Hoy quiero sorprender al mundo con la siguiente declaración: incluso entre los laguneros hay gente ingenua. Lo peor del caso es que hablan. Peor tantito, opinan sobre teatro. Peor se las platicaré, creen que hay una relación directa entre turismo y teatro.
Es muy fácil decir que la relación entre teatro y turismo es la misma que hay entre teatro y césped pero, para efectos de entretenimiento, analicemos la cuestión.
Hay personas que tienen en su mente la idea de que por hacer teatro la gente de otras latitudes vendrá a La Laguna, y en lugar de saludar a la familia, se gastarán hasta su último centavo en un boleto para entrar al Isauro Martínez.
Imaginemos que estos visitantes vienen del gabacho, y que deciden no ser padrinos de bautizo de la hija de la prima lejana, sino treparse al teleférico e ir hacia el cerro de las Noas para ver un performance sobre la toma de Torreón por Pancho Villa.
Al día siguiente, en lugar de pagar la fiesta de quince años en el rancho -con dos conjuntos norteños, asado, sopa, pastel, cerveza, chicharrón de puerco y puerca-, mejor hacen una caminata teatral histórica por la zona centro de Gómez Palacio, viendo las casas antiguas, guiados por un actor caracterizado como Santiago Lavín Cuadra.
Y al tercer día los ubicaríamos en Lerdo, presenciando no nada más los cantos de las estudiantinas, sino también el teatro callejero en el festival internacional lerdentino.
¿A poco no está bien bonito soñar de esta manera? Y eso que me falta imaginar los millones y millones de pesos que el gobierno del estado -en su infinita sabiduría- estaría destinando a la producción cultural. Tanto como para pagar dos megadeudas en Coahuila, un tren subterráneo, un restaurante giratorio, volver a llenar el Río Nazas y allí hacer teatro acuático.
El argumento de mayor peso sería que las tres ciudades hermanas -Lerdo, Gómez Palacio, Torreón-, tienen mucha historia que debe aprovecharse para atraer turistas y entretenerlos teatralmente.
¡Esperen! ¡No se rían! Es conveniente una adecuada disección de lo que nos argumentan.
La historia es abstracta. Por más interesante que pudiera ser, ¿para qué hacer venir a cualquiera por algo a lo que se accede a través de internet?
Yo sé bien que hay ciudades tan bien hechas que hasta dan hartas ganas de salir a dar la vuelta, tocar las paredes de esas casas, tomarse una foto allí, o ir a sentarse en la plaza de armas a que te cague una paloma.
Pero nuestras ciudades están bien rascuaches, tienen una imagen urbana en decadencia o impostada. Yo quiero mucho a mi Laguna, pero eso no quita el hecho de que no son ciudades agradables a la vista ni para los que aquí vivimos. Y lo que nos han querido vender como “bonito”, “nuevo”, “modernista”, “solución al problema de la inseguridad” –Distrito Colón, por ejemplo- es percibido como ajeno, forzado, innecesario.
Y dado que en Gómez Palacio jamás se pudieron instalar los estudios Churubusco, y dado que en Torreón todavía no llega Disneylandia, no nos queda más que atraer gente para entretenerla haciendo teatro.
La calidad de nuestro teatro… ¿Será lo suficientemente alta como para atraer turistas? ¿Lo es la calidad del teatro de cualquier ciudad? ¿Existen personas que viajan a otras ciudades para ver teatro? ¿Neta? ¿Las hay?
Sí las hay. Pero viajan a ciudades donde se presenta un actor famoso haciendo El Rey León, Los Miserables, Aventurera. Yo estoy de nalgas por ir a ver a David Tennant en Hamlet. No está en temporada, y es una película, pero no le hace.
Han de ser como cien en todo México los que viajan al interior de la república, fuera de las muestras nacionales de teatro. Hagamos cuentas… Cien personas, multiplicados por cien boletos de a $100… Dan $10,000 que ya cuentan. Supongamos que estas cien personas se pusieran de acuerdo para viajar a La Laguna… Ya nos vienen llenando un motelito, ya como quiera activan la economía de los vendedores de burritos de hielera… Nada mal.
Afirmemos también que la calidad del teatro en la localidad es buena. Buena a secas. Punto. Porque aquí no estoy poniendo en tela de juicio su valía, sino su cualidad de atracción turística.
Hay un buen teatro y se hace constantemente. Fíjense en este dato: de enero a marzo, en el teatro de cámara Jorge Méndez han habido dos obras de producción local; en Plan B Estudio Teatro, seis; en el Isauro Martínez ninguna; en el Nazas cuatro, todas durante el día mundial del teatro; en el Mayrán, ninguna; en el que creíamos desaparecido teatro Dolores del Río hubo dos; en el Alberto M. Alvarado van tres; ninguna en el Teatro Centauro; y en la estimada y querida, nunca bien ponderada Casa Aquelarre, doce producciones de teatro local. Insisto en que es una contabilidad que abarca los tres primeros meses del año.
Hay que decir que cada producción varía en sus temporadas. A veces sólo tienen un día, otras veces son de varias semanas, y muy rara vez alcanzan las cien representaciones, como Memorias de dos hijos caracol por la compañía Desierto Teatro, en el Jorge Méndez, como parte del programa Nacional de Teatro Escolar.
A propósito no estoy contando el teatro callejero, ni diciendo cuántas de estas producciones fueron realizadas con el apoyo de las dependencias municipales porque me moriría de risa.
