Hace unos cuantos días leí un breve articulo en la revista digital Antes de Eva titulado ¿Por Qué No Queremos Onvres En Las Marchas Feministas? donde se exponía por qué algunas feministas no desean la presencia de personas de sexo masculino marchando en su mismo contingente. La autora proporciona sus razones y las valida, además habla del victimismo de algunos individuos que simplemente no entienden la razón y la ideología del feminismo, o mejor dicho de la corriente del feminismo a la que la autora pertenece. Para ser sincero yo me cuento entre esos desinformados que no tienen idea del proyecto y la lucha que están realizando en mi país las mujeres.
Sé que los feminicidios y los crímenes sexuales se incrementan y se vuelven más brutales, lo cual me provoca terror al pensar en todas las mujeres que conozco, sobre todo al darme cuenta que este aumento tiene tintes de ser un fenómeno que va en proceso de institucionalización en nuestra sociedad. Cada vez se emiten más alertas de desapariciones para menores de mi ciudad, en el noticiero de Yuriria Sierra se hablo ya de una casa de seguridad, ubicada en una localidad colindante a la mía, con todas las trazas de ser un cuartel de trata de blancas y del 2000 hasta ahora se ha tenido noticias de dos sujetos y una pandilla/grupo de agresores sexuales en mi ciudad. Siempre sin encontrar al/los culpables, es como si los delincuentes simplemente se evaporaran o se dejara se seguir esta clase de noticias por alguna oscura razón.
Y como persona del sexo masculino no sé que hacer, de qué manera debo actuar al vivir entre estos casos que vuelven a aparecer. No como hombre, sino simplemente como persona, dejando a un lado mi sexo masculino, me inquieta no saber qué me toca a mí hacer además de difundir, pedir que se cuiden y tratar de cuidar a las personas de sexo femenino que conozco y quiero. Y aquí la cosa importante es que no siento que sea mi “deber de macho” cuidar a las “pobrecitas nenas indefensas” sino que son personas, del sexo del que sean, que me preocupan, que se encuentran en un gran riesgo y por lo tanto quiero proteger. Lo mismo me pasaba con todas las personas que tenían que salir, o moverse de noche, cuando había conflicto entre dos cárteles en mi ciudad, mi preocupación se enfocaba no en un sexo sino en el factor de riesgo que era el transitar la ciudad después de que el sol caía, ya fuera por cuestiones laborales o de cualquier otra índole.
Nada de lo anterior con afán mesiánico o con sensación de superioridad sino simplemente por solidaridad, por humanidad, por la esperanza y quizá con el interés de crearme una red, aunque fuera solo ilusoria, de personas que me apoyarían o mínimo que entre los que yo ayudara hubiera alguna persona que por reciprocidad me correspondiera protegiéndome y dándome apoyo en momentos en que yo corriera peligro. Quizá de ahí viene mi confusión y la de los periodistas que la autora señala. Porque los periodistas, al igual que otras tantas personas de sexo masculino y yo mismo, intuimos que las personas de sexo femenino y la lucha que realizan tendría una profunda relación, al llegar a la victoria, con una mejoría en el estado general de nuestra sociedad y vida.
No obstante, leyendo el sentido artículo me queda la sensación de que acaso no sea esa la vía de lucha a la que debieran adherirse las personas de sexo masculino, incluso pienso que esas personas de sexo femenino que buscaban la mixtura de su contingente tampoco debieran estar peleando desde esa trinchera. No sé desde que trinchera e incluso hablaré de distintos asuntos para explicarme y de alguna manera tratar de buscar desde donde habría que librar la batalla.
Al leer en el artículo de Antes de Eva:
“Como no todas estamos de acuerdo sobre la presencia de varones en las calles cuando nos manifestamos, se crean contingentes separatistas y contingentes mixtos para que marchemos como más nos plazca, acompañadas por los “aliados del feminismo” (entre comillas, porque nunca podemos estar seguras de que sean aliados) o solas. ¿El feminismo es sobre elección, qué no? El chiste es que de acuerdo o no, como vamos a la misma batalla, vayamos todas. ¡Pero es que ni los putos contingentes separatistas pueden respetar!”
“… ya compartimos el espacio con machines 24 horas al día, 365 días al año: en la oficina, en el transporte público, en la casa, y a veces, en la bolita de amigos. Son nuestros padres, nuestros tíos y vecinos, nuestros jefes. Queremos protestar en un ambiente que sentimos conquistado por nosotras, en uno que nos parece seguro, en uno en el que no vayamos a echar los ojos para atrás mientras nos manspleinean sobre nuestro activismo.”
