Luego de soñarme escritor comencé a soñarme conferencista. No como predicador evangélico –que no me saldría mal, pienso-, sino como parte del ejercicio profesional inherente al trabajo de estar leyendo y escribiendo casi todas las horas de mis días.
Bien podría yo quedarme en casa, como Dios me trajo al mundo, leyendo hasta que muera, escribiendo hasta que gane un premio, tranquilo, sin que nadie me moleste, mamando toda la sabiduría que emana de los libros de mi biblioteca pero, si no comunico aquello que estoy aprendiendo, yo nada sería. Luego entonces, hay que buscar la manera de compartir sabiduría, por cualquier medio posible, ya sea publicando en blogs o dando conferencias. Seguir leyendo