Alfredo Loera

COLUMNA

Por Alfredo Loera

Columna

Fiódor Dostoievski: el hombre del subsuelo

Se dice que el hombre moderno está en crisis. ¿Pero por qué se comenta esto? ¿Cuáles son las razones por las que existe esta problemática? La novelística del escritor ruso Fiódor Dostoievski quizá tenga algunas respuestas.

Fiódor Dostoievski nació en Moscú el 11 de noviembre de 1821. Su padre era un hombre autoritario, médico de profesión, pero que más tarde se convirtió en terrateniente en la Rusia zarista. Su madre muere de tuberculosis cuando nuestro autor tiene dieciséis años, dejando a la familia devastada. Jamás Dostoievski tuvo una buena relación con su padre y la ausencia de la madre agudizó esta circunstancia. Junto con su hermano, Mijaíl, es enviado a San Petersburgo a estudiar en la Escuela de Ingenieros Militares. Ya desde esta edad Dostoievski está mucho más interesado en las letras; sin embargo, el jefe de la familia censura este gusto por la literatura y sólo es apoyado si decide prepararse en una profesión productiva. En 1839, mientras los hermanos están en la gran ciudad, les llega la noticia de que su padre ha sido asesinado por los siervos de sus tierras (ya desde esta época empiezan a darse rebeliones que vislumbran la Revolución Rusa). Dostoievski queda moralmente destruido, no sólo porque esto significó la debacle económica y moral de su familia, sino porque nunca sabrá cómo interpretar el hecho: él deseaba fuertemente el asesinato de su padre, ¿si así lo quería acaso él también carga con la culpa?

Dostoievski terminó sus estudios de ingeniería en 1843 y al cabo de los meses fundó junto a su hermano una revista literaria. Se movió entre los círculos de intelectuales de San Petersburgo. Publicó sus primeras novelas, de las que destaca Pobres gentes (1846), la cual recibió muy favorables críticas. Durante esos años se da la gestación del comunismo en Rusia. Los primeros planes, los primeros intentos de Revolución se planean clandestinamente en los cafés. Dostoievski forma parte de un grupo llamado Círculo Petrashevski, en el cual se debatían temas del socialismo utópico y se criticaba el sistema zarista de gobierno, así como la legalidad de la servidumbre (esclavos) muy común en la época. Una noche de reunión, la policía los detiene. Por conspirar contra el Zar, se les considera traidores a la patria y son condenados a muerte. En algunas de sus cartas, muchos años después, Dostoievski comentará que cuando estaba frente al pelotón de fusilamiento, tendrá una experiencia metafísica. Dirá que por primera vez sintió el terror ante la nada. Una indulgencia de último minuto por parte del Zar le salva la vida a él y a sus compañeros. Es enviado a Siberia, donde cumplió una sentencia de diez años de trabajos forzados.

A raíz de estas experiencias la novelística de Dostoievski es una de las más humanas. En la prisión de Siberia, como pocos intelectuales de todos los tiempos, tiene la oportunidad de conocer a los hombres y mujeres de las más bajas esferas de la sociedad. Se dice que debido a esto tiene la posibilidad de hablarnos de los temas más crudos de primera mano. Es en este ambiente cuando se ve forzado a convivir con delincuentes comunes. Descubre, antes que todos, que cualquiera de nosotros está al borde del crimen.

Todos los hombres son asesinos

Dostoievski es liberado en 1859, debido a que sufre de epilepsia. Regresa a San Petersburgo con la intención de retomar su carrera de escritor. Es a partir de este momento donde la voz del novelista cambia. Pierde en gran medida el halito romántico de sus primeras obras. Es cuando comienza su etapa denominada como la etapa de los hombres del subsuelo. Aunque su primera gran novela de este segundo momento es Humillados y ofendidos (1861), se considera que la novela más influyente de estos años es Memorias del subsuelo (1864). Es aquí donde se abre la novela existencialista, de la cual sin lugar a dudas son herederos escritores como Jean Paul Sartre, Albert Camus y Ernesto Sabato. Se trata de una novela escrita en primera persona, en la cual se hace una disección de la sociedad moderna, la cual, por principio, es una sociedad criminal.

Dostoievski, junto a Edgar Allan Poe, es de los primeros escritores en advertir este fenómeno social. Él sabe, y de ahí que elabore en su novelística al nuevo hombre, al hombre moderno, que la sociedad contemporánea, la sociedad moderna, debido a su nihilismo, sufre de una especial predilección por el crimen. Las primeras líneas de Memorias del subsuelo son casi proféticas de lo que ocurrirá en la sociedad del siglo XX:
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Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele.

