Columna

AUTOPSIA PRELIMINAR DE JORGE IBARGÜENGOITIA

Uno

Echándome un clavado en la memoria, recuerdo que el primer libro que leí de Jorge Ibargüengoitia fue La ley de Herodes. Continué con Los relámpagos de agosto y de ahí me pasé a Maten al león. No soy de esa clase de lectores que siguen fielmente a un autor y que devoran su obra en orden cronológico. Más bien, me atengo a la fortuna –y a mi estado de ánimo- para leer lo que ella me depare.

Así, la obra de Ibargüengoitia fue cayendo en mis manos de manera aleatoria, pero no en su totalidad. Aún no me topo con Estas ruinas que ves, por ejemplo. Si alguien la tiene, no se apresure a ofrecérmela ya que de momento estoy interesado en comprender el periodo teatral del guanajuatense, que descubrí cuando leí El atentado y Piezas y cuentos para niños.

Mis investigaciones me llevaron a saber que Jorge Ibargüengoitia fue el mejor discípulo de Rodolfo Usigli –padre plenipotenciario del teatro mexicano-, por encima de Luisa Josefina Hernández, Sergio Magaña, Emilio Carballido y Héctor Mendoza, compañeros de generación en la clase de Teoría y Composición Dramática, la llamada “Generación de los 50’s”. Seguir leyendo

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LAS TRES EIFFELES

Una para gobernar a los fresas

Era la década de los noventas, y yo un púber en ella, cuya impronta era la de hacer “la primera comunión” en la zona de tolerancia de Torreón, o al menos integrarme de lleno en su vida nocturna.

Cerraron la zona de tolerancia en 1997 sin que yo cumpliera mi cometido, y no tenía ni la media cartilla, requisito mínimo para entrar a las discos de la época: La Rosa, Girella, ¡Oh, no!, Ramsés, Atos Portos (AKA Hartos Pistos).

Tampoco tenía carro, máximo requisito para acceder a la hombría y para perder la virginidad ya que, como cuentan las leyendas, con un buen carro podías levantar un chingo de viejas.

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LA CAMINERA O ¡ESTÚPIDA, MI CANTINA, IDIOTA!

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Estaba yo en mi casa, por la mañana, bebiendo la primera taza de café, cuando vi en Televisa Laguna un video promocional sobre la exposición “La última y nos vamos. Cantinas históricas de Torreón”, y me acordé de que yo me había prometido ir porque soy un aficionado a las cantinas más que al museo Arocena, lugar de la exposición, y porque quería ver cómo es que podrían dialogar estos mundos aparentemente contradictorios.

Eso era antes de ver el video promocional -cuya duración es de poco más de 4 min.-, en el cual aparece el historiador Carlos Castañón Cuadros, sentado frente al reportero, hablando brevemente sobre la historia de las cantinas y sobre algunos aspectos culturales de las mismas. Lo que me dio mala espina es que se encontraban en el Perches y que Castañón Cuadros solamente le dio dos tragos a su cerveza servida en vaso. El Perches, si bien es histórico, lo considero algo fresa, y yo mejor me pondría hasta la madre en lugar de dar dos tragos a una deliciosa cerveza.

En fin… Me fascina el arte que toma como motivo la vida de los bares y le imprime una fuerza expresiva que de suyo no tiene. Porque, estrictamente hablando, la belleza natural de cualquier espacio, no es suficiente para conformar una obra de arte. Hace falta la intervención del artista para elevarlo a esa categoría. En fin… La historia de la literatura y del arte, nos han entregado grandes obras, y el grupo Pesado su mejor disco. Seguir leyendo

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¿Vodevil o Vaudeville?

El 2 de julio del presente año, podrá ser olvidado porque no es el 2 de octubre, pero tuvo algo digno de destacarse: el estreno de la comedia Vodevil de Hugo Daniel Marcos, en el teatro Nazas, dirigida por Cony Múzquiz.

Por un momento me trasladé en el tiempo, entre siete y diez años atrás, cuando era frecuente que se montara Cianuro, ¿solo o con leche? de Juan José Alonso Millán, Apenas son las cuatro y ¿Huele a gas? ambas de Tomás Urtusástegui, no se diga cualquier comedia de Emilio Carballido o de Alejandro Licona, y Mi mujer es el plomero del mismo Hugo Daniel Marcos. Por alguna extraña razón me acordé de Antonio González Balquier. Ha de ser porque fue él quien me explicó lo que eran los subgéneros de la comedia. En fin…

Eran tiempos en que la comedia era muy socorrida por grupos estudiantiles, porque les era fácil producir. Además, tenían, o tienen todavía un público que las acepta y que se divierte con ellas.

Vodevil coincide con las presentaciones de las comedias Ella y él de Jean Pierre Martínez, dirigida por Elena Reyes en Casa Aquelarre, y con Payaso, espectáculo de La Tropa Cachivaches en Plan B Estudio Teatro.

