PERSONAJES:
MARINA
ANABEL
Un cuarto acondicionado como lugar de descanso y de relajación. Su decoración es una mezcla de elementos budistas, feng-shui, prehispánicos, japoneses, chinos y egipcios. ANABEL se encuentra sentada en posición de flor de loto, intentando meditar. Viste ropa cómoda de color blanco, trae pulseras y collares de las diferentes culturas que se han mencionado. A su lado tiene una grabadora que reproduce un CD con música New Age. Se escuchan sonidos de arroyos, trinos de pájaros, viento, lluvia y, en especial, cantos de ballenas. Cuando esto sucede, ANABEL se relaja a tal grado que parece que se desmaya. De pronto, su meditación se ve interrumpida por un grito: “¿Así que no quieren trabajar?”
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ANABEL: (Gritando.) ¡Silencio, por favor! ¡Aquí hay gente meditando!
Intenta concentrarse en su respiración. Sin embargo, ahora la interrumpe una serie de gritos: “¡Pues se me largan inmediatamente! ¡Gatas del demonio! ¡Brujas totonacas! ¡Les voy a echar agua para que se derritan, brujas tarahumaras!”. ANABEL, fastidiada, se pone de pie a hacer ejercicios de tai-chi. Entra MARINA –su hija-. Se ve sumamente agitada. Trae en las manos una blusa blanca manchada de sangre.
ANABEL: (Mirando a MARINA.) Hola.
MARINA: Holi.
ANABEL: ¿Cómo estás?
MARINA: Tipo bien, Anabel. ¿Y tú?
ANABEL: Muy bien, hija. Pero no me digas Anabel. Soy tu madre. (Pausa.) ¿Qué fue todo ese escándalo que se escuchó?
MARINA: No es nada, mamá. Oye, quiero platicar contigo, ¿puedes?
ANABEL: Estoy ocupada. ¿No se nota?
MARINA: Anabel… Perdón… Mami… ¿Sí recuerdas que una vez me dijiste que “no busques a alguien que resuelva tus problemas, busca a alguien que no te deje enfrentarlos solo”? Bueno, en mi caso “sola” por que soy niña.
ANABEL: Sí, hija. Sí lo recuerdo. ¿Cuál es el problema? Tienes toda mi atención.
MARINA: No es problema, más bien es un favor, mami.
ANABEL: ¿De qué se trata?
MARINA: ¿Me puedes cambiar el coche?
ANABEL deja de hacer sus evoluciones para asumir una postura severa contra MARINA.
ANABEL: ¿Por qué, Marina?
MARINA: O sea, ya no me gusta, ¿sí sabes cómo, no? Y, pus ya, bye, ¿no crees?
ANABEL: Hace un mes que lo sacamos de la agencia.
MARINA: ¿Qué tiene, mamá? Comprende, capta, copia.
ANABEL: Marina, escucha esto. (La mira de frente. Con mucha seriedad.) “Las mejores cosas de la vida no son cosas, sino sentimientos”. Medita eso, por favor.
Pone play en la grabadora, respira profundamente y vuelve a la posición de flor de loto ante la mirada de reproche que MARINA le está haciendo. Como su madre no le hace caso, MARINA se pone de pie y camina alrededor de ANABEL. En eso se escucha el canto de ballenas y ANABEL cae desmayada. MARINA se pone alerta y apaga la grabadora.
MARINA: ¡Anabel! (La sacude.) ¡Mami, por favor, despierta! (Le echa aire con las manos.) ¡Má! ¡Vuelve! (Le sopla en la cara.) ¡No vayas a la luz!
ANABEL despierta con cierta dificultad.
ANABEL: ¿Qué pasó?
MARINA: Te desmayaste. Esa música de ballenas te hace daño, mami. Ya te lo habíamos dicho yo, papi y el doctor.
ANABEL: ¡Ay, hija! Gracias. (Se incorpora.) Discúlpame.
MARINA: Mami, comprende, capta, copia.
ANABEL: Sí, hija. (Se toca la cabeza.) Estoy mareada. ¡Ay, no! ¡Qué bueno que estabas aquí! ¿Te imaginas si estoy sola? Me les voy, hija. ¡Me les voy!
MARINA: Me debes la vida, mami. Cámbiame el coche.
