El sábado 17 de junio se presentó la obra Para decir adiós del dramaturgo Alejandro Licona en el auditorio del Museo Regional de la Laguna. La dirección y actuación estuvo a cargo de Perla Valles. Éstas son algunas reflexiones al respecto.
Lo bueno…
La obra trata sobre una mujer llamada Coco que desea suicidarse; sin embargo, en el mundo contemporáneo, donde todo está interconectado, quitarse la vida ya no es un asunto privado. Coco lleva largo tiempo reflexionando acerca del mejor método para matarse. No quiere fastidiar a la sociedad, no quiere generar caos viales, lanzándose de un puente peatonal, tampoco quiere ocasionarle trabajo extra ni ningún perjuicio económico o moral a su casera al darse un balazo en la cabeza. Piensa que limpiar los sesos y la sangre sería terrible, así como el hecho de que el departamento donde ella vive quedaría estigmatizado con su muerte. La casera tendría problemas para rentarlo de nuevo. La obra como se advierte es humorística; no obstante, conforme el personaje crece, lo que al principio es ridículo lentamente se transforma en trágico.
La puesta artísticamente está bien lograda. Perla Valles lleva varios años montando este tipo de obras con su compañía «La Acequia». Se notan las tablas. En la presentación a la que asistí inició fría, pero al transcurrir los minutos la actuación fue tomando forma. Lo que quiero decir es que contrario a lo que sucede en otros montajes, donde se va a ver a fulanito haciéndole de perenganito, acá sí fue posible hallar un personaje. Pude identificarme con él. Conforme nos fue contando sus vicisitudes para suicidarse y sus calamidades de vida, ya no deseé que se tomara el veneno. Creo que está ahí la valía de la actuación. Lo comento porque si un personaje me dice que quiere suicidarse, el primer apetito que tengo es que lo haga. Uno quiere que beba ya el veneno para que deje de molestar a la audiencia con palabrerías. Este personaje al dialogar propicia que el espectador cambie de parecer. Ese es uno de los efectos más difíciles de lograr en el arte. La actuación fue capaz de causar el vuelco en el espectador.
Lo anterior ocurre por dos cosas. La primera causa es el oficio de Perla Valles. La segunda causa es la calidad del texto. Desde luego un buen texto hace una gran diferencia y Licona está más que confirmado como uno de los mejores dramaturgos mexicanos. Ya en otras ocasiones he tenido oportunidad de ver otros montajes basados en dramas de su autoría y en ninguna de ellas quedé decepcionado. Un buen texto le da libertad al actor, digamos que pareciera que le da espacio. Le permite moverse por el escenario con seguridad. Así pasó en esta obra.
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Lo no tan bueno…
El montaje presenta elementos tecnológicos con el objetivo de agilizar su narrativa. Hay pasajes de la vida de Coco que se nos dan a conocer por medio de videos filmados previamente donde la misma Perla Valles actúa. La producción de los videos es buena. Asimismo, algunos personajes que interactúan con el principal, como el farmacéutico y el padre, son construidos con fotografías. Se emplearon grabaciones para escuchar los diálogos de estos personajes. En general funcionaron; especialmente, la sección del padre, la cual fue muy graciosa. No sé si en el texto original estas cuestiones tecnológicas ya estaban incluidas o si fueron creación de la directora. Solucionan de manera pertinente la agilidad del monólogo. De hecho, no hay ninguna objeción por usarlos. El único detalle es que aún hace falta trabajar en la destreza para manipularlos en el tiempo real de la puesta. Había un poco de descuido de la producción, en el sentido de que aparecía la pantalla de Windows, y no nada más la imagen pertinente para la obra. A veces se mostraba el cursor o el reproductor de video, cuestión que, por más que uno no quiera advertirlos, distrajeron en el universo que la actriz estaba creando en el escenario.
La obra, como ya he reiterado, fue buena. Salí satisfecho, hubo catarsis. Me identifiqué con el personaje y una vez más se confirma que lo teatral no está en la parafernalia ni en la pretensión, sino en el diálogo que se da entre el actor y el espectador, en la honestidad de ambos. Perla Valles en esta puesta lo logra, a pesar de que el Windows Media Player le provocara ruido.