Octubre permanece mucho tiempo

I
En 1970 Pilar Campesino abordó el tema de la matanza de Tlatelolco con una obra llamada Octubre terminó hace mucho tiempo, la cual es considera uno de los más grandes referentes en la dramaturgia nacional que trata la fecha del 2 de octubre de 1968.

La obra se montó por primera vez, no en México sino en Nueva York, por razones de censura. Campesino da cuenta del hecho en la más reciente edición que se puede encontrar:

El miércoles 29 de diciembre de 1971, en el Teatro Ofelia, lleno en su totalidad, se da, en calidad de preestreno, una función especialmente dedicada a la crítica, la comunidad artística, prensa especializada y autoridades correspondientes de la Dirección de Espectáculos del Distrito Federal, a fin de obtener de parte del titular de la misma, licenciado Manuel del Toro Calero, la autorización para presentar Octubre terminó hace mucho tiempo al público, premiso que no es otorgado, aunque tampoco oficialmente negado, “por razones de tipo moral y estético”, según expresó a los medios el licenciado Octavio Sentíes, regente de la ciudad, quien criticó también el lenguaje, “así como el abuso del sexo y el uso de la mariguana” que caracterizan la obra. (Ediciones El Milagro. Col. La Centena. México. 2003).

Nótese que las razones del estado para posponer su estreno al público fueron el lenguaje, el abuso del sexo y el uso de la mariguana –todas éstas, costumbres estigmatizadas tras el evento al que se refiere– mas no objetó el tema político, histórico y social. Así, las autoridades evadieron, en cierta medida, ser considerados censores medievales. Otorgaron el permiso a los interesados hasta el 26 de septiembre de 1974. A partir de esa fecha la obra tuvo cien representaciones en el Teatro Ofelia, dirigida por Ignacio Retes, quien estuvo con la obra desde el inicio de la aventura hasta el final de la misma.

Se sabe muy poco de Pilar Campesino. En el 67 se hizo merecedora de una mención honorífica por su obra Los objetos malos. Fue becaria del Centro Mexicano de Escritores de 1968 a 1969. Sus obras se encuentran publicadas en diversas antologías –como las que armó Emilio Carballido: Teatro joven de México, 9 obras jóvenes; y en las del grupo Doce a las Doce, que inició con un libro del mismo nombre, y que hoy se encuentran publicadas en la editorial PAX México: Teatro de humor para jóvenes, Teatro para amantes de teatro, entre otras.

En el 2003 sus familiares anunciaron en medios periodísticos nacionales que su estado de salud era grave y que fue internada en un hospital, debido a complicaciones del enfisema pulmonar que padecía desde hace tiempo. Al momento en que escribo se carece de noticias sobre su fallecimiento y sobre su estado de salud actual.

No se vislumbra la edición de sus obras completas en un futuro cercano. Esto, más el hecho de que su dramaturgia está dispersa en las antologías mencionadas, dificulta la realización de un estudio especializado. Por lo cual se vuelven necesarios estudios, aunque sean provisionales, a partir de la obra más accesible de su producción.

II
El tema principal de la pieza en dos actos, Octubre terminó hace mucho tiempo es, en primera instancia, la relación de pareja. Sus personajes, Mario y Elena, jóvenes profesionistas, viven una situación económica precaria. Esta se complica porque Elena ha quedado embarazada. Ante la noticia Mario se pone tan feliz que decide fumarse un churro de mota del que le convida a su pareja. Al probar la droga los jóvenes expanden su conciencia para cuestionar lo que hasta ahora han construido como pares. Mientras Elena ha dejado la comodidad de su seno familiar clase-mediero, Mario no ha cedido nada. Sigue aferrado a sus convicciones políticas ya que participa en el movimiento estudiantil de los años sesenta. Incluso cree que el movimiento está sacudiendo al país y que ha hecho tambalear al presidente. Elena considera que el movimiento es pueril. Ante esto Mario le responde duramente:

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Elena contrataca diciendo que el movimiento es un fracaso para despertarlo de su sueño socialista. Mario le responde de esta manera:

Más adelante Elena se desquita así, ante la presunción de Mario de que el Consejo Nacional de Huelga por fin obtendrá los resultados pretendidos:

La posterior confrontación entre un Mario beligerante y entre una Elena desilusionada, terminará con ella diciendo que no cree en paraísos de cartón. Como se puede observar, estamos viendo una confrontación ideológica., pero también un conflicto doméstico. Claramente Elena presiona a Mario para que este se convierta en jefe de familia. Por eso mismo, quiere destruir aquello que lo desvía de su ideal.