ANABEL: ¡Que no, hija! Comprende, capta, copia. Tu papá está batallando mucho en la maquiladora porque las maquileras no pueden sacar la producción. Si las cosas siguen así, peligran nuestras vacaciones. ¿Te imaginas que en lugar de Aspen fuéramos a la sierra de Arteaga? Es grave la situación. Tenemos que apretarnos el cinturón durante unos meses nada más. Por lo tanto, no hay coche nuevo hasta dentro de cinco meses. Espero que puedas entenderlo.
MARINA: Eres imposible, Anabel. (Se recuesta en el piso.)
ANABEL: Hija, esto es Torreón, comprende, capta, copia.
MARINA: ¡Cómo sufro! (Pausa.) Entonces, ¿me dejas correr a las criadas?
ANABEL vuelve a hacer evoluciones de tai-chi.
ANABEL: Depende… ¿Cuántas tenemos?
MARINA: Cinco. (Pausa.) No te creas. No sé. Pero yo quiero correr dos. Las que vinieron a trabajar hoy. Las que lavan la ropa, mami. Les tuve que gritar mucho, mamá. Ya ni la friegan.
ANABEL: ¿Le echaron demasiado almidón a tus calzones?
MARINA: ¡No! Qué oso contigo, mamá. (Pausa. Se incorpora.)
ANABEL: Déjame ir a hablar con ellas.
MARINA: Sí, pero también hay que correrlas.
ANABEL: ¿Quieres hacerlo tú o lo hago yo?
MARINA: Yo. (Pausa.) ¿No me vas a preguntar por qué?
ANABEL: Es que no me importan. Nada en esta vida me importa. Yo estoy desapegada de este mundo terrenal… (Intenta volver a relajarse.)
MARINA: Mamá, te estoy perdiendo… ¡Marina a Anabel, responde! ¡Marina a Anabel, vuelve a la tierra!
ANABEL: Sí, ya voy. ¿Por qué las quieres correr?
MARINA: Es que no me quieren lavar esta blusa. (Muestra la que trae en la mano.) ¿Ves?
Pausa. ANABEL asume una postura severa.
ANABEL: ¿Qué se creen esas brujas irritilas? ¡Ya les había dicho que en mi ausencia, tú eres como yo! ¡Córrelas, que no te tiemble la mano!
MARINA: Cuando regresen, mami.
ANABEL: ¿Pues adónde fueron?
MARINA: A la policía.
Pausa. ANABEL se muestra un poco desconcertada. Cierra los ojos, junta las manos a la altura del pecho, suspira hondamente.
ANABEL: ¿A qué hora se fueron?
MARINA: Déjame pensar. Pues hace poco, cinco minutos a lo mucho. Algo así.
ANABEL: (Emocionada.) ¡Excelente! Marina, déjame darte un beso. (Le besa la frente.) Las vamos a fregar por abandono de trabajo. No le hace que vayan a Conciliación y Arbitraje. (Le soba la cabeza.) No, si tu madre no crió a una hija pendeja.
MARINA: ¡Ah! Ya comprendo. Las corremos sin derecho a liquidación por el abandono de trabajo, ¿ok?
ANABEL: ¡Exacto! Hija, te felicito. Esos tres meses que pasaste en la Uni, sí que te sirvieron. (Pausa.) ¿Qué estabas estudiando?
MARINA: Psicología.
ANABEL: De veras. (Pausa.) Hubieras seguido la carrera.
MARINA: No, mamá. Lo mío es el diseño de interiores.
ANABEL: ¡Ya sé! ¡Mira nada más cómo te quedó mi cuarto! Es como si estuviera en el mismo Tibet, como si estuviera en la pirámide del sol, haz de cuenta que compré un terreno en el Machu Picchu. (Pausa.) Ya te recomendé con mis amigas que también quieren un templo sagrado. Andan bien desequilibradas.
MARINA: ¿Les puedo cobrar caro? Obvio, para sacar para otro coche.
ANABEL: ¡Ay, hija, ya dime qué le pasó al carro!
MARINA: ¡Anda! Algo muy malo. Qué nervios.
ANABEL: ¿Algo malo así como lo del Corvette 99? Hija, ¡jamás te lo perdonaré! ¡Éramos los únicos con un Corvette 99! (Lamentándose.) La admiración que provocábamos… La envidia que nos tenían… Hasta los Rodríguez nos veían así, como con celo, y eso que uno de sus hijos tenía un Ferrari.
