Yo no me acordaba de Sergio Pitol hasta que leí la noticia de que está retirado de la vida pública debido a su grave estado de salud. A la sazón, pasa por la cuarta y última etapa de una afasia primaria progresiva no fluente, enfermedad que, supongo, debe ser lo bastante seria como para que se haya alarmado el mundo entero.
Yo no me podía quedar atrás. Me puse un Jesús en la boca y, al mismo instante en que terminé de leer las malas nuevas, me sequé las lágrimas de los ojos y busqué sus obras en mi librero. Imaginen mi sorpresa cuando, ¡oh, ingrata fortuna!, encontré que sólo tenía dos, Cementerio de Tordos –una selección de cuentos-, y El desfile del amor –una novela que no he leído desde que la compré quién sabe cuándo.
Pero sí lo he leído, me dije. Estoy casi seguro, me insistí. ¡Ah, cabrón! ¿Sí lo habré leído?, dudé. Luego me reprendí, ¡A huevo que lo leíste, pendejo! Seguir leyendo