“Pero aunque llenáramos una enciclopedia (una machipedia) sobre los incidentes que nos llevaron a determinar que queremos espacios exclusivos, el macho que es macho, no lo entenderá. ¿Y qué creen? No tienen que entendernos, tienen que respetarnos.
Si te empeñas en entrar en un espacio en el que nadie te quiere, lo que te urge no es hacerte escuchar para que “no te discriminen por ser onvre” sino trabajar en tu masculinidad violenta y en tu capacidad para aceptar el rechazo, en tu ego de onvre herido que te hace sentir que se tiene que hacer tu voluntad.”
Y simplemente no quieren personas del sexo masculino en algunos contingentes porque existen infinidad de incidentes en que se suscitaron agresiones de todo tipo efectuadas por hombres hacia las activistas. El incidente del artículo en mención, para explicarlo mejor, se dio debido a que Jenaro Villamil quería marchar al frente del contingente, al parecer, y el contingente del frente era separatista, intenta integrarse y le piden que vaya a un lado (fuera del contingente como la demás prensa) o bien detrás, porque ese era el lugar de los contingentes mixtos.
Y ahí es cuando me dio la sensación de que algo no me cuadraba, de que la lucha de la autora no sería para mí. También, debo decirlo, me vino a la mente la letra de una canción de los setentas, aunque parezca burla recordé “Liberación femenina” de Oscar Chávez. En la canción se relatan varios incidentes sucedidos en la conferencia del año internacional de la mujer, que luego se torno en congreso, llevado a cabo en México en 1975. Se canta que sólo mujeres de las clases altas o intelectuales de México fueron aceptadas en la conferencia, se relata someramente el incidente en que Hortensia Bussi, viuda de Salvador Allende, solicito la expulsión de la delegación representante de Chile (de la junta militar de ese país tras el golpe en el palacio de La Moneda), encabezada por Alicia Romo; lo anterior debido al papel fundamental que las mujeres de las clases altas chilenas tuvieron para propiciar el derrocamiento del gobierno socialista de Allende. Y es el recuerdo de la viuda de Allende lo que me da la pista de que es lo que me impediría adherirme a la lucha desde donde la efectúa la autora del artículo.
Es interesante leer el reporte de la conferencia de México ´75, extraña ver la cantidad de temas que fueron tratados y, sobre todo, la manera en que lo hicieron. Se hablaba de revolución, de un cambio estructural de la sociedad, de compromiso para fomentar dicho cambio. Hacen una crítica de la política imperialista estadounidense, hablan de lucha sí por las mujeres, pero sabiéndose parte fundamental de una población explotada, hacían discursos sobre economía, sobre como resolver los conflictos armados y asegurar la paz en sus países. Uno de los debates más arduos fue el de la Zona del Canal, mismo que trajo enormes conflictos y despojo a Panamá. Uno de los pilares de su lucha era la búsqueda de la remuneración del trabajo doméstico femenino. Nada que ver con lo que la ONU Mujer y su plan de acción de Beijing, elaborado en 1995, dice sobre el trabajo doméstico en el capítulo IV, inciso A, numeral 49, mismo que cito a continuación:
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Las mujeres contribuyen a la economía y a la lucha contra la pobreza mediante su trabajo remunerado y no remunerado en el hogar, en la comunidad y en el lugar de trabajo. La concesión a la mujer de los medios necesarios para la realización de su potencial es un factor decisivo para erradicar la pobreza.
En solo 20 años el movimiento feminista pasó de exigir el pago por el trabajo doméstico, mismo que algunos gobiernos realizaron, al menos temporalmente, a considerar ese mismo trabajo no remunerado como algo normal y hasta benéfico.
Pero el detalle que terminó de dejar en claro el motivo de mi no adherencia a la lucha de la corriente feminista de la autora se puede leer en la página 177 del reporte de la conferencia de México ´75. En el numeral 321 se deja asentado que la delegación cubana solicita que se agregue un párrafo al sumario del evento sobre la materia de la Paz el cual diría:
Muchos de los oradores hicieron referencia a las constantes violaciones de derechos humanos que han tenido lugar en Chile, y solicitan la inmediata cesación de la tortura, opresión, maltrato y represión de los cuales la población chilena, especialmente las mujeres, son víctimas.