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Los promotores de esta idea de atraer hawaianos al callejón donde se presentan, ya están relamiéndose los bigotes al ver la cantidad de obras que ha habido durante estos primeros meses, gracias a mí, que se los acabo de decir, porque no creo que lo hayan investigado por su cuenta.
Debo seguir aprovechándome de su candidez –por no decir ignorancia-. Mal que bien, me considero un asiduo espectador del teatro local, lo prefiero antes que las comedias pendejas que vienen de la capital, hago mi agenda y programo mis visitas.
Bueno, pues no he visto a estos promotores de turismo teatral en las obras que se han presentado a la sazón. No hemos coincidido durante el año pasado ni el que está en curso. Debo darles chance… No es obligatorio… Tómense su tiempo… Vayan al teatro cuando puedan y cuando lo hagan, espero que se den cuenta como yo, que ningún holandés ha llegado al aeropuerto internacional de Torreón pidiendo un Uber para ir a Casa Aquelarre.
Es más… Espero que cuando vayan, se den cuenta de que la gente que asiste a nuestro teatro local, es muy poca. Muy, muy, muy poca.
Y ése es el principal problema del que adolece nuestro teatro. Sí, bien chingón que nos dan like en nuestra página de Facebook, comparten el evento, invitan a otros para ir, pero no van, no llegan, no abarrotan las salas con la frecuencia que quisiéramos.
Por ende, la entrada económica es baja, las temporadas se acortan, se sufre para hacer teatro tanto como en la manutención de una criatura. Ante esto, reconozco con humildad que me vale un kilo de verga si hay una propuesta para hacer venir marcianos, cuando lo que se necesita es que los laguneros vayan al teatro.
La misma propuesta de turismo teatral, que pudiera resumir en este maravilloso adagio la gente viene porque hacemos teatro, es la que más vale verga por lo siguiente: no funciona ni en los mismos habitantes de nuestra ciudad, mucho menos con los de otros continentes.
Este tipo de pensamiento es bonito, cándido, cordial y tuiteable. Pero no es axiomático sino pasivo. Es decir, en sí mismo, no plantea ninguna línea de acción, como sí lo hace el primer mandamiento de la ley de Dios, como sí lo hace una señal de alto, como sí lo hace un letrero en la cantina: acérquese al mingitorio, no la tiene tan grande como parece.
Y aunque cambiáramos el postulado magnífico a modo imperativo, os dirigiréis cada fin de semana a adorar al dios teatro, no resolveríamos nada porque sigue siendo un bonito anuncio publicitario, al cual se le puede hacer caso una vez y nada más.
Debo detenerme a analizar, brevemente, a nuestro querido público. Es muy lindo. Se compone de familiares cercanos, alumnos de escuelas, y en menor cantidad de personas que se han vuelto asiduas a Plan B Estudio Teatro y Casa Aquelarre, sin importar lo que se presente.
A los alumnos los he visto hacer un desmadre, pero a los demás –familiares y aficionados emergentes-, los he visto disfrutar la experiencia teatral, y quizá por ello se acercan con mayor frecuencia. Pero hay que convencerlos de que pueden ir a ver una obra más de dos veces, si ésta es buena. Digo, no hay ninguna prohibición. Digo, van al futbol a ver las mismas cosas… ¿Por qué no ir al teatro?
Efectivamente, no es viable una propuesta de turismo teatral, mucho menos si es para afuera, cuando lo que se necesita que se realice hacia adentro, dirigida hacia los que aquí vivimos, tratando de lograr que sea un nivel cercano de popularidad que tienen otros grandes eventos.
Al tiempo en que termino de escribir esta columna, revisé el periódico del día y encontré que las dependencias municipales encargadas del desarrollo económico y turístico en la región, ya organizaron su agenda para las vacaciones de Semana Santa.
En ciudad Lerdo –bendecida con la visita de Juan Gabriel-, habrá recorridos históricos y gastronómicos en la hacienda de La Loma y en Villa Juárez; la clásica caminata religiosa de los 7 templos; y un recorrido hacia las grutas del Rosario.
En Gómez Palacio, un torneo de golf; paseos en tranvía; la instalación de un parque acuático en el parque La Esperanza. En Mapimí, turismo de aventura. En Torreón, nada más y nada menos que recorridos en tranvía; el viacrucis en el cerro de las Noas; salidas a Parras, Viesca y Cuatro Ciénegas.
Es tiempo de entrar en modo chairo, para lo cual necesitaré hablar sin tener la información necesaria para opinar. ¿Cuánto les gusta que se gaste el gobierno municipal en todas las actividades que se proponen, y que seguramente los laguneros disfrutarán? ¿Les parece bien $100,000?
Bueno, pues yo no exijo tanto. Me conformo con $50,000. Los repartiría equitativamente entre Casa Aquelarre y Plan B Estudio Teatro, por ser los dos espacios independientes.
Cada boleto cuesta $70. ¿Saben cuántas personas podrían ser beneficiadas con funciones de teatro? Fácilmente 710. Ahora bien, la erogación puede ser ministrada durante seis meses, para que no se les haga oneroso.
Estaríamos hablando de poco más de $4166 a cada espacio teatral, durante seis meses. En mis cuentas -que no sé si son correctas porque estoy en modo chairo-, al mes 59 personas se estarían viendo beneficiadas con la grata experiencia de ver una obra bien bonita.
¡Nombre! ¡Pinche propuesta chingona! Fruto, obviamente, del aburrimiento que me da en estas vacaciones. ¡Tengo otra idea millonaria! ¿Por qué no mejor hacemos turismo de peda teatral? ¿Eh? ¿Qué tal? Yo me apunto para toda la semana santa.