MARINA: Momento, mamá. Lo del Corvette fue diferente.
ANABEL: ¡Fue, pero pérdida total!
MARINA: Pero no por mi culpa. La culpa la tuvo Santi Valdez. Acuérdate.
ANABEL: Nunca me dijiste cómo estuvo eso.
MARINA: ¡Sí te dije, mami! Acuérdate. Santi me lo pidió para irse a su casa en Pirañas, ya sabes. Se le iba a declarar a Marijó a la luz de la luna, en su lancha, paseando por el vaso y así. Nomás que de ida, se le atravesó un ranchero en bicicleta y pues se les metió por el parabrisas. Y el Santi se sacó de onda, y pues salió volando directo a la vega. ¡Gatísimo el ranchero! Casi echa a perder la pedida de mano de Marijó.
ANABEL: ¡Ah, ya me acordé! ¡Qué buen abogado es el papá de Santi Valdez! Lo sacó de la cárcel bien rápido y casi le quita la casa a la familia del ranchero. Y eso que quedó todo muerto. (Pausa.) Oye, los Valdez nunca nos dieron nada de dinero por el carro.
MARINA: Mamá, comprende, capta, copia. Es el papá de Santi. Antes no nos demandó a nosotros. Estuvo bien.
ANABEL: Anda, ya sé.
MARINA: Oye, volviendo al tema… Entonces, les voy a cobrar caro a tus amigas. (Pausa.) Pero, ¿me pones la mitad del coche?
ANABEL: ¡Ah! ¡Eso! ¿Qué le pasó al maldito coche?
MARINA: Ya voy, mami. Tenme paciencia. Mira, respira profundamente, cálmate. Baja los hombros, endereza la espalda, cierra los ojos, relájate, toma conciencia de tu cuerpo. (ANABEL obedece.) Escucha… Maté a Lety González.
ANABEL asume una postura severa contra MARINA. Al instante la abandona para asumir una actitud de duda.
ANABEL: ¿Quién es Lety González?
MARINA: ¡Mamá! ¡Qué oso contigo! ¡Sí sabes quién es Lety González! ¡Ya te había hablado de ella!
ANABEL: No la ubico, hija.
MARINA: Ésa música de ballenas te tiene toda mongola.
ANABEL: Perdóname, hija. (La abraza con ternura.) Comprende, capta, copia. Es mi vicio, es mi vida. (Pausa.) A ver, una sonrisita. ¿Quién es la princesa más bonita del mundo? A ver, te quiero yo, y tú a mí. ¿Ya estás contenta? (MARINA asiente.) Dime, corazón, ¿quién es la tal Lety González?
MARINA: ¡Mi amiga, mamá!
ANABEL: (Emocionada.) ¡No me digas! ¿A poco tenías amigas? (Pausa.) ¡Muy bien por ti, eh! (Pausa.) Lety González, me dices. (Tratando de recordar.) No. No me suena. Te juro por la tumba de tu abuela que no la ubico.
MARINA: Mamita, concéntrate. Huelo a ella, mira, huéleme.
ANABEL: Hija, no me voy a acordar de ella por su olor.
MARINA: Pues deberías, Anabel.
ANABEL: No, Marina, no puedo.
MARINA: Cambiando un poco de tema, ¿tienes toallitas húmedas?
ANABEL: Tengo un paquete en mi bolsa. (De una bolsa deportiva saca un paquete pequeño de toallitas húmedas. Entregándoselas.) Aquí están. (Vuelve a revisar su bolsa.) ¡Ay, mira, también traigo incienso! ¿Me dejas poner una varita? (Pausa. Enciende la varita de incienso. Como no hay en donde colocarla, la traerá en la mano. Contempla a su hija con suma ternura.) Ahora sí, cuéntame qué te hizo la tal Lety González.
