Tal vez usted conozca al modernista mexicano Manuel Gutiérrez Nájera (AKA El Duque Job), por los siguientes versos:
En dulce charla de sobremesa,
mientras devoro fresa tras fresa
y abajo ronca tu perro Bob,
te haré el retrato de la Duquesa
que adora a veces el Duque Job.
Tal es el cuarteto con el que inicia el poema La Duquesa Job, aparecido por primera vez en 1884 y que, desde ese año hasta el presente, sostiene una relación de amor y odio con el colectivo imaginario de lectores: los interesados en crear poesía y los interesados sólo en recitarla.
Los poetas (AKA Maestros o Vacas Sagradas) que imparten talleres de poesía, intentan cortar de tajo la influencia del modernismo en la obra de los aspirantes a poetas. Logran el objetivo a fuerza de “tallereo”, es decir, mediante la reducción al absurdo de banalidades como las que presenta el poema de Gutiérrez Nájera.
Por principio, la rima facilona. ¿Qué rima con duquesa? ¡Sobremesa y fresa! ¿Qué rima con Job? ¡Un perro que se llame Bob!
En segundo término, la trivial anécdota. El Duque Job va a visitar a su novia, la duquesa, para ir de paseo a Chapultepec. Eso es todo. No hay ni un besito, un agarrón de mano, un faje. Nada. Puro romance pueril.
Y no es la única vez en que el Duque Job –uno de los tantos pseudónimos con los que firmaba sus publicaciones que escribía en cuatro periódicos de la época-, no es la única vez, decía, en que el Duque incurre en una trivialidad parecida. Consideremos En un abanico:
Pobre verso condenado
a mirar tus labios rojos,
y en la lumbre de tus ojos,
quererse siempre abrasar;
colibrí del que se aleja
el mirto que lo provoca
y ve de cerca tu boca
y no la puede besar
.
El desdichado verso-poeta no puede besar a su musa. ¿Por qué? ¿Ella es casada? ¿El colibrí-poeta que es provocado por el mirto acaso no tiene pico? ¿Por qué no se pueden besar, insisto? ¿La musa está muerta? ¿La musa es una estatua? ¿La musa es etérea? ¿De veras sólo quiere abrazarse en sus ojos? ¿Así de poco deseable es la musa como para que no la quiera manosear?
Gutiérrez Nájera planea sobre la materia poética de la misma manera en que un buitre sobrevuela la carroña, pero sin dejar que hunda su pico en su carne putrefacta. La evasión se repite en Para un menú:
Las novias pasadas son copas vacías;
en ellas pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos… huyeron los días…
¡Traed otras copas con nuevo licor!
Champán son las rubias de cutis de azalia;
borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos oscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino del Rin.
Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café;
son ojos azules las llamas traviesas,
que trémulas corren como almas del té.
No hay objeción con el primer verso, Las novias pasadas son copas vacías, porque propone un tema a desarrollar. Queremos ver el ardor del amante despechado, su ira o su vergüenza. Pero el Duque se va por la tangente al comparar a las mujeres con bebidas espirituosas y con coloridas flores.
Cabe preguntarse nuevamente, ¿habrá tocado a alguna de ellas? ¿Por qué sólo se fija en boca, labios y ojos? Y si las tocó, ¿por qué no se nota en la poesía?
El poema anterior se sitúa en la superficie de la experiencia corporal como con los primeros versos de Para el álbum:
El verso es ave: busca entumecido
follaje espeso y resplandores rojos:
¿Qué nido más caliente que tu nido?
¿Qué sol más luminoso que tus ojos?
¿Y…? ¿En qué momento van a coger? ¿Ya cogieron y no nos lo han dicho? Uno ya ni quiere preguntar.
La defensa de Gutiérrez Nájera se antoja una empresa infructífera. Y sí se han intentado. José Luis Martínez, el gran historiador y crítico de la cultura en México escribió La expresión nacional, libro que incluye dos ensayos, uno titulado Manuel Gutiérrez Nájera, ensayista y crítico, pronunciado en una velada en la que se conmemoraba el centenario del poeta en 1959; y el otro es Ideas sociales de Gutiérrez Nájera, un discurso pronunciado en la Cámara de diputados, de fecha desconocida. En ellos, pues, Martínez nos hace ver que el duque de duques era un gran prosista, un mejor cronista, y que su afrancesamiento no era solo una moda sino una forma de ser. El Duque, así como lo hemos leído, estaba renovando el lenguaje español incorporándose al modernismo, desde una lectura no tan bien asimilada de Baudelaire, Verlaine, Hugo, entre otros franceses.
Por otro lado, el más reciente trabajo que se pude encontrar es de Ernesto Lumbreras. En su ensayo El sueño dominical del Duque Job. La poesía de Manuel Gutiérrez Nájera en el túnel del tiempo, resalta las mismas cualidades mencionadas arriba en Martínez, y también nos entera de la muerte del poeta, a los 35 años, como consecuencia de una operación en la que los doctores le querían extirpar un tumor de la axila. Dicha operación no salió como se esperaba porque Gutiérrez Nájera era hemofílico y se desangró.
Los dos ensayos son irreprochables por una excelsa virtud: ni siquiera hacen el intento de defender la poesía del Duque Job, que consideran de menor valía que la de otros poetas mexicanos.
No hay manera de contradecir lo que los dos ensayistas exponen en sus obras. Vaya, ni la misma poesía del Duque ayuda para el propósito.
A menos que, como lo desarrollaré a continuación, se vea su obra como un prototipo de las canciones compuestas por Marco Antonio Solís (AKA el Buki).
