En tiempos de crisis y cambio se necesitan pensadores que intenten dar un camino viable. Hoy en día los intelectuales parecen no salir de sus tertulias de salón, en ese contexto quizá debamos retomar el ejemplo de los escritores de la Revolución.
Introducción
José Vasconcelos nació en Oaxaca el 27 de febrero de 1883. Su familia es originaria de este estado sin embargo su padre fue un agente aduanal que fue enviado por el gobierno de Porfirio Díaz, primero a Sonora y posteriormente al norte de Coahuila, con mayor precisión a Piedras Negras. Cuenta Vasconcelos en su Ulises criollo que ahí creció bajo el cielo amplio del desierto muy peculiar de nuestra zona norteña. Desde muy chico fue un gran estudiante. Eso lo hizo merecedor a que su padre decidiera enviarlo a estudiar a una secundaria de Eagle Pass. Ahí leyó a los clásicos grecolatinos, como la Ilíada y la Odisea. Leía libros por su cuenta y hacía reportes, para de esta manera ser acreedor a nuevas lecturas. También durante estos años conoció la cultura norteamericana, la cual desde su perspectiva era inferior a la nuestra en cuanto a tradición literaria e intelectual.
Cuando Vasconcelos alcanzó la edad del bachillerato su padre pidió el cambio de plaza a un lugar más cercano al centro de México, para que el joven estudiante pudiera acceder a mejores universidades. De esta manera el padre de Vasconcelos fue enviado a Campeche. El cambio fue drástico, del desierto a la selva tropical. Ahí la familia vivió su año más dichoso. Al cabo del mismo el padre fue devuelto a Piedras Negras, mas el joven Vasconcelos ya no haría el viaje de regreso al Norte, al menos no lo haría hasta que estallara la Revolución. Permaneció en la capital del país para ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria, posteriormente hizo estudios en leyes y se integró al Ateneo de la Juventud, junto a otros grandes escritores mexicanos como Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán y Julio Torri.
Un novelista de la Revolución
Cuando se habla de los novelistas de la Revolución, casi siempre se mencionan a Mariano Azuela, por Los de abajo y a Martín Luis Guzmán por El águila y la serpiente, y La sombra del caudillo. Sin embargo, la escritura de José Vasconcelos es sumamente poderosa; no sería pertinente olvidarse de su obra y conformarse con los dos primeros para comprender bien a bien ese momento de la Historia de México, en el sentido político y literario. Quizá lo que ocurre con este escritor mexicano es que sus obras son difíciles de catalogar. Fue un autor prolífico, escribió libros de filosofía que parecían poéticos, entre los cuales destaca Estética (1932), y La raza cósmica (1925). No obstante, la parte más importante de su obra son, sin duda, sus Memorias (FCE, 1981), las cuales están divididas en cuatro tomos originales: Ulises criollo (1935), La tormenta (1936), El desastre (1938), El proconsulado (1939). El hecho de que a estos excelentes libros se les llame “memorias” posiblemente le han dado al lector, con el transcurso de los años, una mala señal de lo que se contiene en ellos. Desde otra perspectiva menos maniquea estas obras muy bien podrían ser consideradas “novelas de la Revolución”, por lo tanto, su obra más significativa es una gran novela escrita en primera persona.
Muchas veces se le ha criticado a Vasconcelos el excesivo protagonismo que tiene él mismo como personaje dentro de su narrativa. Como ya se mencionó, toda ella está escrita desde el “yo”. Por otra parte, no se puede negar que él como personaje político e histórico tuvo una gran relevancia, no sólo como testigo (especialmente de la Revolución Maderista y la Revolución Convencionalista), sino como partícipe y ejecutor de los acontecimientos más significativos de su tiempo en nuestro país. Desde este punto de vista podría justificarse entonces el modo en el que están escritos sus libros.
Algunos críticos han comparado sus Memorias con las de otros personajes de la vida nacional mexicana, como por ejemplo la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España del soldado Bernal Díaz del Castillo, así como también con Respuesta a Sor Filotea de la monja Sor Juana Inés de la Cruz, o con las Memorias de fray Servando Teresa de Mier (ideólogo y precursor de la Independencia). En nuestra tradición literaria quizá los textos más importantes tengan el carácter de testimonios o autobiografías, es en estos textos, los cuales originalmente no fueron escritos como literatura, donde se encuentran las revelaciones identitarias, culturales y poéticas más sustanciales de nuestra sociedad.
