No faltará quien diga que el teatro juvenil –el protagonizado por adolescentes- ya no tiene mucho que ofrecer. A este crítico imaginario debo pedirle que considere la obra de Saúl Enríquez, La luz que causa una bala, como algo diferente a lo que vemos con frecuencia en nuestros escenarios, donde se estila hacer un teatro juvenil demasiado crudo o demasiado cándido.
La obra tiene la virtud de hacer funcionar en términos teatrales la unidimensionalidad de los personajes, el rompimiento de la cuarta pared y la energía de actores adolescentes, mediante una historia melodramática.
Valiéndose de un dinamismo en el trazo escénico que rompe con el primer plano al que nos hemos acostumbrado, se potencian los ángulos de vista y el tono simple, plano, sin matices que un actor amateur usa en su voz cuando inicia en el teatro. Además, se vale de gags estilo norteamericano que hemos visto en comedias románticas en cine o en series de televisión para divertir. Saúl Enríquez crea un equipo de jóvenes al más puro estilo de la serie Friends –o The big bang theory, Two broke girls, entre otros programas. Seguir leyendo