurre en capitales como la Ciudad de México). Uno de los principales problemas del teatro es su financiación. No solamente basta con tener el talento y la voluntad, sino que se deben buscar estrategias de producción. Por mi incapacidad en cuanto a producción o por la búsqueda de otros proyectos quizá más interesantes para las actrices, Fitness Club se quedó en el cajón alrededor de dos años, sin que yo la revisara y ni siquiera la considerara como una posibilidad. Yo por mi parte también me dediqué a otros proyectos de escritura, en los cuales aún estoy trabajando. Referente al ambiente teatral, me dediqué a presenciar las obras de mis amigas y compañeras, como un simple espectador más. En las fiestas a veces me daba la libertad de comentar alguna opinión crítica respecto al ambiente teatral del momento, pero la verdad es que veía lejana la eventualidad de participar de un modo activo, aunque no por esto he sido indiferente. Sé que quizá a mí no me corresponde decirlo, pero desde que obtuve conciencia me he preocupado por el desarrollo social de la región y por más estúpido que pueda sonar (que ciertamente lo hace) he intentado buscar una manera de propiciarlo, aunque sea simplemente con asistir como público.

La obra se quedó olvidada por mi parte e incluso pensé que había sido un buen ejercicio de escritura, pero nada más. Incluso me bastó en su tiempo que Teresa Muñoz, Cony Muzquiz y Elena Reyes la leyeran en privado; no había tenido esa experiencia, de que alguien con la calidad histriónica de ellas leyera algo que hubiera escrito yo. Sé que el comentario es un poco ingenuo, pero dentro de las experiencias que uno tiene como pretendido escritor existen ciertos instantes que le permiten a uno ser un poco más objetivo respecto a tu trabajo. No es lo mismo leérmelo en voz alta en la soledad de mi cuarto, a que actrices de calidad lo hagan.
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La cuestión es que parecía que el trabajo estaba terminado así y nada más. No obstante, a comienzos de este año 2016 por iniciativa de la directora del Teatro Nazas, More Barrett, se llevó a cabo el Primer Foro Escénico de La Laguna y a partir de esa dinámica se abrió la coyuntura de poder tener una pequeña lectura en atril.

No se puede negar que en años recientes, More Barrett ha sido una de las principales promotoras del teatro local, si no es que la única, en el sentido de lo que implica ser la directora de uno de los teatros más importantes de la región. Los otros teatros, el Isauro Martínez y el Alfonso Garibay, para ser honestos brillan por su ausencia. Los gestores de esos espacios a mi forma de ver siguen teniendo una gran deuda con la sociedad lagunera, debido a que mantienen dichos recintos como especies de elefantes blancos, lugares más parecidos a los museos, que sólo abren sus puertas para exposiciones foráneas de alto costo. More Barrett en ese aspecto ha sido la excepción y en mucho hay que agradecerle la dinámica, la vitalidad de los años recientes en cuanto al diálogo teatral que se ha suscitado. Para citar tres hechos de lo anterior, se puede mencionar el Festival de Monólogos, Los Siete Pecados, y este año el Foro Escénico de La Laguna. Desde luego faltan más voces y más voluntades, como lo que se está haciendo en Plan B Estudio Teatro y Casa Aquelarre (de la misma Reyes) y en otros espacios aún en ciernes.

More Barrett planteó a algunos directores la posibilidad de leer obras de autores laguneros, con la intención de que en un futuro pudieran montarse en forma. Debido a que Fitness Club ya tenía un elenco bien definido (Teresa Muñoz, Cony Múzquiz, Elena Reyes y More Barrett), se planteó la idea de que fuera la primera lectura. Así ocurrió el 15 de junio en el Teatro Nazas y el 23 en Casa Aquelarre. El plan inicial es que cada mes se lea una pieza de un escritor local. Según entiendo el turno siguiente le corresponde a Ignacio Garibaldy. Después se invitaría a otros, la cuestión es no cerrarse, sino todo lo contrario. La verdad no sé cómo vaya el proceso de leer la obra de Garibaldy, pero ojalá y no se deje pasar el primer impulso y ojalá otras voces se integren. Sería una lástima que no se concretara la intención inicial, por falta de comunicación o simple desidia.

Fitness Club parece ser que tuvo buena acogida, debido especialmente al trabajo de las actrices. Al menos creo que complió en lo general su objetivo (dentro de lo que significa hacer una lectura en atril). Desde luego que está llena de defectos, que no justifico, sino simplemente apunto. El principal de ellos es, como ya he mencionado, los monólogos largos, los cuales trataré de modificar, para propiciar el diálogo. Otro defecto es que en algunas secciones se percibe un lenguaje excesivamente literario.

Alfredo Loera

Alfredo Loera

Alfredo Loera (Torreón, 1983) es Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Inició sus estudios de literatura en la Escuela de Escritores de La Laguna. De 2009 a 2011 fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Publicaciones suyas han aparecido en revistas como Casa del tiempo, Círculo de poesía, Fundación, Pliego 16, Ad Libitum, Este país, Siglo Nuevo. Sus libros son Aquella luz púrpura, (2010, 2017, 2023); Wish you were here, (2019, 2023); Guerra de intervención (2022), disponibles en Amazon como ebook o libro impreso.