Luego de la discusión ideológica, la obra vuelve a su historia como pareja para destruirla. Ambos personajes asumen el rol de otros para tal efecto. Elena será una psicoanalista y Mario su paciente; luego entrevistada y entrevistador; luego interrogadora e interrogado; patrón y criada; y finalmente, otra vez Mario y Elena.

Estos cambios de personaje son rápidos, orgánicos y le dan a la obra otros matices. Quizá este andar frenético se deba al alucín que ha provocado la inhalación de la canabis sativa, o quizá sea para representar la rápida descomposición de las relaciones de pareja que inicia en las relaciones sexuales. En la obra, éstas se vuelven casi imposibles de consumar. Además, se dan cuenta de que los ha unido una idea vaga del amor. Esto queda de manifiesto cuando Mario asume el papel del padre de Elena y le dice:

Cuando vuelven a ser ellos mismos hablan con ternura sobre lo que les pasa en un flashback que los coloca al inicio de su relación:

Este es apenas el primer acto de la pieza y ya hemos visto que Elena vive atada a su pasado y Mario se atiene a un futuro incierto provisto por su pseudo-compromiso con la causa social. Elena se lo reprocha durante el segundo acto:

Para darle el final correspondiente a éste acto, más breve que el anterior, Mario y Elena vuelven a tomar la forma de otros personajes. Son niños que juegan con un patín del diablo y luego, por un instante, ser convierten en un oficial de tránsito –Mario–, que le gruñe a una ciudadana común y corriente –Elena–, que le ofrece sexo para escapar de una infracción. Luego ambos se convierten en manifestantes que, en un salto temporal hacia el mismo 2 de octubre, confunden cañonazos con luces de bengala y creen que las balas que les disparan son de salva. Elena, finalmente, se convierte en un soldado que dispara a quemarropa a Mario, quien se arrastra hacia ella, siendo Elena, para decir:

Lo que ha hecho Pilar Campesino es desarrollar un conflicto cotidiano dentro del marco de un conflicto más trascendente al que hace referencia en un segundo plano. Así, evitó que la censura de su obra se prolongara más tiempo del que pasó porque, estrictamente hablando, Octubre terminó hace mucho tiempo no trata del todo la matanza de Tlatelolco, pero ésta sigue presente con toda su magnitud.

Sin la escena final en la que Mario cae abatido en la Plaza de las Tres Culturas, la obra se reduciría a un mero drama doméstico. Nada mal, podría decirse al leerse la obra sin considerar el último diálogo. Pero con su presencia, la obra se convierte en la expresión de la trágica matanza del 2 de octubre, que laceró gravemente a la sociedad mexicana. No sólo vemos la muerte de Mario, sino la de todos los jóvenes acaecidos en la Plaza de las Tres Culturas. Sentimos que Elena ha perdido aquello que le da sentido a su vida, y también la pérdida de las familias de aquél tiempo. Se palpa, a fin de cuentas, una de las heridas más grandes de nuestro país.

III
Supongamos que un dramaturgo tiene frente a sí un hecho como el de Tlatelolco
–que los ha habido, en los años recientes–. Supongamos también que no se puede resistir a llevarlo del texto a la escena, o al revés, según la costumbre de nuestro teatro actual. ¿Cómo hacerlo, entonces?

El método posmoderno de escena expandida en el cual el teatro no es teatro sino todo lo otro que no es teatro, desconfía de las formas tradicionales. Desdeña el uso de personajes y prefiere a las personas; elimina el escenario y recurre a cualquier espacio abierto; carece de la acción dramática y acude al discurso. Aplicando lo dicho, tendríamos una representación no-teatral en la que cualquier transeúnte de la Plaza de las Tres Culturas sería tomado por sorpresa para que, ante micrófono y cámara, dijera lo que se le venga a la mente sobre el 68. Por supuesto, se proyectarían los videos que hay sobre el evento, así mismo que los audios y, quizá, una lectura en voz alta de La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska.

