“las personas parecen vivir pero también parecen muertas”
La esquina posee un poste.
Nadie recuerda desde cuando está ahí. A veces sirve de informante, forrado de papeles, un collage natural. Otras veces es militante político con toda esa propaganda pegada a su piel, o un buscador de animales, personas, cosas así.
Era lo único que había en ese crucero sin banqueta. Lo vi cargando la paciencia del mundo, las ansias de la tierra, las pasiones sin prisa, los que corren espantados como si los persiguiera la mala suerte o los que buscan una sombra nada más.
Me pareció sospechoso ver que no había nadie en la calle, como si el mundo estuviera solo. Yo llegué rozando los últimos segundos de la noche, antes de que se desplumaran todas mis prisas y añejos miedos.
Estoy justo a la hora convenida, parada al lado del poste, donde me di cita con ese desgraciado. Vine a ajustar algunas cuentas con él. Dicen que es muy hábil para eso de estropear vidas, tiene el don de despintar arcoíris. ¿Será?
Encontré el poste orinado por perros y borrachos, la mayoría de la gente deja desperdicios por todos lados, justo aquí. Este palo ignorado por el mundo, al que le pegamos una cantidad de porquería humana, es un vagabundo catatónico que anuncia el fin del mundo.
Era un día cualquiera, el corazón morado y la sangre fresca de las nubes, despiden al atardecer y así entonces, el poste duerme.
Cuentan que un día, quiso huir, estar en otro lado, lejos, tanto, que ni la memoria lo alcanzara. Pero se fue quedando solo, no llegó al lejos que él quería. La vida fue pasando con cara de luz artificial y nadie mencionó su nombre verdadero. Él jamás fue nombrado por los hombres verdaderos.
Recargada en él lo sentí pegajoso, olía a un amor viejo, a distancia enorme.
Mi sorpresa fue tanta que sentí se movió, bueno más bien me moví yo. Dudé por un momento ¡no! Fue él, el que se movió. ¿A quién puedo preguntarle si no hay nadie que observe? Si somos dos sombras silenciosas que unidas formamos un fantasma desnutrido.
¡Créanme! Se movió por sí mismo, tiene vida propia. Es más, sentí en sus venas correr su sangre, muerto, muerto no está, no, algo latía en él. Lo sentí, punto.
No discutiré por esto.
Cualquiera en su sano juicio diría que me he vuelto loca, por tanta soledad; deliro.
¿Pero es que nadie se ha dado cuenta qué siente un poste? Lo que le sucede en la vida como a cualquiera en este mundo. Lo que daría por saber que ven sus ojos negros aquí parado en esta esquina del mundo observándolo todo. Solo teniendo tanta hambre como yo, que trago y trago y más hambre tengo; alucino.
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“Se podría diferenciar el fenómeno callejero”. Diría el impuntual que espero. “Hacer una investigación seria y científica pues parece que no es lo común que la gente crea que algo le pasa al mundo inerte”, argumentaría el tullido ese, arruinándolo todo. “El tronco, ¿qué mierda quiere?”
Y que un líquido rojizo le lata en sus sienes y que se mueva a voluntad propia sin testigos de por medio.
¡Si sólo es un pedazo de madera podrida en sus raíces! Eso desea que piense el sujeto sin verbo.
¿Sabrá esta cosa seca cuanto padezco de carecer lucidez? Día a día el sueño se me espanta. Y mis sueños están llenos de fuego. Lo siento tronco.
Se va huyendo la noche y el aferrado sigue aquí, firme y el susodicho aún no llega. ¿Qué se hace en estos casos tan cruciales en la vida? ¿Me voy? ¿Lo espero? ¿Me quedo aquí?
¿Qué dirías tú poste, camarada fantasma o lo que seas? Nada más falta que me hables.
Si así fuera, nadie me lo creería ni esto, ni lo anterior. Entonces ¡anda, vamos! dime algo, lo que sea con tal de no seguir aquí tu y yo de postes perdidos en una noche cualquiera oliendo los eructos envejecidos de la noche. Enséñame la liberación total de la mente y los sentidos, envíame al paraíso perdido que se ocultó entre tanta basura, aquí solo ruedan los segundos metálicos y pasa gente vacía.
Libérame toda, hazme de estrellas. Te suplico tronco. Enséñame los secretos del silencio, muéstrame la piedad del camino, las alas libres del tiempo.
¿O nos vamos a quedar aquí esperando a que nos mee el siguiente perro callejero?
¿No se te hace ya muy sospechoso que pasan y pasan las nubes y nosotros seguimos inamovibles? ¿A qué fuerza oculta se debe que ninguno pueda ser como el motor del viento o el caballo loco del tiempo? ¿Hay acaso un Dios malévolo que nos creó sin razón?
Yo, de pie, agradecida por tu sombra sin saber a dónde ir y tú, ser de madera enterrado sin escapatoria, ambos plantados en este crucero de la tierra. ¡Sobrevivientes!
Recuerdo a ese hombre, le decían “el mala razón”. Prometió que llegaría a esta esquina aquí mismo al lado de tu rostro seco, discúlpame si soy grosera contigo pero antes no sabía quién eras, no se te ve la cara de ser nada. ¿Tal vez será por tu vejez o porque el tiempo ya te hizo sus trampas y te fue borrando tus hojas, tus frutos y tus labios?
Pero ¡vamos!, el tipo no me dijo cuando regresaría, me aseguro que en este punto del planeta era la cita, una simple cita a ciegas, a la cual nunca va a llegar y luego cuando yo te pregunté, tronco seco, si lo habías visto me dijiste que sí, que una de las tantas noches de estrellas ebrias y que tantas veces se repiten en las cantinas. Lo viste aferrado de tu piel y de tu cuerpo y finalmente…sucumbir. ¡Créeme!, me sacaste el alma de donde nunca debería salirse. Es por eso que ya no vagaré de crucero en crucero, algo en ti me atrapó, me quedaré contigo, pegada a ti. Al fin encontré a alguien con quien morir. No le digamos a nadie, no vaya a ser que de ahora en adelante la gente se vuelva loca y hable con postes y se le ocurra venir precisamente aquí a husmear de morbosos. Porque cada noche, tú, yo, el caballo viento y el conejo tiempo nos carcajeamos tanto, frente a tanto cielo.
Enero/2009