MARINA: Sí, mamita. (Mientras va contando su historia, se limpia las manos y el cuello con las toallitas húmedas, al principio con tranquilidad; luego lo hará frenéticamente.) Mira, es que yo, bueno, o sea, a mí me gustaba juntarme mucho con Lety González. Iba por ella a su casa, la llevaba a la Uni, le daba ride a su casa de vuelta. Salíamos al antro, al pre, al after, al cine, a cenar. Yo pagaba todo, mami. ¿Y sabes qué? Jamás le pedí dinero, ¿sabes cómo, no? Yo soy bien generosa con el dinero que me dan ustedes. (Pausa.) Total que ayer en la tarde le dije que fuéramos por unos drinks y a dar la vuelta. Agarré mi coche y fui por ella. Compré unos litros en el Ruta y le dije: hay que ir a la Uni a ver los juegos de fut. Fuimos. Ya nos estábamos estacionando y le tomo al litro. Agarro valor y que le digo que estoy enamorada de ella. Entonces le quiero dar un beso y me rechaza. ¿Sabes qué me dijo la estúpida? Que ella no era así, que un chavo se le había declarado en la mañana y que le había dado el sí. Yo tenía un buen de coraje, mamá. Agarré un cutter de la guantera. (Pausa.) Oye, mamá. ¿Habías usado mi coche? Es que, ¿por qué había un cutter en mi guantera?, yo no uso. O sea, no se vale que uses mi coche si tienes tu camioneta, mamá.
ANABEL: Ha de haber sido tu padre. A veces anda buscando muestras de mezclilla.
MARINA: O sea, es mi choche, mamá. Está bien que ustedes me lo compraron, pero no es justo. Si mi papá tiene su camioneta que la use.
ANABEL: Ya, hija. Discúlpalo. Fue una vez y nada más, yo creo.
MARINA: (Retomando su historia.) Entonces, le tiré varias veces con el cutter, le di en el cuello, ¡y ella, como que se quiso desquitar conmigo, mamá!, ¡me manchó la blusa, me llenó todo el coche de sangre! ¿Sí comprendes, mamá? ¡Ay, no! (Pausa.) Mira cómo me dejó: Huelo a ella, mira, huéleme. (Le muestra las manos.)
ANABEL: ¡No puedo creer lo que me estás contando!
MARINA: Todavía falta, Anabel. Resulta que Lety, así como pudo, se fue corriendo por el vado que está por el barrio de las Jacarandas, grite y grite pidiendo auxilio y una patrulla. Yo iba detrás de ella para que se callara. La alcancé, la tiré al piso, le tapé la boca y se ahogó solita. ¿Qué querías que hiciera? Ya había manchado mi coche y mi blusa, no la iba a dejar que manchara mi reputación. (Pausa. Con tranquilidad.) Luego regresé al coche, me terminé el litro y me di unas vueltas por la Alameda para quitarme el mal sabor de boca. Me compré una bolsita de chicharrones y una nieve de raspa, riquísima. (Pausa.) Y luego ya vine a la casa para descansar de un día tan pesado. (Pausa.) Pero resulta que por culpa de Lety, no he podido dormir. Y agrégale que el coche apesta, que mi blusa no la quieren lavar las criadas. O sea, qué mal todo esto. (Pausa.) ¿Estás de acuerdo en que Lety es la pura regazón? (Pausa. ANABEL la observa detenidamente.) Ya me bañé ocho veces desde anoche y no se me quita su olor ni con éstas toallitas húmedas. (Tira el paquete al piso.) ¡Y no estoy dispuesta a echarme encima todos mis perfumes!, ¿estás de acuerdo?
ANABEL: ¿Qué le pasa a tu amiga? De veras, qué mal, muy mal ella.
MARINA: Ella estaba horrendamente loca, mami.
ANABEL: ¡Ay, no! Te comprendo completamente. Es increíble la ciudad en la que vivimos. (Pausa.) Siéntate, mi vida. Ándale. Para que te tranquilices. (Ambas se sientan y asumen la posición de flor de loto.) Repite después de mí: ¡Om!
MARINA: ¡Om!
ANABEL: ¡Om!
MARINA: ¡Om!
ANABEL: ¡Om!
MARINA: Anabel, así no estamos resolviendo nada. Es más. Estoy enloqueciendo, mami. Mira, estoy alucinando. Mira, mi cabeza está loca. (Gritando.) ¡Ahí está Lety! ¡Está en el rincón! ¡Y en ese otro rincón! ¡Mamá! ¿Está detrás de mí, verdad? ¿Quieres asomarte por mí? ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo!
ANABEL: (La abraza cariñosamente.) Cálmate, preciosa. Te quitamos lo loca con un psicólogo. Así de fácil. ¡Om!
MARINA: Espérate. O sea, no estás entendiendo el problema en su totalidad. Eso te pasa por ser bonita pero inculta. Yo sí entiendo todo. Te explico: de seguro ya encontraron el cuerpo de Lety y la policía me ha de estar buscando, el coche está en la cochera, todo lleno de su sangre, y tú no me lo quieres cambiar por otro.
