Columna

Apreciaciones sobre el éxito literario

Quizá exista algún lector de la revista registrosdevoz.com, que además de desesperarse por lo esporádico de las publicaciones, ya habrá detectado las preocupaciones literarias de cada uno de nuestros integrantes.

Suponiendo que nadie se haya dado cuenta las enunciaré en este espacio. Tenemos narradores: Alfredo Loera, Adrián Chávez y Miguel Espinoza. Tenemos poetas: Luis Carlos García Lozano, Gloria Yolanda Medina, Juan José Martínez. Por último, estoy yo, el dramaturgo. No somos muy estables que digamos, ya que pasamos de un género a otro según nuestra producción literaria. Escribimos poesía, cuento, dramaturgia, reseña y artículos en los que hacemos nuestras apreciaciones más extensas sobre cine, teatro, literatura, y el quehacer artístico literario.

No es por presumir, pero les informo que todos nosotros somos egresados del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna; algunos nos convertimos en maestros; otros pocos tuvimos la suerte de ser becarios; y, por supuesto, hemos publicado por ahí y por allá.

Pienso que nuestros lectores ya notarán la diferencia curricular entre nuestro grupo y los otros grupos que componen el espectro literario lagunero. Comparados con otros grupos o artistas individuales, ¿qué es la revista registrosdevoz.com, más allá de ser un grupo literario?

Para encontrar nuestra definición debemos fijarnos afuera, en el mismo marco artístico literario en el que estamos. Poetas que son profesores en escuelas preparatorias; narradores críticos iconoclastas que son periodistas virtuales; promotores culturales que crean círculos de lectura; representantes de familias de alta sociedad que escriben versos lindos y reflexiones morales; consumidores de queso, pan y vino en las presentaciones de libros; gente que quiere ser fan de alguien. Seguir leyendo

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La luz que causa una bala

No faltará quien diga que el teatro juvenil –el protagonizado por adolescentes- ya no tiene mucho que ofrecer. A este crítico imaginario debo pedirle que considere la obra de Saúl Enríquez, La luz que causa una bala, como algo diferente a lo que vemos con frecuencia en nuestros escenarios, donde se estila hacer un teatro juvenil demasiado crudo o demasiado cándido.

La obra tiene la virtud de hacer funcionar en términos teatrales la unidimensionalidad de los personajes, el rompimiento de la cuarta pared y la energía de actores adolescentes, mediante una historia melodramática.

Valiéndose de un dinamismo en el trazo escénico que rompe con el primer plano al que nos hemos acostumbrado, se potencian los ángulos de vista y el tono simple, plano, sin matices que un actor amateur usa en su voz cuando inicia en el teatro. Además, se vale de gags estilo norteamericano que hemos visto en comedias románticas en cine o en series de televisión para divertir. Saúl Enríquez crea un equipo de jóvenes al más puro estilo de la serie Friends –o The big bang theory, Two broke girls, entre otros programas. Seguir leyendo

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EL RITUAL DE LA COSTUMBRE

Escribiendo que es gerundio

Vamos a suponer, estimado lector, que usted –como yo, como otros tantos seres humanos en este planeta- es escritor. Supongamos también que su musa personal lo ha hecho presa, que se encuentra ahora –o en cualquier otro instante- frente a la computadora, tecleando –lo que sea-, con una agilidad de pianista.

Ya lleva varias horas escribiendo sin interrupción. Le duele la espalda, la nuca, se le cansa la vista, el espíritu decae poco a poco. Finalmente, en el cansancio absoluto, teclea Control G, satisfecho.

Tanto usted como yo –y los otros millones de personas- consideramos lo escrito como una muestra de genialidad, el fruto íntegro de la inspiración, la mejor obra jamás escrita que nos sacará de pobres. Aquí detengamos el vuelo de la imaginación, justamente en el instante de solaz satisfacción.

¿Ya se puso a pensar en todos los pasos que siguió para llegar a esta magnífica versión? Le pregunto, ¿cuántas tazas de café bebió?, ¿escribió de pie o sentado?, ¿escribió durante el día, la noche o en plena madrugada?, ¿se encontraba elegantemente vestido, en harapos, desnudo, ebrio, drogado, hambriento o desvelado?
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Ernesto Sábato

Son pocos los libros que he releído y releído una y otra vez con asombro. Por lo común un texto sólo tiene la fuerza para sorprender una ocasión. Por ejemplo cuando leí La náusea de Sartre tuve mucho ánimo e interés en lo que decía, pero cuando terminé el libro y volví a la primera página supe que el texto por el momento ya no me revelaba nada. Se había consumido en una primera vuelta.

Así me pasa la mayoría de las veces; no obstante, como es de esperarse, tengo excepciones. Una de ellas ha sido Absalom, Absalom! de William Faulkner. Es uno de esos libros circulares que al terminar de leerlo no quiere decir que lo has acabado, sino que simplemente has transcurrido por el primer círculo y que al abrir otra vez la primera página empiezas a ver con mayor claridad lo que a primera vista parecía insignificante. Otro ejemplo de este tipo de textos es la consabida novela de Juan Rulfo Pedro Páramo. Son obras que en lugar de morir, al finalizarlos, recobran más vida. El tercer libro que por lo pronto agregaría a esta lista es Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato (la he leído tres veces en menos de un año). Sin duda está a la altura de las otras dos mencionadas. Seguir leyendo

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El escritor y su muerte

Escribo esta columna en un marco cultural libre de muertes de escritores. Una doble fortuna: no hay deudos ni tampoco hay homenajes luctuosos virtuales, tan característicos de nuestros tiempos.

