José Joaquín Blanco escribe crónicas de la Ciudad de México. Crónicas que podrían ser ensayos creativos, investigaciones antropológicas que no temen ensuciarse del hollín de la ciudad, con gestos en ocasiones poéticos sobre la cultura, que tienen un estilo divertido y desencajado, pero que no dejan de ser profundas, precisamente porque en ellas se inscriben varias disciplinas y géneros literarios.
El título del libro es “Un Chavo Bien Helado. Crónicas de los años 80’s”, publicado en ediciones Era. Pero el título de este artículo se propone por válido porque resulta adecuado para esta generación tan controvertida que ya venía gestándose a comienzos de una década icónica para la cultura de masas.
El libro es una compilación de artículos periodísticos que José Joaquín Blanco escribió entre los años 1982-1988. Los artículos son de muchas formas esclarecedores, premonitorios de ese futuro pasado de México. Es iluminadora la mirada de José Joaquín a los usos y costumbres posmodernas que apenas comenzaban en los años 80´s, la idiosincrasia y las ilusiones de las clases sociales que develan su naturaleza, y todo eso resulta una acuciante crítica de la «identidad mexicana».
El denominador común que atraviesa las crónicas/ensayos es la falsa cultura de las clases sociales, el país sin país que se refleja en muchos ámbitos, la cultura popular o de alta cultura (ambas deberían ir entrecomillados). El principal suspiro que provoca: los años 80’s se parecen tanto a la segunda década del siglo XXI.
Este artículo podría titularse también “El Túnel del Túnel”, que es la frase que describe el estado continuo de crisis, el túnel de la crisis, y el túnel del túnel de la crisis sin fin, que apenas se cae y se prepara para volver a caer: la historia moderna de México.
El túnel del túnel también podría ser esa forma bajo la cual, el régimen político en turno, acostumbra cobijarse para excusarse o justificar los males interiores de su mala política y mala administración, culpando siempre a las bajas de precio del petróleo, a la crisis mundial, o los mercados intercambiaros y el blablá retórico para las masas.
En el 2017 tenemos 30 de años de crisis, y en los 80’s también hacía 30 años que tenían crisis. Siempre el petróleo caía y caía, y la crisis mundial crecía y crecía, y la burbuja inmobiliaria igual, y las nuevas formas de imperialismo diferentes en la superficie pero de fondo igual, y los Hintelectuales y los Hescritores – así con H mayúscula como escribe Blanco – de cabecera suscritas al poder y muy de acuerdo con la conciencia de la high class.
La semiótica y análisis de la cultura, y la hermenéutica de clase de José Joaquín resulta –vuelvo a suspirar – reveladora para el país de su futura pasada condición de lo mismo. Los de abajo revueltos en el lodo periférico, externos observadores de lo que sí tiene escenario en la vida, la ciudad; los de en medio, siempre soñadores y payasos, cobardes o con demasiado optimismo maquillado y débil, pues como dice: «En los sueños siempre empiezan las debilidades». Y los de arriba – «la riqueza es estúpida e ignorante» – siempre queriendo ver un país de superado subdesarrollo con ayuda de efectos de iluminación extranjera y los buenos amigos manolargas en Texas.
Muchas cosas, y esto sorprende y entristece del libro, permanecen iguales después de treinta años. La Ciudad de México igual de contaminada y superpoblada (o tal vez más, hasta el límite inimaginable). El grito de independencia repetido en su ritual obsceno, el desentono del Himno Nacional que ya no desata ninguna pasión. La farsa política y sus grandes uñas para la rapiña. Los ingenuos y estúpidos argumentos de las clases medias-bajas que parecen disfrutar del engaño repetido. Las luchas rendidas y redimidas de la izquierda formulada, dividida y reformulada. Muchas cosas igual.
Los 80´s desencantados, desesperanzados, después de la contracultura y la izquierda, la sin-esperanza, lo sin-futuro, siempre vigente. Y el siglo XXI que tampoco ve la salida del túnel. Tal vez el libro sea vigente porque pone el acento en algo que nos es propio: ¿qué significa ser mexicano en un mundo posmoderno, definido por una cultura global que importa modas y preferencias de consumo como “identidad”?
También, hay que decirlo, la vigencia de las crónicas tiene mucho que ver con el regreso del PRI a la presidencia, a re-instaurar de nuevo el autoritarismo desde la silla y el corporativismo cómplice y clientelar, pero también porque la cultura necesaria para el priísmo nunca se fue – ¿lo priísta es mexicano tanto como lo mexicano es priísta? – y porque tal vez los mexicanos no tengamos otras vías culturales que se enfrentaran a ello, porque jamás se cuestionaron ni transformaron, antes se aceptaron y se promovieron de nuevas maneras de la misma manera cleptócrata de gobernar.
