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Guerra de intervención (fragmento)

I FOUGHT FOR THIS COUNTRY

Otra vez la noche ha estado llena de pesadillas. Ya no se trata de pesadillas de la guerra, ya no vienen las imágenes de cuando mutilaron tu pierna izquierda y gritaste temeroso, como un cobarde, pues creías que te mataban, sino que ahora se trata de cuando te separaron de Margaret y de tu hijo. Ves otra vez a los policías de migración sacarte del carro y no hacer caso a tus palabras. Desde entonces sueñas que no puedes hablar y que por eso te llevan. Sueñas que no puedes hablar esa lengua que creías tuya a tal grado de que ahora que despiertas no estás seguro de que eso no sea cierto. Sientes la boca trabada, mientras miras el techo cada vez más iluminado, y sientes terror de no poder hacerlo, sientes aprensión por pararte y verte en el espejo y descubrir otra vez esos rasgos latinos, ese cabello lacio de indio mestizo, ese perfil arabesco; el bigote oscuro, los ojos de pupilas aún más negras. Sientes miedo de pararte y estar en México, a dos mil setecientos kilómetros de tu familia.

Como sea cuando da el mediodía no puedes hacer otra cosa más que levantarte. Es jueves y tienes descanso en el call center. Necesitas buscar algo de comer. Sin embargo, no deseas encontrar a ninguno de los viejos de la vecindad. La vecindad está habitada por ancianos solitarios que a tus ojos se asemejan más a cadáveres, a momias que repiten las mismas ideas una y otra vez. La mayoría son hombres abandonados por sus familias que en los distintos cuartos esperan la muerte. No los soportas, quizá porque crees que, al cabo de los años, ese será tu destino en este país insólito, incluso para ti que has pisado más allá del Atlántico; que no serás capaz de salir de esta realidad enrarecida y absurda, colmada de pesadillas y de lunáticos que continuamente buscan hablar contigo, aunque los rehúyas.

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El pequeño sutra del árbol y del fruto

Capítulo 4: Samadhi bidibidi

¿Cuánta información puede estar contenida dentro de una casa? No hablo de discos duros ni de archivos. Hablo de cuantas cosas pueden decirnos sobre las personas que las habitan los objetos que en ella están contenidos, su disposición, el desgaste que tiene cada cosa y si hay suerte quizá algo escrito, a veces en lugares donde uno no los buscaría. Qué puede decirme sobre Beto, por ejemplo, que la chapa de la puerta del baño cercano a su habitación esté muy rota, el polvo acumulado dice que desde hace mucho tiempo y al parecer por una patada desde afuera. Que me puede decir que en la sala solo sea el sillón individual el que tiene el asiento ablandado y haya una pila de revistas y libros en la mesita de justo al lado. Sé muy bien lo que me dice que su alacena este llena de harina de trigo caducada y que haya dos paquetes de 50 velitas de cumpleaños nuevas dentro de su refrigerador. Hay una foto de mamá y mía en su mesita de noche, y otra foto de Julia, mi madre y yo más reciente también ahí y sé muy bien lo que esas fotos quieren decir. Aunque también hay algunas otras cosas que parecen un misterio, como el block parado que por ninguna razón está en fondo del zaguán. Seguir leyendo

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El pequeño sutra del árbol y del fruto

Capítulo 3: Mara

Fue casi irreal mi encuentro con el abogado. La dirección era de calles cercanas al mercado antiguo de la ciudad. No hallé lugar para estacionarme cerca y tuve que caminar bastantes cuadras recorriendo todo un sector de la ciudad que por poco había olvidado. En mi camino me crucé con un rarámuri vendiendo cigarros y cargadores de iphone, una señora que anunciaba a todo pulmón un veneno “la solución contra las garrapatas”, más adelante una mujer quincuagenaria rapeaba con una base del Cartel de Santa e invitaba a la gente a sentarse en una fonda. Durante todo el trayecto hubo basura, charcos, el olor de perfumes con mucho pachuli, agua de rosas, colonia de flor de naranjo, todos esos aromas mezclados con el olor de las frituras y en las esquinas se les sumaba el hedor de los desperdicios. Las fachadas estaban atestadas de letreros de boticas, de yerberías, anuncios de gente que soba, gente que quita el latido, que levanta la mollera y también de lectura de las cartas y de las manos; todos pintados con colores muy brillantes y aderezados con personajes que nada tienen que ver con lo anunciado como Piolín, Spiderman y Pedro Picapiedra. Y entre dos letreros de ese tipo, debajo de uno de los edificios antiguos de la ciudad, a una puerta y un pasillo largo era a donde me llevaba la dirección que me habían dado. Tras caminar un buen trecho todo cambió. Toqué el timbre de un interfón color titanio en una puerta de seguridad y al escuchar el zumbido entré a otro mundo. Seguir leyendo