Ubiquémonos en un gran salón en pleno baile. Hemos pasado el tiempo desgastando el cuerpo en cumbias y, de repente, el sonido cambia la euforia cumbianchera por la paz de las canciones que se bailan “de a cartoncito de cerveza”. ¡Siguen las románticas! La emoción de hablarle al oído a la mujer para preguntarle si jala o se enclocha, las manos a punto de resbalarse de la espalda hacia el trasero, el arrejuntamiento pélvico que se da al ritmo de los primeros acordes de Necesito Una Compañera. La primera estrofa dice:
Necesito una compañera,
que me ame y que en verdad me quiera,
que no tenga maldad,
que en su alma tenga humanidad,
que me sepa querer,
sin temor a perder.
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Esta mención es sólo para abrir pista. Sin embargo, bien se puede hacer una aguda observación. El Buki parece que busca una aguja en un pajar cuando, la realidad nos dice que todas las mujeres terrícolas que viven tienen en su alma humanidad, incluso todas las que ya murieron la tuvieron, y las que nacerán años más tarde la tendrán porque todas pertenecen al género humano. Cualquiera que tome por compañera le ofrecerá lo que busca con seguridad. Excepto las que ya murieron porque están muertas.
Para iniciar las comparaciones propongo a su consideración algunos versos de Hojas secas, del Duque Job:
¡En vano fue buscar otros amores!
¡En vano fue correr tras los placeres,
que es el placer un áspid entre flores
y son copos de nieve las mujeres!
El primer verso En vano fue buscar otros amores plantea un tema recurrente en la música grupera: los amantes se quejan de la desgraciada búsqueda del amor. El Buki, por su parte, escribe en Mi Fantasía:
Cuando creí que había encontrado el amor
cuando me enamore de ti, me dejas tan solo
solo recordando, aquellos momentos
que hoy tanto añoro.
Leamos otros dos que forman parte del mismo Hojas secas:
Tú quisiste amar, ¡y te mataron!
Tú quisiste ser bueno, ¡y te perdieron!
¿No les recuerdan estos versos a toda canción que habla de la intención cándida de acercarse a alguien para amarlo, pero que después destrozan sus ilusiones? El destrozo viene después de haber tenido un momento amoroso, como el que pone el Buki en Tus Mentiras:
Este es para mí, el día más triste,
pues nunca esperé lo que me hiciste,
creí que esta vez había encontrado
este amor por mí, tan esperado
pero también fui por ti burlado.
Con la misma idea de un amor no correspondido, tenemos un amor correspondido a medias, pero que le hizo daño al poeta quien, en lugar de olvidar a ese agente dañino, lo sigue recordando. Aquí tenemos Siempre a ti:
¡Si pudiera olvidarte! ¡Si pudiera
borrar del pensamiento tu memoria
ha largo tiempo que arrancado hubiera
La página más triste de mi historia.
Estos versos coinciden con Este Adiós, de Marco Antonio, de la cual consigno el coro:
Este adiós
es el que he sentido más
como a ti
a nadie quise jamás
lo dice esta imagen tuya que olvidarás.
Ahora, para concluir, propongo Luz y sombra, del Duque, unos cuantos versos nada más:
Sé tú la blanca estrella que alumbre mi camino,
el faro que me guíe al puerto de salud;
no dejes que en los brazos de mi cruel destino
me arroje en el abismo y olvide la virtud.
Ahora vemos una solución, efímera, por cierto, en la que la amante perseguida, cuando gratifica, se vuelve bálsamo maravilloso que cura toda enfermedad, salva de la muerte, casi cura el cáncer, previene terremotos, y hace que no se acabe el mundo.
El Buki hace eco de este tema con la siguiente canción, dedicada para todos los caballeros que me leen y finas damas que los acompañan. Para ustedes, sí cómo no, Yo Te Necesito:
Yo te necesito
a cada momento solo pienso en ti
lo digo y lo grito
tan solo eres tú lo que me hace feliz.
Yo te necesito
amor como este he sentido jamás
te espera tu nido
mi vida es vacía si tu aquí no estas.
No puedo asegurar que Marco Antonio Solís, el Buki, haya sido influenciado por Manuel Gutiérrez Nájera, el Duque. Quizá lo leyó alguna vez cuando cursó la educación primaria. Es probable.
Lo que establezco es que ambos coinciden en esta temática, que ha traspasado las fronteras culturales del mundo, del tiempo y del espacio: la popularización del fracaso amoroso.
La experiencia amorosa es breve, desgraciada, humillante, imposible. El que canta o escribe, aparece ante el que lo escucha o lo lee, como el ser más horrendo jamás creado, un renglón torcido de Dios, un hombre elefante, un jorobado de nuestra señora, pero con muy bonitos sentimientos. De hecho, parece también que nadie, absolutamente nadie, tiene los sentimientos más bonitos que él. De ahí viene la melodramática compasión que provoca en los demás al verse maltratado por la ingrata mujer.
La realidad nos dice que no hay nadie tan feo como el hombre elefante ni como el jorobado de nuestra señora. Puede ser que exista alguien que se les parezca, pero no más. Por extensión, ningún ser humano puede carecer de amor. Sólo el que no ha nacido porque no existe. Pero dejen que exista y alguien, en algún momento de su vida, lo amará.
La realidad también nos dice que todo ser humano ha tenido un fracaso amoroso, por el cual asimila de manera dolorosa la experiencia, teniendo como resultado una sensación de derrota, desánimo, depresión, baja autoestima, entre otros males.
Canciones y poemas escritos en este tono, son consumidos por todo ser humano que se encuentre en una situación emotiva similar. Y con estos poemas y canciones hemos sido educados sentimentalmente desde temprana edad. De aquí se desprende que el Buki tenga un público numeroso. De aquí también surge la posibilidad de que el Duque Job pueda mantener su número de lectores que sólo les interesa recitar poesía.