Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

Una estación del metrobús

Se estuvieron dando un tiro la gente de Torreón contra su Ayuntamiento. Quisiera decir que el tiro fue derecho, sin que nadie se metiera, pero el Ayuntamiento agarró piedras, quedando así como el ganador del primer round.

Resumiré la relación de los hechos –ya que en redes sociales se ha difundido a placer la información- para centrarme en mis opiniones al respecto. Se pudiera reducir el asunto a los siguientes eventos:

El Ayuntamiento inició la construcción de una estación de metrobús en los terrenos de una plaza ubicada a la entrada de Torreón, viniendo de Durango. Ésa plaza contaba con una fuente, un chorrito, jardineras, y un torreón. El proyecto del metrobús desde el inicio contempló la destrucción de la fuente y su chorrito, de las jardineras, y el desarmado del monumento para trasladarlo, pieza por pieza, a otro lugar y luego regresarlo a donde mismo.

Un grupo de artistas, arquitectos e historiadores detectaron la acción considerándola como un agravio al patrimonio histórico de la ciudad. Armaron una protesta que incluyó la denuncia en medios de comunicación, redes sociales, y la clausura simbólica de la obra.

Ante esto el alcalde de Torreón desplegó acciones defensivas con declaraciones que:

1.- suponen que el grupo de protesta es el único interesado en el tema y que nadie más comparte su perspectiva.
2.- suponen que los protestantes son flojos, ignorantes, personas de nulo valor moral para opinar sobre el hecho, ya que ellos nunca han construido estaciones de metrobús.

3.- que los protestantes protestaron, aprovechando los tiempos electorales, para incidir en la intención del voto de la población en contra del partido que gobierna el Estado y el Municipio.

4.- que a nadie le importa la plaza ni el monumento. Y no ha sido el único. Un alto número de usuarios de redes sociales comentaron que nadie iba ahí, nadie hacía nada en esa plaza, que estaba olvidada, que qué bueno que la tiraron.

5.- que los protestantes se oponen al progreso y a la modernidad. En lo cual también supone que su figura es la única que genera progreso y modernidad.

Hay más cosas, pero de momento me interesa revizar estos argumentos.

En primer lugar, no protestaron solamente ese grupo de historiadores, artistas y arquitectos. También protestaron la gente del barrio, las personas que han vivido ahí desde siempre, no paracaidistas, no invasores, sino propietarios en forma de sus hogares.

Ellos se congregaron el 9 de marzo en la plaza en cuestión, según una convocatoria organizada por el grupo de artistas, arquitectos e historiadores, a las 17:30 hrs. Con un alto grado de indignación vieron cómo se quitaba la última pieza del torreón. Expresaban tristeza, frustración, enojo, coincidiendo con los discursos pronunciados por los oradores del evento.

Segundo. Mencionar que el grupo de protestantes y los vecinos no deberían opinar sobre el proyecto porque jamás han construido estaciones de metrobús, es simplemente absurdo. Entonces, ¿quién debería opinar?, ¿cuántas estaciones de metrobús tiene que construir cualquiera para hablar sobre la que se está haciendo en Torreón? Si este argumento lo aplicamos en dirección opuesta, ¿cuántas estaciones de metrobús ha construido el alcalde?, ¿por qué opina sobre ella?, ¿su figura de alcalde le permite ser una autoridad en la materia, una fuente inagotable de doxologías sin margen de error?

Tercero. Obviamente son tiempos electorales. Todo el año es tiempo electoral. Si se acusa a los protestantes de querer incidir en la intención del voto, lo mismo podríamos decir de las autoridades: quieren jalar agua para su molino, nomás les interesa el voto, quieren quedar bien con la ciudadanía, qué casualidad que hagan la obra ahorita en estos tiempos, mira nada más.
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Cuarto. Muchos de los vecinos han hecho vida en torno a la plaza. Niños se bañaban en la fuente; novios fajaban recargados en el monumento, y es muy probable que algún chiquillo haya sido concebido ahí; cholos se agarraban a pedradas con el bando contrario; a los borrachos se les dormía el caballo en esas jardineras, y seguramente orinaban en ellas.

¿Cuántas personas no dieron ahí su último suspiro siendo ejecutados?, ¿cuántos cuerpos no dejaron ahí con su cartulina bien clavada en el pecho?, ¿cuántas cabezas no depositaron a manera de mensaje?, ¿cuántas familias no lloraron su pérdida acaecida en ése lugar?

Quinto. Modernidad y progreso son conceptos que resultan sospechosos en la práctica a partir de la construcción de la estación del metrobús.

Modernidad y progreso indican, en este caso, que Torreón sería una ciudad moderna y progresista en contraste con una ciudad vieja y anacrónica. Sería elevarse por segunda vez al rango de ciudad para dejar de ser rancho gracias a la estación.

Sin embargo, para que se cumplan a cabalidad esos conceptos, tendrían que converger otras condiciones estructurales -un buen drenaje, un buen alumbrado público, una buena pavimentación, un gran sentido de seguridad en los habitantes, respeto al medio ambiente, ser gay friendly, etc.- a un mismo nivel.

Poner una estación de metrobús sería cumplir una sola condición de muchas necesarias para que la ciudad alcance a ser tan moderna como para Disneylandia se decida a poner su parque en Torreón.

A fin de cuentas, los argumentos expuestos por la autoridad son inválidos, engañosos, y decididamente irrelevantes a un solo hecho: destruyeron un monumento representativo de la ciudad.

Ahora bien, el ayuntamiento, en ejercicio de sus funciones y responsabilidades, puede proceder así ya que la ley se lo permite.

Sólo que ha justificado su actuar como un padre que golpea a su hijo y dice “ustedes no se metan, porque para eso soy su padre”.

La frase más destacada que arguyó el alcalde es la siguiente: “que la historia nos juzgue”. Pero supone que la historia hará su juicio en veinte o treinta años, y espera que el fallo sea favorable.

En calidad de mientras, la historia ya lo alcanzó y ya expresó su juicio a través de los torreonenses, quienes califican la destrucción del monumento –no la construcción de la estación de metrobús- como perjudicial a sus intereses.

Pero yo creo que su gran aportación a la historia ha sido otra. Nos ha entregado un elemento más para hacer una Historia de lo absurdo en la Comarca Lagunera.

Agreguemos éste hecho al puente pintado mitad plata, mitad naranja; una torre Eiffel; un Distribuidor Vial Revolución del que se caían los camiones de carga, destruido y vuelto a construir; el intento de retiro de hombres que se prostituían vestidos de mujeres por la avenida Morelos, quienes amenazaron con revelar los nombres de sus clientes para que los dejaran en paz; la sesión fotográfica de un transgénero en el santuario del Cerro de las Noas; mega deudas económicas en ambos estados; un reportaje televisivo que culpaba de la violencia provocada por el narco nada más a Gómez Palacio; el cierre de los cines porno; un programa de Siempre En Domingo con Raúl Velasco; el cuento Gómez Palacio de Roberto Bolaño que casi nadie ha leído; un teleférico; Carmen Salinas… Más lo que nos depare el destino.

¡Santa Madre de Dios! ¡Qué de cosas estamos viviendo! ¿Ven lo que yo veo? Da para cuentos, novelas, obras de teatro, performance, caricaturas, quizá hasta para una cumbia vallenata.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.