Columna

Apreciaciones sobre el éxito literario

Quizá exista algún lector de la revista registrosdevoz.com, que además de desesperarse por lo esporádico de las publicaciones, ya habrá detectado las preocupaciones literarias de cada uno de nuestros integrantes.

Suponiendo que nadie se haya dado cuenta las enunciaré en este espacio. Tenemos narradores: Alfredo Loera, Adrián Chávez y Miguel Espinoza. Tenemos poetas: Luis Carlos García Lozano, Gloria Yolanda Medina, Juan José Martínez. Por último, estoy yo, el dramaturgo. No somos muy estables que digamos, ya que pasamos de un género a otro según nuestra producción literaria. Escribimos poesía, cuento, dramaturgia, reseña y artículos en los que hacemos nuestras apreciaciones más extensas sobre cine, teatro, literatura, y el quehacer artístico literario.

No es por presumir, pero les informo que todos nosotros somos egresados del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna; algunos nos convertimos en maestros; otros pocos tuvimos la suerte de ser becarios; y, por supuesto, hemos publicado por ahí y por allá.

Pienso que nuestros lectores ya notarán la diferencia curricular entre nuestro grupo y los otros grupos que componen el espectro literario lagunero. Comparados con otros grupos o artistas individuales, ¿qué es la revista registrosdevoz.com, más allá de ser un grupo literario?

Para encontrar nuestra definición debemos fijarnos afuera, en el mismo marco artístico literario en el que estamos. Poetas que son profesores en escuelas preparatorias; narradores críticos iconoclastas que son periodistas virtuales; promotores culturales que crean círculos de lectura; representantes de familias de alta sociedad que escriben versos lindos y reflexiones morales; consumidores de queso, pan y vino en las presentaciones de libros; gente que quiere ser fan de alguien. Seguir leyendo

Varios

Historias desde adentro

Del sufrimiento de las mujeres

Una beta creativa que parece no agotarse nunca es el sufrimiento de las mujeres. Desde el teatro griego hasta el de nuestros días vemos cómo ellas son llevadas a la tragedia por culpa de los hombres, quienes, desde una doble moral, las conciben o como muy putas o como muy santas, y las castigan si fallan en cualquiera de estos roles culturalmente asignados.

Año de 2016. A estas alturas supondríamos que la represión contra las mujeres habría acabado, o que al menos ellas ocuparían el lugar del opresor. Pero no. Lastimosamente, el género femenino sigue siendo la víctima orillada a cometer las peores atrocidades.

De eso trata Historias desde adentro -composición basada en Diana del dramaturgo cubano Edgar Estaco y Coro de asesinas de la española Stella Manaut-, que dirige Elena Reyes, presentada en Casa Aquelarre. Tres mujeres encarceladas dan cuenta de los hechos que las llevaron a sufrir su condena. En sus crímenes de asesinato tienen que ver el trágico destino, la parcialidad de las leyes, una cultura religiosa anticuada, y la entera responsabilidad de los hombres, por supuesto. Seguir leyendo

Columna

La luz que causa una bala

No faltará quien diga que el teatro juvenil –el protagonizado por adolescentes- ya no tiene mucho que ofrecer. A este crítico imaginario debo pedirle que considere la obra de Saúl Enríquez, La luz que causa una bala, como algo diferente a lo que vemos con frecuencia en nuestros escenarios, donde se estila hacer un teatro juvenil demasiado crudo o demasiado cándido.

La obra tiene la virtud de hacer funcionar en términos teatrales la unidimensionalidad de los personajes, el rompimiento de la cuarta pared y la energía de actores adolescentes, mediante una historia melodramática.

Valiéndose de un dinamismo en el trazo escénico que rompe con el primer plano al que nos hemos acostumbrado, se potencian los ángulos de vista y el tono simple, plano, sin matices que un actor amateur usa en su voz cuando inicia en el teatro. Además, se vale de gags estilo norteamericano que hemos visto en comedias románticas en cine o en series de televisión para divertir. Saúl Enríquez crea un equipo de jóvenes al más puro estilo de la serie Friends –o The big bang theory, Two broke girls, entre otros programas. Seguir leyendo

Columna

EL RITUAL DE LA COSTUMBRE

Escribiendo que es gerundio

Vamos a suponer, estimado lector, que usted –como yo, como otros tantos seres humanos en este planeta- es escritor. Supongamos también que su musa personal lo ha hecho presa, que se encuentra ahora –o en cualquier otro instante- frente a la computadora, tecleando –lo que sea-, con una agilidad de pianista.