Acto seguido, se deja asentado en el numeral 322, que la delegación de la junta militar chilena solicita que se someta a votación la inclusión de dicho párrafo. El resultado fue que se agregara al sumario. Tuvo 44 votos a favor de incluirlo, 47 abstenciones y solo 3 votos en contra; los votos en contra fueron de Nicaragua, Paraguay y de la mismísima delegación chilena. Sí, aunque parezca increíble, uno de los votos en contra fue hecho por las propias mujeres que vivían en el país del cual se solicitaba el cese a la violencia. Las otras dos delegaciones que votaron en contra eran, también, las representantes femeninas de las dictaduras impulsadas por el gobierno estadounidense en Sudamérica.
El voto en contra nos informa que, al parecer, la delegación feminista chilena no consideraba mujeres a las personas de sexo femenino en condiciones de pobreza de su país. Con su voto dejaron ver que estaban mandando a la chucha a las cholas, a ese montón de cabras culias seguidoras de Allende.
Dicho dato esclarece la cuestión de porque no es la trinchera feminista de mi país, específicamente la de la autora del texto, a la que me adheriría para la lucha por un mayor bienestar general. Desde mi punto de vista la batalla que las personas de sexo femenino libran hoy no es una batalla que resuelva de fondo ningún problema. Es una pelea válida, pero por adquirir ganancias particulares. Esas personas harán las cosas como mejor les plazca conquistarán, espero, aquellos farallones que desean para sí. Sin embargo, sospecho que dicha lucha y dicha victoria no será motivo de alegría para todas las personas de sexo femenino de mi país. Sospecho que se dará un resultado que beneficiará a una minoría y de ninguna manera revolucionario. Digo que será así por el simple hecho de separar, de poner algunas personas en la parte de atrás como si fueran de una categoría inferior (como a los negros en los autobuses gringos) o a un lado como espectadores, y eso si, reservar por las razones que se quieran los lugares preeminentes a cierta clase de personas (en este caso las separatistas).
De ninguna manera una lucha que incluye la discriminación entre sus propios militantes, dejando de lado que precisamente el mecanismo de crear diferencias entre la población explotada es uno de los grandes soportes del sistema que oprime a todo el mundo. Un movimiento así tiene pocas posibilidades de acarrear un cambio significativo al estado actual de las cosas. Para mejorar las cosas de una sola vez debería haber una crítica, una propuesta y un modo de actuar que ataque este cimiento del sistema.
Y no es que yo sea un “machín atrapado en los setentas”, lo que sucede es que me he topado con una feminista que me ha aclarado todo lo anterior. Me refiero a Silvia Federici, pues escuchando sus conferencias tituladas “Calibán y La bruja” y “La revolución feminista inacabada” quede sorprendido al escuchar que la Dra. Federici dice claramente que las luchas por derechos, por “espacios exclusivos” están bien, pero son accesorias, y de ninguna manera fundamentales. Yo ya antes había pensado que era bastante triste que, tras tantos años de lucha feminista, hoy en 2017 ya estén presentes en todos los ramos de la actividad productiva. Y me dio tristeza porque la gran conquista se tradujo en trabajar como repartidoras de Bimbo o Barcel, en ser guardia de seguridad privada, etc. Es decir lograron tener acceso a las mismas y precarias oportunidades que las personas de sexo masculino tenemos en cualquier país empobrecido. Asumiendo las mismas condiciones del trabajo, los mismos salarios bajos y la misma sobre explotación.
Se ganó, la mujer, el derecho de estar en un circuito que violenta y vuelve violentas a las personas, sin importar si son de sexo masculino o no. Con el agravante de que el trabajo doméstico sigue sin remunerarse no importa si lo realiza un hombre o una mujer, y que sin lugar a duda es un trabajo que agrega más de dos horas a la jornada diaria. Las familias monoparentales lo saben, las familias unipersonales también se dan cuenta del tremendo gasto energético de este tipo de labores. Pero al parecer hay personas que siguen sin darse cuenta que el verdadero enemigo es un sistema económico que busca la mayor ganancia y que siempre va a buscar medios de extracción de trabajo (vida), que dichos medios y dicha extracción son siempre violentos.
Pero también a la Dra. Federici le falta algo por decir, aunque de cierta manera lo atisba. Habla de escribir dos historias, de que no es lo mismo por ejemplo la revolución mexicana vivida por los hombres que la que vivieron las mujeres. Que debería de escribirse la crónica de la revolución desde la perspectiva de la mujer y luego integrarla con lo ya conocido por la perspectiva del hombre. Es pues necesario que convivan ambas historias. Y ahí es cuando recuerdo a Enrique Dussel y creo que habría la necesidad de plantear un discurso y un proyecto de las personas del sexo masculino. Uno que se enfocara en las mismas críticas y acciones del primer feminismo para mejorar la vida y las relaciones, desde el sistema económico que es el que ha venido determinando la vida de todas y todos. Y que ambos proyectos dialogaran, tuvieran una convivencia que nos hiciera estar satisfechos a las personas de ambos sexos, trabajando en un proyecto en común, y en proyectos específicos para cada sexo que no interfirieran entre sí.