Ni me cuido ni me he cuidado nunca, pese a la consideración que me inspiran la medicina y los médicos. Además, soy extremadamente supersticioso… lo suficiente para sentir respeto por la medicina. (Soy un hombre instruido. Podría, pues, no ser supersticioso. Pero lo soy.) Si no me cuido, es, evidentemente, por pura maldad. Ustedes seguramente no lo comprenderán; yo sí que lo comprendo. Claro que no puedo explicarles a quién hago daño al obrar con tanta maldad. Sé muy bien que no se lo hago a los médicos al no permitir que me cuiden. Me perjudico sólo a mí mismo; lo comprendo mejor que nadie. Por eso sé que si no me cuido es por maldad. Estoy enfermo del hígado. ¡Me alegro! Y si me pongo peor, me alegraré más todavía.

En ella el hombre del subsuelo presenta a la sociedad como irracional, egoísta y falsa. Hace ver que las mejores costumbres muchas veces pueden ser las peores costumbres, que las buenas conciencias muchas veces simplemente cierran los ojos ante los conflictos modernos.

Si Dios no existe…

Sin embargo, el aliento novelístico de Dostoievski no se detendrá con Memorias del subsuelo; esta obra apenas será la apertura de una vasta narrativa donde se abordan los temas de la modernidad como pocas veces se hizo. Jorge Luis Borges dirá que Dostoievski es el heredero de Shakespeare por la profundidad de sus conflictos humanos. Nietzsche dirá también que nuestro autor es el hombre que mejor conoce el alma humana. A lo largo de los próximos veinte años el escritor ruso publicará obras tan importantes como Crimen y castigo (1866), El idiota (1869), Los demonios (1872) y Los hermanos Karamázov (1880). En todas ellas aparecerán personajes del subsuelo, los cuales serán ácidos y críticos de la burguesía europea, la cual bajo el cristianismo institucionalizado justifica, según Dostoievski, la inmovilidad y miseria de su mundo.

En este sentido, valdría la pena rescatar dos conflictos. El primero de ellos es la posibilidad, muchas veces negada ingenuamente, de que todos los hombres y mujeres son capaces del mal. Dostoievski será de los primeros en señalar que el ser humano hace el mal no por una tentación, ni tampoco porque se ve forzado a ello, sino simplemente porque puede hacerlo. Raskolnikov de Crimen y castigo es el mejor ejemplo de esto. Se trata de un estudiante de Derecho, proveniente de una familia respetada, que decide sin una razón aparente gastar en borracheras todo el dinero que su madre con sufrimiento le envía. La cuestión no para aquí, sino que del mismo modo el estudiante decide asesinar a una anciana, con el supuesto pretexto de robar una ínfima cantidad que ésta guardaba en unos de sus cajones.

Algo similar ocurre en Los demonios (obra adaptada al teatro por Albert Camus a mediados del siglo XX). En ella se narra cómo un grupo de supuestos comunistas (todos quieren la Revolución, pero nadie entiende la teoría política) deciden asesinar a otro de sus compañeros, debido a que existen rumores dentro de la pequeña célula de que es un soplón. De nueva cuenta dentro de la historia se advierte que el crimen no estaba del todo justificado, sino que se dio precisamente porque podían llevarlo a cabo.

El nihilismo es uno de los temas fundamentales de este novelista. Iván, un comunista, de Los hermanos Karamázov tendrá una larga plática con su medio hermano Smerdiakov, un siervo. Éste último le preguntará al ateo, “¿entonces si Dios no existe todo está permitido? ¿Si Dios no existe, hasta el crimen más horrible está permitido?”

Dostoievski hará ver que el hombre moderno ya no puede volver a la ingenuidad del medievo, donde la Iglesia controlaba a la sociedad con reglas morales muchas veces terribles; pero que por otra parte, el hombre moderno se siente vacío, solo, sin una dirección bien definida, precisamente porque, como Nietzsche lo diría, se ha asomado al abismo, se ha encontrado con la nada.

Alfredo Loera

Alfredo Loera

Alfredo Loera (Torreón, 1983) es Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Inició sus estudios de literatura en la Escuela de Escritores de La Laguna. De 2009 a 2011 fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Publicaciones suyas han aparecido en revistas como Casa del tiempo, Círculo de poesía, Fundación, Pliego 16, Ad Libitum, Este país, Siglo Nuevo. Sus libros son Aquella luz púrpura, (2010, 2017, 2023); Wish you were here, (2019, 2023); Guerra de intervención (2022), disponibles en Amazon como ebook o libro impreso.