Ya lleva varias horas escribiendo sin interrupción. Le duele la espalda, la nuca, se le cansa la vista, el espíritu decae poco a poco. Finalmente, en el cansancio absoluto, teclea Control G, satisfecho.

Tanto usted como yo –y los otros millones de personas- consideramos lo escrito como una muestra de genialidad, el fruto íntegro de la inspiración, la mejor obra jamás escrita que nos sacará de pobres. Aquí detengamos el vuelo de la imaginación, justamente en el instante de solaz satisfacción.

¿Ya se puso a pensar en todos los pasos que siguió para llegar a esta magnífica versión? Le pregunto, ¿cuántas tazas de café bebió?, ¿escribió de pie o sentado?, ¿escribió durante el día, la noche o en plena madrugada?, ¿se encontraba elegantemente vestido, en harapos, desnudo, ebrio, drogado, hambriento o desvelado?
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Columna

El escritor y su muerte

Escribo esta columna en un marco cultural libre de muertes de escritores. Una doble fortuna: no hay deudos ni tampoco hay homenajes luctuosos virtuales, tan característicos de nuestros tiempos.

Creo que puedo describir las fases del homenaje luctuoso virtual. La primera consiste en enviar ‹‹buena vibra›› y ‹‹fuerza›› al escritor convaleciente, vía redes sociales. La segunda, cuando el escritor ha fallecido, consiste en la elaboración de frases tipo ‹‹descanse en paz [inserte aquí el nombre del muertito], grande entre los grandes. No sabes cuán importante has sido para mí››. Epitafios plañideros que roban escena al que se nos ha ido, que van más o menos así ‹‹jamás, nunca, nadie, me habló tan directo al corazón como tú [nombre del muertito]››, ‹‹tú has sido la mayor influencia en mi obra››, ‹‹¿ya leyeron lo que escribí con motivo de la muerte de [nombre del muertito]?››. Luego viene la bendita fase de euforia consumista en la que se agota el tiraje de sus libros. Luego, la nostalgia y por último el olvido comercial. Seguir leyendo

Teatro

Tres tristes vírgenes

(FARSA EN UN ACTO)

PERSONAJES
MADRE, mujer gorda y greñuda que aparenta tener 50 años, usa vestido largo, negro; y muchos rosarios y crucifijos en su cuello.
TRES NIÑAS, que en realidad son adolescentes de diferentes edades a las cuales MADRE las viste uniformemente.
Un DROGADICTO harapiento y apestoso de 55 años aproximadamente.
ESCENARIO

Una jaula de pájaros. Dentro de ella, una fuente, una cama matrimonial con sábanas de colores claros; detrás de las camas, un ropero en donde hay tres vestidos de princesitas, tres toallas, tres perfumes, tres cuadernos, tres plumas, tres veladoras, una caja de cerillos, tres mantos blancos y tres velos azules. La jaula tiene la puerta a la derecha y está cerrada con una cadena grande y brillante. Seguir leyendo

Columna

Luz de gas

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Novedades

La puesta de la obra Luz de gas del dramaturgo inglés Patrick Hamilton, poco conocida en México y, por ende, en La Laguna, inicia el camino que tiene por recorrer para llegar a significarle algo al público lagunero.

Va de la mano de Enrique Esquivel, quien hacía ya bastante tiempo que no ejercía el oficio de director para los laguneros; además, se les unen Karina Carrasco, Alam Sarmiento y Jesús Aviña, figuras altamente reconocibles en nuestra escena por su presencia constante, pero que no habían actuado juntos.

Ellos, actores maduros pertenecientes a escuelas de formación teatral disímiles, en conjunto con un director cuya visión creativa rebasa ciertos estándares, logran una obra que privilegia el diálogo, la acción dramática, la ambientación, y una sólida construcción de los personajes.

La dirección –que da equilibrio a todos los esfuerzos-, se apoya en dos pilares muy firmes. El primero es el desempeño histriónico de Alam Sarmiento (Sr. Manningham) y de Jesús Aviña (Inspector Rough). Son actuaciones sobrias, cargadas de emoción, que respetan el campo emocional de sus personajes. La actuación de Karina Carrasco (Sra. Manningham) tiene dos sentidos a causa del todo de la obra. Es que su tema no es fácil de asir. ¿Es un thriller o es el trayecto de la heroína hacia su redención?
La historia se centra en que el Sr. Manningham quiere volver loca a su nueva esposa, Sra. Manningham, para buscar tranquilamente las joyas de la esposa anterior, a la que asesinó tiempo atrás. El inspector Rough le sigue la pista, y pone en alerta a la actual consorte. Su esfuerzo se centra no tanto en demostrar la culpabilidad del esposo, sino en convencer a la Sra. Manningham del engaño del que ha sido víctima. Seguir leyendo

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El Juego de la verdad

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Mujeres juntas…

Cinco amigas, antaño íntimas, ora neuróticas, putas, borrachas, vengativas y perversas, se reúnen tras más de veinte años de distanciamiento.

