Desde hace poco se habla de la caída de Occidente. Las nuevas crisis sociales y culturales plantean el hecho de que los valores de la modernidad europea hace tiempo dejaron de ser hegemónicos. El proceso quizá lleve más de lo que pensábamos.
Thomas Mann nació en el seno de una familia burguesa alemana en 1875. Se le considera el último gran novelista decimonónico de Europa. Fue el máximo heredero y quien cierra la novela clásica, la cual tiene en su haber a autores como Alejandro Dumas y León Tolstoi. Desde muy pequeño tuvo inclinación por las artes. La holgura económica de su padre permitió que Mann desde muy joven pudiera dedicarse a la escritura. Su hermano Heinrich también se consagró a las letras. Ambos fueron críticos del totalitarismo que surgió en la sociedad alemana a principio del siglo XX.
Thomas se casó con una joven de origen judío llamada Katia alrededor de 1904 y con ella tuvo seis hijos. Sin embargo, desde la publicación de sus diarios privados se sabe que Mann a pesar de haber tenido comodidades materiales a lo largo de su vida, por otra parte, sufrió fuertes crisis personales. Dos hermanas se suicidaron en la juventud, marcando una concepción del mundo en el escritor. No obstante, su principal conflicto íntimo será su homosexualidad reprimida. Thomas Mann vivió una sociedad en la que la homosexualidad era mal vista, especialmente por los valores cristianos que dominaban Europa. Aunado a esto, el surgimiento del fascismo reprimió aún más esta condición humana. Mann nunca pudo ejercer su sexualidad de una manera libre. Asimismo, por los escritos de sus diarios es conocido que siempre sintió una terrible culpa, no sólo por sus preferencias sino también por ser parte de una élite privilegiada.
Quizá gracias a esta circunstancia es que fue capaz de escribir obras literarias como La muerte en Venecia (1912), en la que el famoso personaje Gustav Von Aschenbach se convierte en el arquetipo del amor homoerótico e intelectual hacia el joven Tadzio. Mann escribió esta obra, entre otras muchas, como un intento de desfogar sus deseos en aquellos momentos reprimidos. Thomas Mann jamás consumó físicamente ninguna relación homosexual; sin embargo, sus obras con esta temática son de las más expresivas.
La caída de Europa
Reducir la obra de Mann a lo anterior sería inexacto. Además de la incomparable novela de origen autobiográfico Los Buddenbrook (1901), una de sus piezas más importantes, es La montaña mágica. Existen dos grandes novelas europeas publicadas en la década de los veinte; una simbolizó el inicio de la narrativa contemporánea y otra el cierre de una tradición. El Ulises del irlandés James Joyce publicada en 1922, es el origen de la nueva narrativa, así como La montaña mágica, publicada en 1924, es la culminación de una forma de escritura. Desde luego que esto no demerita en ningún sentido la novela de Mann; no obstante, es evidente que después del Ulises ya nunca podrá escribirse con la misma técnica. Esto ocurre no solamente por una cuestión de forma, sino porque como bien se muestra en La montaña mágica desde el inicio de la Primera Guerra Mundial el espíritu de Europa entró en decadencia. La crisis de la modernidad es el tema de la novela del autor germánico.
La montaña mágica es una novela de iniciación. En ella Hans Castorp, arquetipo del joven alemán de principios del siglo XX, por azar visita un hospicio de enfermos situado en los Alpes suizos. Ahí los enfermos de las familias más ricas de Europa van a sus curas de aire (creencia errónea de aquel tiempo), especialmente para salvarse de la tuberculosis. Castorp iba con la intención de encontrarse con su primo. Solamente tenía planeado quedarse unos pocos meses; sin embargo, por una especie de ensoñación causada a raíz de la muerte de su primo, pero también por descubrimientos personales, se queda algunos años.
Hans Castorp conocerá a dos grandes personajes de la literatura: Ludovico Settembrini y Leo Nafta, ambos símbolos de la cultura occidental. Settembrini, un intelectual, representará los valores clásicos del humanismo y la ilustración. En este sentido, será una especie de consciencia racional que intentará influir en Castorp desde esta postura. Asimismo, Leo Nafta, judío converso al catolicismo por medio de la orden de los jesuitas, representa el irracionalismo y el espíritu romántico, y estará muy ligado a la búsqueda del absoluto, con su consecuente simpatía por ideologías como el comunismo y el fascismo. Los diálogos que se dan a lo largo de la novela plantean las principales condiciones de la Europa de principios del siglo pasado. Harán ver lo exhausta que parece estar la civilización occidental. Castorp quedará paralizado ante las dos posturas. Es memorable el final de esta novela en la que el joven Hans entra a la trinchera de una de las batallas del frente de la Primera Guerra.
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El exilio y El Fausto
Cuando Adolf Hitler tome el poder, Thomas Mann junto a su familia se exiliará a los Estados Unidos. Mann siempre será un crítico del fascismo. Será quizá la redención de la cultura alemana, hará ver que no todos los arios son seguidores de Hitler. Como en un intento de simbolizar el conflicto del alma germánica escribirá en una cabaña cerca de la ciudad de Los Ángeles quizá su mejor novela Doktor Faustus (1942). En ella se narra la vida del genial músico y compositor (personaje ficticio) Andrian Leverkün. Serenus Zeitblom, amigo del anterior, es quien por medio de su diario personal desarrolla la trama.
Existen en la historia de la literatura al menos tres grandes reelaboraciones del mito de Fausto. La primera de ellas es una obra teatral del dramaturgo inglés (rival de William Shakespeare) Christopher Marlowe, publicada en 1604. La segunda es el gran clásico de la literatura alemana, escrito por Johann Wolfgang von Goethe; la tercera, la novela de Mann.
Fausto representa en muchos sentidos al genio y su relación con lo demoniaco, con lo inefable. El mito original, de origen medieval, cuenta la historia de un alquimista que está en busca de la verdad absoluta, de la verdad total. Pasa sus noches leyendo libros, haciendo experimentos en su estudio. Una de estas laboriosas jornadas, en una de las sillas de la habitación aparece una figura humana, esta sombra será Mefistófeles. El demonio le planteará un trato: su alma a cambio de esa verdad absoluta que lleva tantos años buscando. Fausto aceptará y con su propia sangre firmará el contrato.
En la novela de Mann, Leverkün representa al artista de genio, pero también a la sociedad alemana de entre guerras, los dos vuelcan la totalidad de su existencia en busca de la realización de su gran obra, para Leverkün será una sinfonía superior que la Novena Sinfonía de Ludwig Van Beethoven; para el pueblo alemán, la sociedad perfecta. La maestría de Mann no sólo está en la habilidad técnica para contar esta historia a través de un narrador testigo (Zeitblom), sino en crear una narración paralela entre el personaje principal y el contexto de la Alemania que poco a poco se adentra al fascismo. Para Mann ambos, en la obsesión del absoluto, liberan a las fuerzas demoniacas ocultas en el corazón humano.