Capítulo 1: Betosattva
Estoy casi seguro que durante el periodo que va de 1960 a 1999 todas las personas, ya sea por moda o curiosidad, probaron alguna droga (desde cosas naturales, como la mariguana y la ayahuasca, hasta sustancias que no llegaron a tener nombre y sólo quedaron en las formulas químicas no sin antes dejar alguna banda arriba del avión), adoptaron algunas de las prácticas New Age (cosas como acomodar su casa según el Feng Shui, creer en el zodiaco o buscar el sentido de sus vidas en el Tarot) o se convirtieron en cierta medida a alguna religión exótica (ampliaron su panteón con los Orishas, se convirtieron al budismo, adoptaron la cosmovisión del taoísmo o en algunos casos hasta pertenecieron a sectas narco satánicas). Todos en mayor o menor medida le hicimos al Madrake alguna vez con alguna de esas ondas. En el caso de Beto fueron todas esas cosas y muchas más. Y yo no tengo ni idea de cómo alguien oriundo de uno de los pueblitos más recónditos de Zacatecas, de Palmillas, un pueblo donde lo único que hay son nopales, llegó a ser parte de una comuna en California y tampoco la manera en que terminó sus días en una pequeña y olvidada ciudad al norte de México donde no pasa nada como Torréon.
No puedo decir que esté enojado con él, ya no. Seguir leyendo