Ha sido, es y será, una hispter llamarada de petate el convocar a los asoleados laguneros a eventos llamados “rutas de…”
Tan original idea consiste en recorrer a pie –a pincel, a patín, en Dodge patas– diversos lugares señalados como importantes, según el magnífico criterio de la mente maestra que organiza el evento.
Las más comunes son las gastronómicas, también sumamente preferidas por los escritores. Esta clase de seres humanos con frecuencia tiene hambre. Por lo tanto se ve en la penosa necesidad de satisfacerla y hablar de ello como si fuera una experiencia religiosa, sentir que resucito si me tocas.
Pobres hombres –digo hombres porque las mujeres escritoras, en cuanto hembras, saben cocinar–… hombres maltratados que, continúo, carentes de las habilidades necesarias para la cacería, se atienen a otros verdaderos hombres que sí saben matar a pedradas un venado y servirlo a la mesa con todo y cornamenta, y beber su sangre caliente para tener más vida. Seguir leyendo