Creo que puedo describir las fases del homenaje luctuoso virtual. La primera consiste en enviar ‹‹buena vibra›› y ‹‹fuerza›› al escritor convaleciente, vía redes sociales. La segunda, cuando el escritor ha fallecido, consiste en la elaboración de frases tipo ‹‹descanse en paz [inserte aquí el nombre del muertito], grande entre los grandes. No sabes cuán importante has sido para mí››. Epitafios plañideros que roban escena al que se nos ha ido, que van más o menos así ‹‹jamás, nunca, nadie, me habló tan directo al corazón como tú [nombre del muertito]››, ‹‹tú has sido la mayor influencia en mi obra››, ‹‹¿ya leyeron lo que escribí con motivo de la muerte de [nombre del muertito]?››. Luego viene la bendita fase de euforia consumista en la que se agota el tiraje de sus libros. Luego, la nostalgia y por último el olvido comercial. Seguir leyendo

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Memorias de los Cineclubs

Como cinéfilo, recuerdo los cineclubs que me nutrieron, y cómo esperaba la cita anticipada, un correligionario que asiste con fervor a sus iglesias. Es un gusto rememorar las películas vistas y los lugares donde las vi, aunque a veces me falle la memoria. Puedo hacer un recorrido por aquéllos años y lugares a donde fui, y por eso me limitaré a los cineclubs de la región.

Mi experiencia como parte de un público que asiste a eventos culturales me dice que siempre que se hace cualquier evento, surge una preocupación constante por la asistencia, por la capacidad de atracción y convocatoria que se logra.

En esta ciudad, con el público no está asegurada ni la asistencia ni la puntualidad, y siempre uno se pregunta, si no hay actividad porque es poco el público o si el público es poco porque es mala la oferta, la comunicación o si no se le da continuidad a los mismos.

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Columna, Reseñas

El Guión. The Story. Robert McKee.

Este libro sobre el guión cinematográfico lleva por subtítulo: “Sustancia, estructura, estilo y principios de la escritura de guiones”. Pero más allá de su tecnicismo de portada, el libro es un excelentísimo recurso no sólo para los escritores de guiones de cine, sino también para narradores, dramaturgos, lectores y cinéfilos.

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Columna

Luz de gas

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Novedades

La puesta de la obra Luz de gas del dramaturgo inglés Patrick Hamilton, poco conocida en México y, por ende, en La Laguna, inicia el camino que tiene por recorrer para llegar a significarle algo al público lagunero.

Va de la mano de Enrique Esquivel, quien hacía ya bastante tiempo que no ejercía el oficio de director para los laguneros; además, se les unen Karina Carrasco, Alam Sarmiento y Jesús Aviña, figuras altamente reconocibles en nuestra escena por su presencia constante, pero que no habían actuado juntos.

Ellos, actores maduros pertenecientes a escuelas de formación teatral disímiles, en conjunto con un director cuya visión creativa rebasa ciertos estándares, logran una obra que privilegia el diálogo, la acción dramática, la ambientación, y una sólida construcción de los personajes.

La dirección –que da equilibrio a todos los esfuerzos-, se apoya en dos pilares muy firmes. El primero es el desempeño histriónico de Alam Sarmiento (Sr. Manningham) y de Jesús Aviña (Inspector Rough). Son actuaciones sobrias, cargadas de emoción, que respetan el campo emocional de sus personajes. La actuación de Karina Carrasco (Sra. Manningham) tiene dos sentidos a causa del todo de la obra. Es que su tema no es fácil de asir. ¿Es un thriller o es el trayecto de la heroína hacia su redención?
La historia se centra en que el Sr. Manningham quiere volver loca a su nueva esposa, Sra. Manningham, para buscar tranquilamente las joyas de la esposa anterior, a la que asesinó tiempo atrás. El inspector Rough le sigue la pista, y pone en alerta a la actual consorte. Su esfuerzo se centra no tanto en demostrar la culpabilidad del esposo, sino en convencer a la Sra. Manningham del engaño del que ha sido víctima. Seguir leyendo

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El Juego de la verdad

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Mujeres juntas…

Cinco amigas, antaño íntimas, ora neuróticas, putas, borrachas, vengativas y perversas, se reúnen tras más de veinte años de distanciamiento.

En esta clase de reuniones, una vez que se agotan las formalidades del “ponerse al corriente”, surgen los reproches por la frustración provocada en el pasado que, en lugar de ser motivo de remembranza, se convierte en motivo para agredirse en el presente.

La que convoca a la reunión en su casa, Laura (Rocío Luján-Elena Reyes), quiere descubrir quién se acuesta con su marido. No piensa en nadie más que en sus amigas, porque su lógica femenina le hace intuir que un amigo te hiere de frente, pero con frecuencia lo hace por la espalda.

El espectador sospecha de la más puta, Julia (Cony Múzquiz), ya que ella ha hablado durante toda la noche de sus encuentros sexuales de ocasión y defiende su putez vehementemente. Pero no fue ella la que se metió con el marido de Laura.

Para sorpresa de propios y extraños, se descubre que fue Carmina (Teresa Muñoz) la que se acostó con el marido. Sorpresa porque antes, hemos descubierto que ella es lesbiana, que tuvo sus primeros escarceos homosexuales con Azalia (Judith Abadié).

Los corridos norteños nos han enseñado que hay que tener cuidado si una hembra se encuentra herida. Carmina ha sido capaz de llegar a tal grado de agresión porque siempre estuvo enamorada de Laura, y nunca pudo tenerla. La única forma que dilucidó para estar cerca de ella fue tirarse al marido e invadir su casa.

La frágil amistad se ha destruido por completo. Nadie se salva, ni siquiera Silvia (Ana Lucía Matouk) quien hizo todo por mantenerse al margen, como un testigo morboso que contempla un accidente, pero que terminó por involucrarse y formar parte de las ruinas.

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