En el caso de Vasconcelos, cuando hablamos de sus Memorias, sería una ingenuidad creer que no era consciente del poder que tiene el lenguaje literario para hacer verosímil su relato. De ahí que por momentos no sea tan sencillo decir si textos como Ulises criollo o La tormenta son simples autobiografías o novelas de excelencia. Es muy probable, sin demeritar a otros, que La tormenta incluya los pasajes literarios más vívidos de lo que se llamó en su momento “La novela de la Revolución”.
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Dos pasajes
Uno de los pasajes más poderosos de Ulises criollo es el fragmento del asesinato de Francisco I. Madero y Gustavo Madero. Vasconcelos no sólo fue testigo de estos acontecimientos (no estuvo en la Ciudadela cuando mataron brutalmente al hermano del presidente Madero, pero tuvo información de primera mano), sino que también fue poseedor de una pluma lo suficientemente hábil como para transportar al lector a los lugares, para hacer hablar a los personajes históricos. Hace ver cómo Madero le dice a Vasconcelos (quien ha ido a visitarlo para prevenirlo) que Victoriano Huerta es de plena confianza. Dibuja la sonrisa de Huerta y cómo este sale de la habitación del Castillo de Chapultepec. Con su pluma genera los sonidos de los cañonazos ya muy cerca del Palacio Nacional, mientras el gabinete maderista literalmente se encuentra secuestrado por su propio ejército. Describe la borrachera que se da Huerta para salir al balcón del mismo Palacio para declararse impunemente Presidente de México, frente a cientos de acarreados que gritan ¡Viva México!
En ese aspecto es reveladora la explicación que da Vasconcelos de la Decena Trágica. Argumenta que las conspiraciones golpistas, en las que estaban Huerta y los allegados de Félix Díaz (quien se hallaba preso), fueron realizadas en la residencia del embajador estadounidense Henry Lane Wilson. Da a entender que el derrocamiento de Madero fue apoyado por el gobierno de los Estados Unidos, por la cancelación que hizo Madero de prebendas realizadas en su tiempo por Porfirio Díaz.
Otro pasaje literariamente ejemplar se escribió en La tormenta. Se da bajo el contexto de la caída del Gobierno Convencionalista, único legítimo por la misma Convención de Aguascalientes, el cual fue derrocado por los tres máximos caudillos: Venustiano Carranza, Francisco Villa y Emiliano Zapata. Los tres caudillos, según Vasconcelos, envían embajadores a Washington. Saben que quien reciba el apoyo del Gobierno Norteamericano será quien se imponga como Presidente de México. Eulalio Gutiérrez, actual mandatario, envía a José Vasconcelos, secretario ya en ese momento de Instrucción Pública; sin embargo, por la escasez de recursos lo manda a caballo con pocos hombres desde San Luis Potosí. Vasconcelos tiene que transitar por Tamaulipas, territorio ocupado por Carranza (quien según el mismo Vasconcelos y Martín Luis Guzmán era neoporfirista y deseaba convertirse en el nuevo dictador). Éste último ha mandado apresarlo y ejecutarlo. Vasconcelos cruza el Río Bravo en una pequeña embarcación bajo el fuego de los carrancistas. A él y a sus hombres no les es posible volver, sino hasta 1921, cuando Carranza es ejecutado por las órdenes de Álvaro Obregón.
El secretario
José Vasconcelos fue el primer Secretario de Educación Pública. Él siempre criticó la Constitución de 1917, debido a que no contenía una Secretaría de Educación Pública Federal. Le parecía un error grave dejar la Educación a los caciques de las localidades del país. Cuando Obregón lo invita a trabajar, su primera tarea como Rector de la Universidad será, en sus propias palabras, “destrozar la Constitución carranclana”, para crear la nueva Secretaría. Se ha dicho que una de las mejores gestiones que Vasconcelos hizo como secretario fue la publicación y distribución gratuita de los Clásicos universales a todo lo largo del territorio nacional. Todavía hoy en día las traducciones que leemos vienen de estas ediciones. Según Vasconcelos esta no podía ser una política elitista. Dar el conocimiento al pueblo no puede ser elitista.