Tendríamos como resultado un performance cuyo mayor problema es que se agota en sí mismo. Es decir, no trasciende más allá del evento. Y, por más videos que se graben del performance, y por más proyecciones que se hagan del mismo, jamás se transmitirá una experiencia estética teatral.

A fin de cuentas, el método posmoderno de escena expandida pone de manifiesto su desconfianza en la palabra escrita, que es esencial para el teatro, junto con la representación, sin considerar que, un diálogo como el que Mario dice que alguien tiene que nombrar las cosas por su nombre, es más potente que cualquier variante de performance.

La intimidad es una característica esencial del teatro. Reside en ella su mayor efectividad en los espectadores y ante quien lo lee, por supuesto. Lo espectacular distrae, confunde, provoca otra clase de sensaciones ajenas a la experiencia estética.

Retomando Octubre terminó hace mucho tiempo, lo espectacular sería representar la misma matanza del 68, para lo cual se precisarían más personajes como soldados, manifestantes y reporteros. Además, se volvería necesario cambiar de escenarios, iluminación, vestuario. En fin, estaríamos haciendo una producción magna, insostenible económicamente hablando y que no llegaría a las cien representaciones.

No es que no se pudiera llevar a escena si se consigue un financiamiento gubernamental o privado que pague el sueldo de cientos de actores, la renta de los teatros, las giras al interior de la república, sin que se espere recuperar la inversión. Pero, tendríamos que preguntarnos nuevamente ¿cómo proceder?, ¿cuál opción sería la mejor? En definitiva, la que plantea Pilar Campesino, que no es la primera vez que se observa en la historia de la dramaturgia mexicana: que la parte exprese el todo, que un conflicto familiar –menor– exprese el conflicto mayor –universal–. Así, se intensifica una experiencia estética teatral, por medio de pocos personajes, un cambio mínimo de tiempos y espacios, pero con una sola acción dramática que mueva todas las acciones dentro de la obra.

IV
Queda ahora resolver el tema de la verdad. Supongamos nuevamente que el dramaturgo tampoco puede resistirse a tomar una posición ante un hecho fatal. Puede estar a favor, en contra, parcialmente a favor y parcialmente en contra. Pero, cualquiera que sea su posición, debe presentar la verdad del hecho, desde su perspectiva.

¿Y si tuviéramos que la verdad contradice su postura ideológica? ¿Se debe acallar con tal de mantener esa postura? ¿Qué es más cómodo, criticar la burguesía o maltratar la izquierda?

Pilar Campesino no esconde las fallas del movimiento estudiantil representadas por Mario y señaladas amargamente por Elena, porque la verdad sobre el movimiento es que no fue ciento por ciento puro, que sus adeptos fueron demasiado idealistas, ingenuos, incluso corruptos desde un principio. De esto nos enteraríamos años más tarde al saber que los líderes que sobrevivieron buscaron amnistía, puestos gubernamentales, las presidencias de partidos políticos, apegándose aún a los ideales del 68, como si éste siguiera con la misma intensidad de antes.

Por otro lado, tampoco matiza la fuerza de los demonios de la matanza que siguen presentes en la memoria colectiva del pueblo mexicano. El gobierno, con su acción bestial, socavó el ansia transformadora, la fuerza vital, la rebeldía de la juventud. No fue su primer intento ni el último. Durante las siguientes décadas hasta el presente se mete en la vida de sus gobernantes para domesticarlos con una falsa sensación de bienestar, de progreso, de felicidad, aun ocurriendo eventos trágicos como el del 68.

Luego entonces, el teatro debe tener un carácter de denuncia social, sin importarle las posiciones. Puede mantenerse a la izquierda y criticar a la derecha, lo mismo que atacar a la izquierda siendo de derecha. En otros términos, su función es dialéctica, es la antítesis de toda tesis. Debe cuestionar lo que se tiene como algo ya felizmente realizado para señalar sus contradicciones y luego llevar, en la medida de lo posible, a la sociedad hacia otro estadio evolutivo. Si esto no se logra, que por lo menos nos sirva para contemplar con ojos críticos nuestro tiempo.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.

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