ANABEL: Que lo laven las criadas. ¡Om!
MARINA: Lo bonita no te quita lo tonta, Anabel, de veras. Entiende, las criadas ya han de estar en la sub-procuraduría de justicia del estado, de seguro que me denunciaron por lo de la blusa manchada de sangre.
ANABEL: Tan cara que la compramos en San Antonio. (Pausa.) No estás diciendo ¡Om! Quiero que lo digas. Ándale.
MARINA: ¡Om! Agrégale que los papás de Lety ya han de estar buscándome. ¡Om! Para entregarme a la policía. ¡Om! Es más, te aseguro que lo primero que van a hacer es querer quitarnos dinero. ¡Om!
ANABEL: ¡Ah, no! ¡Eso sí que no! Están locos si creen que nos van a quitar algo. Me dejo de llamarme Anabel. Por ningún motivo voy a dejarlos que hagan eso. O sea, yo sí que me he chingado por conseguirlo, aunque fuera casándome con tu padre, ¿estás de acuerdo?
MARINA: Mamá, comprende, capta, copia. Son abusones. Esto es Torreón. Si viviéramos en Gómez, sería otra cosa.
ANABEL: ¡Jamás viviría en Gómez! Ahí se hacen socavones en las calles. Aquí en Torreón, como quiera, la gente se mata en las colonias de la periferia. Pero no en las Villas.
MARINA: Mamá, otra vez te estoy perdiendo. Vuelve, Anabel, con nosotros aquí en la tierra, te necesitamos.
ANABEL: He regresado. (Vuelve a abrazarla.)
MARINA: Mamá. Anabel. Querida mamá Anabel. No quiero interrumpirte pero estoy volviendo a alucinar. La Lety ya se nos arrimó en el abrazo. ¿Qué hacemos? O sea, yo sí comprendo todo el problema, pero no sé cómo resolverlo. Aquí es donde tú entras, ándale, hazlo.
ANABEL suelta a MARINA para usar el incienso que le queda, esparciéndolo por toda la habitación, como si estuviera purificando el lugar.
ANABEL: Primero llamamos al papá de Santi Valdez para que nos asesore, saque un amparo, meta a la cárcel a los papás de Lety. Segundo, te me vas a Estados Unidos pero desde Monterrey, para que nadie te vea por aquí y te denuncie. Tercero, le digo a tu padre que vendamos la maquiladora para financiarte unos diez años allá. Al cabo nos quedan las concesiones de taxis. (Pausa.) Por cierto, recuérdame que les debemos instalar taxímetro a todos, que nos los compren en nuestra otra empresa. ¿Estás de acuerdo?
MARINA: Sí, mamita. Estoy de acuerdo.
ANABEL: ¿Qué más necesitas, criatura celestial?
MARINA: Cambio de sexo, mami. Soy un niño atrapado en cuerpo de mujer. Pero quiero cambio de sexo de veras, y hasta cambio de piel para que se me quite el olor de Lety.
ANABEL: Como tú quieras, chiquita hermosa. Perdón, chiquito hermoso. (Con ternura.) Siempre quise tener un hijo. Y no suena nada mal Marino. Marino Enrique o Enrique Marino. Tú escogerás el orden de tu nombre, confío en tu buen gusto. (Pausa.) ¡Qué bendición! ¿Comprendes, captas, copias?
MARINA: Sí, Anabel. Quise decir, mamá.
ANABEL: ¡Eso es ternura!
MARINA: Mamá, estoy alucinando otra vez. Ahí viene la Lety, mírala, por ahí. Me está haciendo gestos, mamá. Ayúdame.
ANABEL se acerca a MARINA, usando el incienso como barrera protectora.
ANABEL: Todo estará bien, precioso. Con el tiempo he aprendido que todo se resuelve a nuestro favor y fácilmente cuando tienes una cantidad enorme de dinero. (Pausa.) Hay que relajarnos y descansar. ¿Qué te parece una canción donde las ballenas cantan?
MARINA: Me gusta la idea, mamá.
ANABEL le da play a la grabadora. Se escucha la misma canción de música New Age, con sonidos de ríos, trinos de pájaros, etc. Y en la parte en donde se escuchan cantos de ballenas, las dos se desmayan. Fin.