Poesía

Polvo de luna

Fui tirando la vida, como las hojas en otoño, cuando caen por nostalgia. Con pocos años por delante, volví. Al encuentro me recibe la avenida de los grandes y viejos álamos. Sonríen al reconocerme, meneando sus colores y pienso: cuánta vida ha pasado por aquí, corriendo por esta líquida acequia, haciendo valer su propia ley desde las raíces. Hoy, regreso con el cuerpo rudo y un poco más seco, ya no reverdezco, ni doy sombra. El viento sabe cómo quebrar las ramas. Aunque aún me brotan imágenes centinelas, que irremediablemente me remiten a esa entrañable avenida de los álamos tristes. Justo a la entrada de mi ciudad, un poblado donde se respira, se duerme y a veces, se muere bien.

Al costado izquierdo del camino sombreado, hay un tanquecillo donde se refrescan los pies los visitantes, bancas y mesas resquebrajadas y algunos columpios y resbaladeros despintados. Muchas familias pernoctan ahí en vacaciones a sabiendas de que no hay cupo en las posadas del pueblo. Lo invaden regularmente, seres ansiosos por llevarse un trozo de felicidad, un racimo que lo contenga todo. Arriban a esta ciudad y la devoran, la orinan, la vomitan y la ensucian sin pudor. A pesar del sabotaje, sus hojas bicolores cubrirán al día siguiente, la noble estampa. Iniciando la sanación con el roció serenado de la noche, igual que lo haría un buen sotol reposado, al curar las penas de los que no llevan luz. Seguir leyendo

Poesía

Manifiesto que estoy viva

Pertenezco a esa clase de personas que prefiere
lugares no comunes, espacios no conquistados aún
inadaptadas a la sombra que ofrecen las multitudes.
Descubrí que reír y orinar casi es lo mismo.
Nací prematura antes del verano
de cuerpo plano, mis montañas vendrían después
desalineada del cabello por no  pensar agustinamente.
Soy del  norte, desierta.
Mi punto cardinal.  Seguir leyendo