Uno
Echándome un clavado en la memoria, recuerdo que el primer libro que leí de Jorge Ibargüengoitia fue La ley de Herodes. Continué con Los relámpagos de agosto y de ahí me pasé a Maten al león. No soy de esa clase de lectores que siguen fielmente a un autor y que devoran su obra en orden cronológico. Más bien, me atengo a la fortuna –y a mi estado de ánimo- para leer lo que ella me depare.
Así, la obra de Ibargüengoitia fue cayendo en mis manos de manera aleatoria, pero no en su totalidad. Aún no me topo con Estas ruinas que ves, por ejemplo. Si alguien la tiene, no se apresure a ofrecérmela ya que de momento estoy interesado en comprender el periodo teatral del guanajuatense, que descubrí cuando leí El atentado y Piezas y cuentos para niños.
Mis investigaciones me llevaron a saber que Jorge Ibargüengoitia fue el mejor discípulo de Rodolfo Usigli –padre plenipotenciario del teatro mexicano-, por encima de Luisa Josefina Hernández, Sergio Magaña, Emilio Carballido y Héctor Mendoza, compañeros de generación en la clase de Teoría y Composición Dramática, la llamada “Generación de los 50’s”. Seguir leyendo