Sin embargo, resulta a bien leer el libro si usted quiere conocer a México, ese México que no ha cambiado. Uno podría ser optimista y preguntarse: ¿cuánto tiempo se soporta el escurrir de una baba de insuperable vejación, ignorancia y pobreza? Pero el optimismo de los 60´s y 70´s ya fue y no convenció a José Joaquín:
«Quizás el optimismo produce generaciones ingenuas. Uno quisiera saber qué piensan, cómo son las generaciones que dentro del túnel no ven sino más túnel, las marcadas por la depresión y las catástrofes de los ochenta: ¿cuáles serán – empiezan a ser – su pensamiento político, su arte y su literatura, sus valores y sus regocijos, sus rencores y su respuesta al país oscuro?» Pag. 14
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Los chavos bien helados, desalmados, sin entusiasmo alguno, son ahora los tan abúlicos y apáticos millennials. Tan apátridas y descorazonados como cualquier adolescente que camina texteando en su celular, con sus lentes de armazón grueso y el outfit deportivo-casual muy slim.
Desconozco si para Blanco el chavo bien helado se refiera a los chavos cool o a los que están bien muertos, pero la semejanza de los que describe con los millennials es premonitoria. Pero esa profecía es solo una de las varias que encontramos en su libro, que le da título a este escrito.
Tal vez, esas preguntas que emergen de la desesperación de José Joaquín, son preguntas que las viejas generaciones no pudieron responder con profundidad, pero lo más alarmante del asunto es que a las nuevas generaciones parece que no les llegaron ni las preguntas, vive sin preguntas, trabaja sin ellas, tal vez sea patriota, pero desconociendo la historia reciente, y sobre todo, sin conocer esas preguntas que hace Blanco.
Ahora hay una preferencia por cargarle la mano a los millennials, culparlos o caracterizarlos de forma más pesimista que optimista, y eso es igual a como Blanco, en sintonía con su ideología, lo hacían con la clase media, a la que critican por inconsciente e hipócrita.
«en las ciudades, sobre todo en la capital, no hay espacios públicos que no haya invadido la clase media: su conformismo ejemplar, su buena conciencia. ¿Cuál crisis nacional, cuál conciencia crítica, cuál desigualdad, cuál miseria? Puro patriotismo del bueno.»
Podemos ver que a José Joaquín, su malestar, esa picazón que le da la clase media tanto más, pareciera, que a las otras clases. Tal vez podríamos deducir de las crónicas, que los pobres son víctimas y los ricos victimarios, o que los pobres no tienen luchas sino hambre, y los ricos solo se preocupan por la seguridad de su riqueza, y que por lo tanto la clase media, que puede luchar no lucha por estar entretenida con telenovelas.
La conciencia de clase, en los 80’s ya no trataba de llegar a las clases de trabajadores y obreros, sino a la clase media obnubilada por la economía de consumo y la comunicación masiva. A ella, entonces, siendo la más enajenada, se convierte en el centro de la crítica, muy de acuerdo con el neomarxismo de crítica cultural norteamericana que se enfocó en criticar el way of life de los años 60’s.
Ahora, y en esto sí hay diferencia de treinta años, es que los enfoques culturales clasistas se han abandonado para dar lugar a los análisis multidisciplinarios. Los millennials son objeto de estudio de mercadólogos, sociólogos, historiadores, críticos de la cultura en general. Los millennials son ahora, objeto de las mismas críticas duras de la que fue objeto la clase media: encontraron un nuevo demonio.
Lo que habla de que no ha cambiado la situación real, la desigualdad social sigue presente, incluso más acentuada, y la economía de la crisis y la economía del consumo continúan dirigiendo la vida de las personas. Lo que ha cambiado es la crítica cultural y la demonización prejuiciada. La clase media no tomó consciencia de su enajenación, y ahora, se espera que los millennials (o cualquier generación en la que se enfoquen los estudios) sí, esta vez sí sean capaces de concientizarse con el peso de su historia reciente y la cambien. No es un bonito panorama porque lo que caracteriza a esta generación es precisamente el desconocimiento histórico, y más de su historia reciente.
Pero éstas son ya conclusiones personales sobre la crítica social de Blanco. El libro, por lo que critica y por la forma históricamente nutrida, sin dejar de ser creativa y luminosa por cómo lo critica, es vigente, aunque caiga dentro de las concepciones de una época o moda intelectual. Después de estos 30 años de sus crónicas, creo que nosotros, para el presente y el futuro, nos debiéramos hacer esas preguntas que se plantea, para ver si ahora somos capaces de afrontarlas.
Recordando siempre que:
«No: otra cosa: recordar que la patria por todos lados duele, hasta en los símbolos».