Martín Luis Guzmán y José Vasconcelos quizá sean los escritores que tuvieron mayor autoridad para escribir sobre el Villismo. Fueron contemporáneos del caudillo y participaron en esa única épica de nuestro país que fue la Revolución Mexicana. Desde que tengo memoria siempre tuve una gran simpatía por el Centauro del Norte. Si me lo preguntan, considero que es uno de los personajes más simbólicos de nuestra cultura, porque emana de ella, con todas sus contradicciones, de una manera auténtica. Por otra parte, considero que el personaje de Villa es en muchos aspectos uno de los arquetipos del mexicano, así como Aquiles u Odiseo lo fueron de la cultura griega; el Mío Cid de la española, o Sigfrido de la germánica. Pero quizá el problema más relevante para la conformación de nuestra identidad es que Villa más que un héroe es un antihéroe. Si hiciéramos un análisis de su vida es muy probable que simbólicamente se asemejara más al Quijote o a Sancho Panza, que a cualquiera de los héroes épicos. Sucede así porque Villa es el producto de lo moderno.
Una compañera hace unos pocos años hizo un estudio sobre la importancia que tenía la pistola en la conformación de un hombre como éste. Martín Luis Guzmán en El águila y la serpiente dedica todo un capítulo a ensayar esta tesis. ¿Si el revolver no existiera el caudillo tampoco?, ¿o sería posible que de cualquier manera este individuo habría de imponerse a los elementos y a los hombres? No lo sabremos, y es probable que reflexionar acerca de las cosas que no son, es una pérdida de tiempo.
Mi simpatía con Villa se reduce a esto: la venganza. Sé que es un problema ético, pero si por algo disfruté mucho la lectura de El águila y la serpiente fue porque reproduce al personaje como vengador de las causas sociales. Me gustaba verlo soberbio frente a los caciques, cómo le enseñaba al señorito Martín Luis Guzmán a tirar del revolver; su capacidad para tomar las ciudades y en especial la desobediencia al símbolo de la vieja época y su afrancesamiento: Venustiano Carranza. Sin embargo, plantear a un Villa perfecto sería caer en falsedades. Martín Luis Guzmán le tenía miedo, porque sabía que sus decisiones eran arbitrarias. Martín Luis Guzmán admira a Villa más por lo que puede ser que por lo que verdaderamente es. Precisamente eso siempre le criticó Vasconcelos.
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Como individuo caigo en la misma contradicción. Muchas veces he deseado que se retome el Villismo, porque por herencia familiar he tenido la fuerte necesidad de que se castigue a los opresores con la muerte. Sé que lo que acabo de decir suena terrible, porque desde otra perspectiva se cae en otras injusticias, y lo peor de todo es que después es difícil delimitar pautas. Villa en El águila y la serpiente no sólo ajusticia a los caciques opresores con el fusilamiento o la horca sino también a hombres del pueblo para sacar beneficio propio. No obstante, a pesar de la contradicción implícita en el Villismo, pienso que ese es el sentimiento de gran parte de la población en el México actual. No me mal interpreten, el origen de este texto precisamente es esta contradicción, desde luego que no estoy dispuesto a asesinar a nadie. Pero negar que existe el resentimiento sería caer en otra falacia. En México hay muchas injusticias, lo cual ha derivado en una postura nihilista ante las cosas, lo cual creo que es el verdadero Villismo; por eso fue tan útil a la Revolución, no ese de Martín Luis Guzmán idealizado y bello, sino aquel otro que Vasconcelos critica, donde Villa arrebata a las mujeres de sus propios subalternos humillándolas a ellas y a sus propios hombres. No hay de otra que matar, no hay de otra que corromper, no hay de otra que destruir a la sociedad. El narcotráfico es sin duda una de sus posibles continuaciones. Muchos de los que se dedican a esta actividad, aunque lo hacen por el dinero que reditúa, tiendo a considerar que también lo hacen por el placer que les confiere en cuanto a la posibilidad de la venganza de la deuda social que desde hace siglos no se ha pagado. ¿Cuántos secuestradores encuentran placer en la venganza de clase? Creo que eso es lo que aterroriza en mayor grado a los ricos, debido a que saben que el dinero no basta, sino que sin importar que se pague el rescate en estas actividades reside un sentimiento de placer: la arbitrariedad de resarcir la venganza en el individuo secuestrado es una posibilidad incontrolable. No está en las manos de los adinerados sino del individuo que ha tomado las armas fuera de la ley. Más importante, no es una cuestión racional, sino una derivada de las misma irracionalidad con la que la sociedad se ha construido. Sé que lo que acabo de comentar es una desviación de lo que históricamente se ha considerado es el Villismo. Lo hago con toda la intención para hacer ver el punto que origina a este escrito. Si el Villismo sigue vivo, si la necesidad de venganza sigue viva es porque la Revolución ha fracasado y la sociedad continúa dividida entre opresores y oprimidos.