En esta clase de reuniones, una vez que se agotan las formalidades del “ponerse al corriente”, surgen los reproches por la frustración provocada en el pasado que, en lugar de ser motivo de remembranza, se convierte en motivo para agredirse en el presente.

La que convoca a la reunión en su casa, Laura (Rocío Luján-Elena Reyes), quiere descubrir quién se acuesta con su marido. No piensa en nadie más que en sus amigas, porque su lógica femenina le hace intuir que un amigo te hiere de frente, pero con frecuencia lo hace por la espalda.

El espectador sospecha de la más puta, Julia (Cony Múzquiz), ya que ella ha hablado durante toda la noche de sus encuentros sexuales de ocasión y defiende su putez vehementemente. Pero no fue ella la que se metió con el marido de Laura.

Para sorpresa de propios y extraños, se descubre que fue Carmina (Teresa Muñoz) la que se acostó con el marido. Sorpresa porque antes, hemos descubierto que ella es lesbiana, que tuvo sus primeros escarceos homosexuales con Azalia (Judith Abadié).

Los corridos norteños nos han enseñado que hay que tener cuidado si una hembra se encuentra herida. Carmina ha sido capaz de llegar a tal grado de agresión porque siempre estuvo enamorada de Laura, y nunca pudo tenerla. La única forma que dilucidó para estar cerca de ella fue tirarse al marido e invadir su casa.

La frágil amistad se ha destruido por completo. Nadie se salva, ni siquiera Silvia (Ana Lucía Matouk) quien hizo todo por mantenerse al margen, como un testigo morboso que contempla un accidente, pero que terminó por involucrarse y formar parte de las ruinas.

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Columna

La Pinche India

LA PINCHE INDIA
(Teatro Alberto M. Alvarado 6 de marzo 2015)

Como ya se sabe…

“La pinche India” de Mario Cantú (también autor de “Edipo Güey” montada por grupo de teatro La Acequia en el 2009), dirección de Uriel Rangel y producción de Cecy Guerrero, cumplió cincuenta representaciones en varias ciudades y en todos los teatros laguneros.

Hoja en Blanco es una compañía de reciente creación, seleccionada para el proyecto Práctica de Vuelo 2012. En recientes fechas abrió su espacio creativo para la formación en el teatro infantil y anunció el próximo proyecto “Soliloquios de mujeres locas” de Brenda Vargas.

Su mayor mérito estriba en la dirección y producción, que hablan de un profesionalismo de rigor que se manifiesta en la elección de los actores, y en la capacidad de mantenerla en cartelera. Una vez dicho lo anterior, la obra nos permite observar algunos aspectos vitales para nuestra escena. Seguir leyendo

Columna

Iconografía del Escritor

En el devenir histórico de la comprensión cultural, hay momentos en los cuales una obra adquiere mayor relevancia al conocerse la biografía de su autor. La escritura o la vida de Jorge Semprún, por ejemplo, cuenta lo que el autor vivió en el campo de concentración de Buchenwald. A la luz de este dato se comprende que de la novela, a partir de la vida del autor, surge una poética para hablar sobre la maldad que habita en el corazón del hombre y que lo lleva a cometer las mayores atrocidades, casi indecibles, en contra de sí mismo. La elaboración de esta poética es el gran mérito de la novela que, de diferentes maneras, se venía fraguando a lo largo de la obra de Semprún.

Y es que ninguna obra procede ex nihilo sino que se nutre de experiencias vitales –propias, no prestadas–, que son llevadas al grado de experiencia poética, luego de largos años de estudio, reflexión, ensayos, correcciones y la elaboración de varias versiones hasta llegar al punto máximo de trabajo en el que la obra, junto con la experiencia poética, ya pueden considerarse resueltas.

Hay otros momentos en los que cierta clase de lectores, al conocer el contexto biográfico de la creación de la obra, le agregan un valor sentimental. Cuando se enteran que una novela fue escrita en un periodo de pobreza en el que el autor trabajó de mesero, que estuvo a punto de abandonar su vocación, que dejó la obra abandonada durante años, aunado al hecho de que esa novela fue rechazada varias veces hasta que un visionario editor la publicó, estos lectores intuyen que el escritor ha vencido las más duras inclemencias vitales. Ahora lo admiran con embeleso y lo promocionan entre sus amistades usando la anécdota trivial como único argumento de importancia literaria. Seguir leyendo