Porque para ser sincero el asunto de las nuevas masculinidades también se queda muy corto, precisamente porque no surge como una crítica profunda, sino que se deriva del feminismo, se centra en los aspectos ya señalados por el feminismo, por ejemplo, en la violencia. Además la creación de nuevas masculinidades es estéril en el sentido de no tener derecho a realizar ninguna conquista. De inicio ese estudio y creación de masculinidades asumió la culpa de haber violentado a la mujer como si solo el hombre fuera por naturaleza susceptible de reproducir la violencia que impregna el modo de producción actual.
Los hombres que ahora buscan crear nuevas masculinidades, aún los más jóvenes, aceptan la culpa de la violencia realizada por generaciones anteriores en contra de las mujeres. Lo erróneo es que se culpan como si los hombres hubieran elaborado un proyecto machista, es decir que hubieran sido los hombres los que hubieran determinado los roles y las formas de violencia sin que el sistema económico hubiera tenido nada que ver. Sin duda es bueno reconocer aquellos defectos que señalan las feministas, pero cuando se terminen de eliminar los micro, nano, femto, zepto y hasta yocto machismos quedará, eso creo, un malestar todavía en las personas de sexo masculino. Insatisfacción provocada, también, por no haber criticado ni actuado en lo esencial. Nuestra manera de relacionarnos con nosotros y los demás no habrá mejorado.
Un ejemplo de lo esteril del movimiento de nuevas masculinidades se vería si los hombres empezaran a exigir el pago por su trabajo doméstico. Después de la carcajada generalizada permítaseme explicar. El trabajo doméstico no sólo son actividades de cuidado, son también de reparación y mantenimiento. Debería de empezarse a exigir remuneración, a las empresas o al estado, por ese trabajo que es más intermitente que el femenino pero que también implica desgaste físico y riesgo. La jardinería, pintura, la conducción del transporte familiar, reparación menor de fallas en las instalaciones, la mecánica automotriz, etc. Todo lo anterior es necesario para que las familias, los y las trabajadoras, tengan comodidad y descanso real para volver a las labores productivas; si me equivoco no entiendo porque los paquetes de beneficios para los ejecutivos incluyen automóvil con conductor pagado, residencia en inmuebles de las compañías, con trabajadoras y trabajadores domésticos que se encargan de que el ejecutivo no tenga de que preocuparse y pueda realmente descansar durante las horas, que casi siempre son pocas, en que no lo requiere la empresa.
De la misma manera que con el trabajo de las mujeres, se alega una natural disposición del sexo masculino para ese tipo de trabajo, se repite sin cuestionar la idea de que los niños tienen la curiosidad y la disposición de armar y desarmar cosas; igual que se afirma que las niñas prefieren juegos tranquilos y con muñecos. Solo que como no se refiere a la violencia esa idea no es vista como negativa y si se le cuestiona es de manera superficial. Y la propaganda también fomenta esta conducta en los varones.
De esa manera es en la que veo similitudes en la situación de las mujeres y los hombres. Por eso mismo creo que la creación de nuevas masculinidades no es la solución. Espero no equivocarme al afirmar que la similitud existe. Sé que estas ideas a muchos les parecerán descabelladas, pero intuyo que algo hay de razón en ellas.
Las mujeres en el pasado se dieron cuenta de que era necesario un cambio radical en la manera de vivir, y aunque su proyecto no continuó por ese rumbo, es esencial que la lucha por un cambio desde la raíz sea retomada por mujeres y por hombres.
De corazón expreso mis más sinceros deseos a la autora de que no haya famosillos que se quieran meter a su contingente separatista, que ya no se le victimicen los pseudo periodistas, que ya no haya quienes nos colguemos de la lucha feminista. Espero que, así como la Dra. Federici, haya personas de ambos sexos que estudien, analicen y critiquen la posición y la infelicidad en las personas de sexo masculino también. Y que nazcan luchas nuevas, que algún día se marche en comunión, que el que quiera ir al frente este en el frente, que lleguemos a tener una economía, una política y una vida con la menor violencia posible.
Mientras ese momento llega, termino pidiéndoles a hombres y mujeres que “aquello de que hablamos” no lo dejen de hacer, aunque sea por… amor.