Lo menciono porque el panorama general de mitad de año, nos indica que nuestro teatro ha sido muy solemne. Y ver Vodevil –menciono solamente esta obra porque es la que motiva el comentario- me recordó que existe otro estilo de teatro, otro género, la comedia. Seguir leyendo

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FITNESS CLUB O ¡QUÉ BIEN TE ESTÁ CAYENDO EL SPINNING!

Leer no es malo

Los días 15 y 23 de junio de este glorioso año –es glorioso porque se me da la gana decirlo-, tuvo lugar la lectura dramatizada de Fitness club, de mi compañero-amigo-hermano, Alfredo Loera, en el Teatro Nazas y en Casa Aquelarre, respectivamente.

En la lectura participaron More Barret, Cony Múzquiz, Elena Reyes, Teresa Muñoz y Ángel Talamantes (como el Instructor y lector de las acotaciones); con una buena asistencia del público en ambos recintos teatrales. Y eso que no hubo sangre, ni orines, ni nuevos planos conceptuales de la escena ligada a los problemas sociales que provocan el capitalismo voraz, sino actores leyendo, simple y llanamente, el primer texto dramático de mi compinche-wing man-camarada Alfredo Loera.

Quiero destacar el hecho de que, si bien una lectura dramatizada no es del todo un hecho escénico, permite contemplar varios aspectos todavía teatrales. Por ejemplo, se puede ver algo de dirección, cierto grado de interpretación y, lo que pareciera ser rarísimo, un actor leyendo.

A mí me gusta mucho cómo leen Cony Múzquiz, Elena Reyes y Teresa Muñoz, y no me desagradó para nada las participaciones de Ángel Talamantes y de More Barret. Es que leer no es malo, sino bueno, de veras, puede intentarse, no hay corriente estética que lo prohíba. En nuestra revista hay algunos artículos que hablan sobre la lectura. Los recomiendo. Seguir leyendo

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Estepa de apocalípsis (segunda parte)

Los autores incluidos

Es urgente elaborar una ética del curriculum vitae para determinar los axiomas que nos permitan incluir y omitir los estudios realizados, las obras publicadas y los datos biográficos en una ficha curricular.

Pienso que esta disciplina emergente le serviría sobre manera al editor de la revista Estepa del Nazas, por dos razones: la primera, porque lo obligaría a ser democrático e incluyente, y a tener un criterio uniforme.

Es que, de los 17 autores que fueron incluidos en el número 61 –el que apareció luego de tres años de silencio-, 3 no tienen ficha curricular. Me di cuenta porque estaba yo leyendo Me dueles suave patria, y quise conocer algo más de José Cháirez, autor del deficiente poema, para saber si era un novato o un poeta de mayor trayectoria. Pues no pude hacerlo. Tampoco pude saber si Ligia Macías y Pablo Astorga, eran africanos, aliens, naturales de Torreón, Gómez Palacio, o Lerdo.

En el mismo tema, el editor se vería obligado a decirle al escritor que no es necesario consignar todas las obras que ha publicado porque quita espacio a otros, como creo que sucedió con los tres anteriormente mencionados.

Por cierto, tengo la ligera sospecha de que el editor no es Saúl Rosales, aunque la revista lo ponga de manifiesto, sino alguien muy distraído. Si fuera Rosales, jamás habría olvidado incluir las fechas de sus tres últimos libros: Reseñas y señales de narrativa y poesías laguneras (2015), Jales sobre el habla lagunera (2014), y Teatro en la Laguna 1982-1992 (2013), en su propia ficha curricular. Seguir leyendo

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Estepa de apocalipsis (primera parte)

Presentación de tres años

En el mes de abril del presente año apareció el número 61 de la revista literaria Estepa del Nazas. Esta vez no hubo fanfarrias, sino unas cuantas menciones, escuetas y muy parecidas entre sí, en los espacios culturales de algunos medios de comunicación.

De ahí en más, prácticamente nadie le ha puesto atención a la revista literaria. Por lo mismo, nadie se ha dado cuenta de que el número 61 ha sido publicado solamente tres años después del número 60. ¡Tres años!

En estos tres años hemos visto al primer presidente de color en los Estados Unidos de Norteamérica, un Papa latinoamericano, el triunfo en los Premios Oscar de Leonardo Di Caprio, pero un solo número de la Estepa del Nazas.

Así como usted, estimado lector, yo también estoy bien sacado de onda; quisiera estar viviendo una realidad alterna. Quisiera, sobre todo, decirles que estoy soñando… Pero no. Una sesuda investigación en internet me indica que realmente han pasado tres años entre el número 60 y el 61 de la revista literaria.