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El pequeño sutra del árbol y del fruto

Capitulo 2: Piri piri van van… Parinirvana … o algo así

Todos tratamos de representar algún papel, o al menos eso parece la mayoría del tiempo. Algunas veces nos aferramos a él hasta que no lo podemos seguir manteniendo más, hasta que el mundo nos dice que ya basta; la mayoría de las veces de maneras que no son agradables. Lo hacemos porque es fácil, quizás porque nos hemos habituado, nos aferramos a ciertas cosas hasta que un brusco cambio se sucede y nos obliga a abrir las manos y soltarlas. Quedamos confusos, sin saber qué hacer ni que partes de nosotros que no conocían los demás quedarán expuestas y en carne viva cuando la representación ha terminado. Al menos eso pasó con mamá, y por añadidura con Gustavo, cuando le dije que Beto que ya no estaba más.

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El pequeño sutra del árbol y del fruto

Capítulo 1: Betosattva

Estoy casi seguro que durante el periodo que va de 1960 a 1999 todas las personas, ya sea por moda o curiosidad, probaron alguna droga (desde cosas naturales, como la mariguana y la ayahuasca, hasta sustancias que no llegaron a tener nombre y sólo quedaron en las formulas químicas no sin antes dejar alguna banda arriba del avión), adoptaron algunas de las prácticas New Age (cosas como acomodar su casa según el Feng Shui, creer en el zodiaco o buscar el sentido de sus vidas en el Tarot) o se convirtieron en cierta medida a alguna religión exótica (ampliaron su panteón con los Orishas, se convirtieron al budismo, adoptaron la cosmovisión del taoísmo o en algunos casos hasta pertenecieron a sectas narco satánicas). Todos en mayor o menor medida le hicimos al Madrake alguna vez con alguna de esas ondas. En el caso de Beto fueron todas esas cosas y muchas más. Y yo no tengo ni idea de cómo alguien oriundo de uno de los pueblitos más recónditos de Zacatecas, de Palmillas, un pueblo donde lo único que hay son nopales, llegó a ser parte de una comuna en California y tampoco la manera en que terminó sus días en una pequeña y olvidada ciudad al norte de México donde no pasa nada como Torréon.

No puedo decir que esté enojado con él, ya no. Seguir leyendo

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Historias desde adentro

Del sufrimiento de las mujeres

Una beta creativa que parece no agotarse nunca es el sufrimiento de las mujeres. Desde el teatro griego hasta el de nuestros días vemos cómo ellas son llevadas a la tragedia por culpa de los hombres, quienes, desde una doble moral, las conciben o como muy putas o como muy santas, y las castigan si fallan en cualquiera de estos roles culturalmente asignados.

Año de 2016. A estas alturas supondríamos que la represión contra las mujeres habría acabado, o que al menos ellas ocuparían el lugar del opresor. Pero no. Lastimosamente, el género femenino sigue siendo la víctima orillada a cometer las peores atrocidades.

De eso trata Historias desde adentro -composición basada en Diana del dramaturgo cubano Edgar Estaco y Coro de asesinas de la española Stella Manaut-, que dirige Elena Reyes, presentada en Casa Aquelarre. Tres mujeres encarceladas dan cuenta de los hechos que las llevaron a sufrir su condena. En sus crímenes de asesinato tienen que ver el trágico destino, la parcialidad de las leyes, una cultura religiosa anticuada, y la entera responsabilidad de los hombres, por supuesto. Seguir leyendo