Alguien podrá refutar estos comentarios y decir que el narcotráfico no es equivalente al Villismo y que no está relacionado. No lo está en el sentido de que el Villismo estaba influenciado por otra ideología o si se quiere por otro personaje: Francisco I. Madero, pero sí lo está en cuanto a que ambas son manifestaciones en contracorriente de la esclavitud y opresión social de parte de las clases altas. Villa fue uno de los personajes más leales a Madero. Vasconcelos narra cómo pocos meses después de que el último ocupara la presidencia, muchos caudillos, como es sabido, quisieron levantarse de nueva cuenta en armas (conspirando para matarlo). En una de esas ocasiones Villa estuvo a punto de desenfundar la pistola y cometer el magnicidio con sus propias manos; sin embargo, Madero logró dominarlo, convencerlo de que esa fuerza social que él representaba no podía caer en el nihilismo, en la destrucción sin sentido. La historia es conocida por todos: Madero fue asesinado por Huerta. Villa, quizá recordando aquellas palabras, se levantó en armas para derrocar al usurpador. Sin embargo, Villa, según Martín Luis Guzmán y Vasconcelos, jamás pudo tener autocontrol, jamás pudo trascender el nihilismo por sí solo. Esa fue una de las causas del fracaso de la Revolución.
Martín Luis Guzmán según cuenta en sus escritos muchas veces intentó hacerle ver esto al Centauro del Norte. Existen muchas anécdotas donde intenta razonar con él, quizá la más significativa es aquella donde conmuta la pena de muerte a cientos de hombres después de considerar los argumentos de Guzmán; la verdad es que el intelectual fracasa en su intento por influir en él, por el temor que le tiene; Guzmán también tuvo que huir del propio caudillo, para salvar la vida.
Vasconcelos desde sus primeros encuentros entiende que con Villa no se puede razonar, o que al menos no tiene la paciencia y capacidad para hacerlo, y contradictoriamente lo desprecia. Yo nunca he estado de acuerdo con esta postura de Vasconcelos, eso es lo que en todo caso le criticaría. A pesar de que tuvo la oportunidad, cuando fue candidato del Partido Antireeleccionista contra Plutarco Elías Calles, nunca estuvo a la altura de Madero. Los intelectuales en México han tenido mucho apego a sus propias vidas.
Ya han pasado más de 100 años de que iniciara la Revolución. Hace poco se especuló respecto a si ocurriría otra transformación social en México. Las injusticias cada día son más cínicas. La venganza se busca con más vehemencia como narcotráfico, secuestro, chingar, etcétera. De ahí que desde hace tiempo he tenido la pregunta por la vigencia del Villismo. Claro que es vigente. Quizá la contradicción mayor es que por ahora no se vislumbra ningún Madero y eso sucede porque como sociedad estamos enfrascados en el nihilismo.