Mis investigaciones arrojan otros resultados: el dominio estepadelnazas.com ya no existe; la última entrada en revistaestepadelnazas.blogspot.mx fue realizada en el 2008; no tiene cuenta en Twitter; su página de Facebook (en la que sólo tiene 344 amigos) no registra movimiento alguno desde el 20 de enero del año en curso hasta el día en que escribo esta columna. Para colmo de males, en el sitio https://issuu.com/estepadelnazas, donde se pueden consultar todos los números anteriores, a la fecha todavía no se carga el 61, ¡y eso que ya pasaron dos meses desde su publicación en formato físico! Ya no quise deambular por las redes sociales de los autores incluidos en la Estepa para revisar si compartieron las notas de los medios de comunicación, porque eso ya sería acoso, “stalkeo”, y yo no soy tan obsesivo.
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DE MONSTRUOS Y OTRAS MADRES

Nuevamente quiero destacar la propuesta escénica de Casa Aquelarre: tres salas para tres obras que pueden verse en orden aleatorio o lineal, donde se proponen dramas íntimos, mayormente a través de monólogos, y en recientes fechas con una preocupación temática.

Muestra de ello fue la producción del ciclo “Colores de infancia”, comentada ya por Luis Carlos García Lozano en esta revista; y la más reciente producción llamada “De mamis y otros monstruos” –que se presentó durante mayo y principios de junio de este año- compuesta por dos obras cortas de Brenda Vargas, Duerme, pequeño, duerme y Valor; y Los hijos de Esperanza, unipersonal –odio esta palabra- de Elí Montemayor de la compañía Amargo Teatro.

Primero las damas. Brenda Vargas –la autora de Soliloquios de mujeres locas-, escribe y dirige el monólogo Duerme, pequeño, duerme –actuado por Valentina Saldívar-, en la que una joven mujer platica con su bebé sobre las clásicas inquietudes e ilusiones de una madre primeriza. En Valor es una madre –Elena Reyes-, la que habla y habla con su hijo travesti –Iván Torres- sobre conflictos generacionales, frustraciones, incomodidades, reclamos, fastidios, todo aquello que una madre puede recriminar a un hijo. Seguir leyendo

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NI QUE FUERAS TAN BUENO

Me gusta imaginar escenarios posibles que justifiquen mis artículos. En esta ocasión les presento el caso del artista criticado. Acompáñenme a ver esta historia.

Una noche, el artista cansado de ver pornografía en internet, teclea su nombre en google esperando tener suerte. Para su complacencia descubre que el mundo se fija en él. Hay diez o veinte noticias, treinta o cuarenta fotografías y dos o tres videos en youtube sobre su trabajo.

Pero… ¡Oh, sorpresa! Al abrir un link se le queman los ojos. Es que ha descubierto que un colega suyo, vecino de su ciudad, le ha dedicado una crítica con palabras como estás: ‹‹no es su mejor trabajo››, ‹‹creo que debería mejorar››.

Entonces, el artista se sube el calzón, se limpia las manos y escribe en sus redes sociales dando furiosos golpes en el teclado ‹‹¡Pos ni que fueras tan bueno como para criticarme, pendejo!››.

Obviamente estoy polarizando una situación. Pero también puedo trasladarla a un escenario más realista por medio de preguntas: ¿Cuán sensible es el artista ante la crítica?, ¿tiene derecho a defenderse de ella o debe asimilarla?, ¿cuán bueno tiene que ser el crítico para criticar? Seguir leyendo

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¿Y QUÉ NOMBRE LE PONDREMOS?

Uno
Eso de ponerle nombre a un libro es una de las fases más interesantes de la literatura, ya que el autor invierte la misma energía creativa en intitular su obra que en hacerla, porque de ello dependerá el éxito de ventas.

La sociedad coincide en considerar exitosos libros como Cien años de soledad, Gringo viejo, Pedro Páramo, Como agua para chocolate, 20 poemas de amor y una canción desesperada, El romancero gitano, La insoportable levedad del ser, Harry Potter y la cámara secreta, El código Da Vinci, etc. Si lo pensamos un poco, está tan bien logrado el título que por sí mismo conocemos al autor.

A mí me fascinan los siguientes nombres: Los amores difíciles de Italo Calvino, Alexis o el tratado del inútil combate de Marguerite Yourcenar, Crónicas de pobres amantes de Vasco Pratolini, Muerte al filo de obsidiana de Eduardo Matos Moctezuma, Música para camaleones de Truman Capote.

Me atraen por cómo suenan. Aunque quisiera un día lograr algo parecido (por poco y digo que me da una envidia terrible), todavía no me atrevo a jugar con ellos para darle nombre a alguna de mis obras de teatro.

Sería ridículo hacer algo como Crónica de lindos errantes, Muerte al hilo de hebras, Partitura para lagartijas, La insoportable hilaridad del rey. Seguir leyendo